«Es una obra que atrae, que interesa y enamora, de una gran delicadeza de curvas. Es una abstracción tan suave...». Era el comentario de Visitación Lobo, hermana del artista, con el catálogo de "Un español da París" en sus manos. Irá un día de éstos, dice, «a ver» la muestra. Y, después, precisa: «Iré la próxima semana. Si no hace mal tiempo, porque, con la edad, no podemos salir así».

El Castillo de Zamora se convertirá, por fin, en Museo de Baltasar Lobo. Las obras, que se iniciarán ya avanzado el verano, se prolongarán durante dos años. «Yo quiero ver ese fin. Y temo que no podré contemplar esa empresa terminada». No acudió, el pasado lunes, a la presentación del proyecto de rehabilitación de la fortaleza como centro museístico. «No me sentía bien de salud». Y apunta: «A ver si encuentran un lugar para los estudiantes de la Escuela de Arte». Visitación muestra un ligero ¿desencanto? «Como me han prometido tantas cosas, y no se han cumplido los plazos... Así han transcurrido ocho años. Son tan tranquilos». Los políticos, los gestores de estos pagos. «La cultura y el arte son lo último. Me duele que sean, a veces, tan tumbones». Vuelve al principio: al Castillo. «Me gustaría verlo empezado».

No sabe, cómo saberlo, qué diría su hermano ante «las tardanzas», aunque «pienso en ello». El escultor mostró su deseo de que las obras «quedasen en Zamora. Tuvo esa intención», pero después «comprobó que las cosas iban con bastante calma». La acogida institucional e individual fue «muy buena». Cierto que «ponen excelente voluntad», señala. Pero en esta tierra, no lo duda, «hay demasiada tranquilidad». Y toma, de nuevo, el catálogo de "Un español de París". Lo revisa. Conoce la obra de Baltasar como nadie. Apunta características. Verdaderamente: delicadeza sensual de curvas, suave abstracción de desbordante estética.