«Sea una mutación o profundización de la modernidad o un proceso con características propias, la existencia humana se verá modificada hondamente por los cambios impulsados por la globalización». Porque se trata de «un proceso que si bien pudo tener su origen en la esfera económica, la trasciende». Es una de las tesis de Octavio Uña, coordinador -junto a Jaime Hormigos y Antonio Martín- del libro "Las dimensiones sociales de la globalización", que, con trabajos de una decena de expertos, publica la editorial Paraninfo de Madrid.

El zamorano, catedrático de Sociología y director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos I, destaca -es autor de dos capítulos- inicialmente que la globalización «nos afecta, y lo hace de un modo personal y directo». Todas las personas «perciben que este mundo complejo» se halla «cada vez más conectado, que "todo tiene relación" y que lo lejano ya no lo es tanto». Aquélla constituye «uno de los procesos de mayor importancia en nuestro cambiante mundo: de trascendental relevancia histórica». Un concepto que «unifica sensibilidades y concepciones teóricas diferenciadas». Su «impacto» es muy amplio: «desde sus consecuencias en los niveles de pobreza y desigualdad hasta la intensificación de los contactos entre culturas», además de «los movimientos migratorios, la inseguridad global, la repercusión en el trabajo o de la política».

Uña Juárez señala, en otro momento, que actualmente «la Humanidad no es una en sentido filosófico, sino que se constituye en una realidad sociológica y vivencial real para una amplia parte de los seres humanos». Y si Marshall MacLuhan acuñó el término «aldea global», los españoles utilizamos «tanto globalización como mundialización, a veces como auténticos sinónimos, otras con sentidos bien diferentes». El experto distingue tres «formas diferenciadas de conceptuarla»: técnica y económica, modernización a escala mundial y finalmente integración planetaria en aspectos económicos, políticos, sociales, ecológicos o culturales».

Hay posiciones y actitudes a favor y en contra. Los argumentos favorables resaltan «la importancia de ese sistema para generar desarrollo económico y social en las zonas más deprimidas del planeta». Los contrarios, éstos: «el desarrollo desigual del capitalismo global» -algo que, a la larga, «genera pobreza y desigualdad» y, por eso, conflictos y tensiones-, el «ataque a las instituciones y culturas tradicionales» y «la presión sobre el medio ambiente». Eso da lugar a la aparición de «un movimiento transnacional, que mayoritariamente ha adoptado una visión negativa de la globalización».