Miles de personas abarrotaron las calles para seguir en directo la llegada de los Reyes Magos a Zamora, en un desfile que resultó bastante lucido, sobre todo por la coherencia del conjunto, que dejó contentos a los más y con un regusto de que "supo a poco" a otros. En general la Cabalgata, que se desarrolló con fluidez y sin incidencias, permitió a pequeños y grandes disfrutar de un buen preludio para la mágica noche de Reyes, en la que la mayoría de los hogares aparecieron repletos de regalos, sobre todo para los más pequeños. Una crítica generalizada fue lo tardío de la hora de inicio, las ocho de la tarde, un tanto intempestiva para los más chiquitines, aunque ciertamente la noche de ayer, donde no acabó de lloviznar pero sí se mojó el suelo, ofreció una temperatura un tanto más benigna que la de días precedentes. Quizá por eso el público se aglomeró especialmente en los tramos iniciales del recorrido (Amargura y Príncipe de Asturias estaban a reventar), para no demorar demasiado la cena y la hora de irse a dormir.

El desfile se desarrolló como se esperaba, con sus tres partes bien diferenciadas: la primera más fantasiosa dominada por el color plata y las carrozas de luz alegóricas; una segunda más centrada en el momento histórico del nacimiento de Jesús, con sus romanos y judíos y su portal de Belén y una tercera protagonizada por el cortejo de los Reyes Magos: el canoso Melchor, el bajito Gaspar y el "gigante" Baltasar (esta vez negro de verdad y no pintado).

La comitiva discurrió con bastante orden y concierto, a pesar de la gran cantidad de personas, unas 600, que participaban como figurantes y protagonistas de las distintas escenas. Completó su recorrido hacia las nueve y veinticinco.

En la Plaza Mayor un Belén viviente esperaba a los Reyes Magos, que fueron bajando de sus carrozas para ocupar el escenario, acompañados por una nutrida representación de la Corporación municipal con su alcaldesa, Rosa Valdeón, al frente, que les entregó las llaves de la ciudad y el bastón de mando, para que durante esa noche hicieran a su antojo en los hogares de Zamora. En sus palabras de bienvenida, tuvo un guiño para con los niños necesitados en el mundo y exaltó valores universales, como la salud, la solidaridad o el medio ambiente.

Las recomendaciones de los Magos de Oriente incidieron en la línea habitual: pidieron a los niños que fueran buenos, que obedecieran a papás, abuelos y maestros y prometieron cumplir en lo posible todo lo apuntado en las cartas, que es mucho. Melchor deseó una noche mágica a todos y que «seamos felices y buenos», Gaspar recomendó a los papás «que esta noche dejéis las preocupaciones de cada día y disfrutéis por haber hecho felices a muchos» y Baltasar, además de recordar que los Reyes también traen carbón al que se porte mal, pidió que «nos acordemos de los niños pobres del mundo, que no tienen nada». La fiesta previa de luz y sonido de la plaza de Castilla y León pasó, por cierto, con más pena que gloria en la noche de Reyes.