Un tricornio, un poblado bigote y una pistola cargada que apuntaba hacia el techo. Es la imagen extravagante de un Antonio Tejero que con su «¡que se sienten, coño!» acaparaba el estrado del hemiciclo hace hoy 25 años.

Zamoranos de todas las edades echan hoy la vista atrás para rememorar esa amenaza a una democracia en ciernes que acababa de dar sus primeros pasos. Hay para quienes ese 23-F no supuso más que un día de confusión interpretado entonces «como una jornada de fiesta en la que no tuvimos clase», recuerda el escritor Juan Manuel de Prada, un niño entonces. Caso similar al del sociólogo David Redoli, para quien el golpe de Estado motivó «dejar a medias un partido que íbamos ganando». También un niño era el rector del seminario menor que, 25 años después, cuando la televisión reproduce una vez más las imágenes de un Guardia Civil disparando al techo del Congreso, «cierro los ojos y recuerdo una imagen blanca de una Venus de Milo que mi madre y mi abuela compraron en una tienda de regalos minutos antes del golpe», recuerda.

Mucho distan estos detalles de las que rememoran otros zamoranos ya adultos en aquella época. Caso de Angel Bariego, muy vinculado entonces al Partido Comunista. Bajo el techo de su casa, en San José Obrero, se produjeron intensas reuniones de «gente incluso de la resistencia armada, muy implicada en la consecución de la democracia y dispuesta a atrincherarse si hacía falta en plan "maki" o huir a Portugal». A otros tantos personajes influyentes de la vida zamorana se les viene de golpe estos días todas aquellas horas sin resuello: el secuestro de los diputados, el sonido de los sables a través de los transistores e incluso cuando, después, llevaron a Suárez aparte y a González, Guerra, Rodríguez Sahagún, Gutiérrez Mellado y Carrillo a la "sala de los relojes".

También Zamora fue testigo, a través de las ondas, de tales sucesos. El 23-F es recordada por un amplio sector de la sociedad zamorana como la fecha que pasó a la historia como «el día en que los viejos fantasmas del fascismo resucitaron sin éxito». La distancia temporal -25 años ya- ofrece la perspectiva que antes no tenían para realizar un análisis de esa intentona de los nostálgicos del régimen franquista.

Un episodio de la historia española que, tras medio siglo, sigue provocando en muchos zamoranos «la vergüenza que despertó entonces un hecho así», caso de Daniel Pérez, o «la admiración por unas Fuerzas Armadas que mantuvieron la democracia dando ejemplo de saber estar», en palabras de David Redoli.

Toda la acción del golpe de Estado del 23 de febrero se concentró en 17 horas llenas de tensión. Tras este espacio de tiempo, la acción golpista era abortada. Todo había terminado como el "the end" que aparece tras una película de ciencia-ficción.

El discurso del Rey, la imagen más recordada

Al cabo de los años, la imagen del rey Don Juan Carlos en televisión aquella noche cobra una dimensión histórica que todos los zamoranos, incluso los de menor edad, recuerdan con detalle. «La Corona, símbolo de unidad... no puede tolerar que pretendan interrumpir por la fuerza... el proceso democrático que el pueblo español votó en su día...». La oportunidad de sus palabras, emitidas mientras los rebeldes controlaban el Congreso y en Valencia los tanques tomaban la calle, le confieren «una influencia determinante en el feliz desenlace del golpe», coinciden en resaltar estos zamoranos. Fue difícil hacer llegar una unidad móvil a la Zarzuela, puesto que los medios de comunicación estaban tomados. Finalmente, a las 1:15 horas de la madrugada del 24 de febrero, el Rey se dirigió a la nación pidiendo la confianza «que serenó a los españoles», recuerdan Blas Vara y David Redoli. Frente a ellos, hay quienes no dejan de subrayar que «independientemente de la valía o no de sus palabras, nosotros pensábamos que quien había ganado de verdad esa libertad había sido el pueblo español y que la transición tenía muchas asignaturas pendientes». Unas reflexiones que, junto a otros amigos, hacían en alto mientras «nos interesábamos por cómo estarían grandes amigos secuestrados en el Congreso, como Demetrio Madrid».