El último proyecto que descansa inacabado en el taller que Ramón Abrantes tenía en la calle Sacramento es una escultura de Pablo Morillo. El alcalde de Zamora, Antonio Vázquez, había solicitado a las Cinco Reales Academias de España su colaboración en la creación de una estatua o busto que recordase la historia del militar zamorano. «Cuando recibimos la confirmación de las Reales Academias de que la iban a donar a la ciudad decidimos encargársela a Abrantes», explica Vázquez.

El alcalde, que se acercó ayer al tanatorio a dar el pésame a la familia, lamentaba el fallecimiento del escultor al que definió como «un hombre recio, con un perfil típico de zamorano; trabajador, austero y sobre todo un magnífico escultor».

Quintín Aldea, colaborador del proyecto, recuerda haber hablado recientemente con el escultor y puntualiza que «estaba muy ilusionado con la escultura que tenía que terminar antes de que acabase el año». Su proyecto tendrá que ser ahora finalizado por otro artista. La obra será finalmente colocada en el parque de Las Viñas, a la altura de donde termina la calle Pablo Morillo.

Cientos de amigos acudieron ayer a velar el cuerpo de Ramón Abrantes junto a sus dos hermanos, sus sobrinos y su compañera, Piedad Isidro. Entre las conversaciones, retazos de las anécdotas más curiosas de la vida del escultor. Por ejemplo, la facilidad y la gran técnica que tenía para envejecer las obras. «Se ha muerto la única persona que sabía todas las técnicas de envejecimiento y se las ha llevado con él», comentaba Ricardo Flecha.

El imaginero zamorano explicó que la escultura era para él una necesidad casi física. «Hasta que no conseguía sacar de la pieza lo que quería no paraba», afirma el que fuera su alumno.

Sus compañeros de profesión y amigos recordaban ayer su carácter afable con sus amigos y su genio con las ideas o las personas que no eran de su agrado. También ensalzaron su carácter reservado, tanto que muy pocos allegados e incluso familiares tenían noticia de su enfermedad.

El presidente del Instituto de Estudios Zamoranos "Florián de Ocampo", Pedro García Alvarez, resaltaba su modestia. «Llevaba mucho tiempo diciéndole que quería hablar con él para realizar una exposición retrospectiva y siempre me decía: bueno ya hablaremos, ya hablaremos. Y así estuvimos cuatro años», indica García.

Florián Ferrero, director del Archivo Provincial y vecino de Abrantes, mantenía a menudo «largas conversaciones con él sobre arte a la puerta del taller». Ferrero, que guarda un grato recuerdo del escultor, asegura que «era un hombre entrañable y muy conocedor de su oficio. Sabía muy bien lo que estaba haciendo, pero sobre todo era muy amigo de sus amigos».

Ramón Abrantes era una persona muy popular en Zamora, muy cercano a la gente. Amigo de los encuentros casuales y las largas conversaciones sobre arte o política en las cafeterías, el artista nunca tuvo problema para expresar su opinión, aunque no fuera del gusto de sus oyentes. En los últimos días, enfermo ya, se le podía ver aún trabajando a destajo o regando, en las mañanas de mucho calor, la calle Sacramento en la que tenía su taller. Con Ramón se va uno de los mejores escultores que ha dado la ciudad y sobre todo, para los que lo conocían bien, un gran hombre.

El "niño prodigio" y autodidacta de la escuela de San Ildefonso

Tomás Crespo Rivera y Ramón Abrantes se conocieron de chiquillos y desde entonces compartieron profesión y amistad. «Yo era un poco más pequeño que él y lo admiraba mucho, porque era un niño prodigio», comenta Crespo.

Abrantes y Crespo formaban parte de aquella "gloriosa" generación de los años cincuenta entre la que se encontraban Antonio Pedrero, Alberto de la Torre o Higinio Vázquez entre otros. «Todos nos fuimos después a estudiar a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando menos él por una cuestión puramente económica, pero nunca le hizo falta porque era un gran autodidacta», asegura Tomás Crespo.

Gran amigo de Claudio Rodríguez y de Blas de Otero, el escultor zamorano recuerda que con motivo de la muerte de este último, el poeta publicó en una conocida revista literaria un poema titulado "Blas de Otero en el taller de Ramón Abrantes en Zamora". En él se contaba la excelente relación que existió entre los tres artistas y hacia referencia a las largas horas que pasaron en el espacio en el que Abrantes trabajaba.

Tomás Crespo afirma que recordará a su amigo como «un hombre fiel a sí mismo, incluso a costa de no caer bien socialmente. Un hombre honesto autodidacta, con mucha personalidad». El escultor zamorano asegura que «hemos perdido a un buen hombre y a un gran artista y además a un personaje que forma ya parte de la crónica histórica y social de la ciudad».

Antonio Vázquez, Alcalde de Zamora: «Era un hombre recio, con un perfil típico zamorano; trabajador, austero y sobre todo un magnífico escultor»

Ricardo Flecha, Escultor zamorano: «Se ha muerto la única persona que sabía todas las técnicas de envejecimiento y se las ha llevado con él»

Herminio Ramos, Cronista Oficial de la ciudad: «Fue el único que mantuvo la correspondencia con Baltasar Lobo después de la guerra»

Florian Ferrero, Director del Archivo Histórico Provincial: «Era un hombre entrañable y muy conocedor de su oficio; pero sobre todo era amigo de sus amigos»

Tomas Crespo, Escultor zamorano: «Fue un hombre fiel a sí mismo, incluso a costa de no caer bien socialmente; un hombre honesto»