Alollano prepara su cuarto disco, que grabará a finales de la primavera. El título, desde la sencillez del pueblo, recoge un bello verso, como agua clara, de una de las canciones, «donde se trata de resumir la idea», apunta Miguel Manzano, director de la agrupación coral e instrumental. No revela nada más. Por si acaso. Por aquello de los "copiómetros", tribu con amplio censo. «Se ha retrasado porque hicimos otro en en el verano pasado, "Son de las 9", de carácter institucional, que apareció en junio», añade el musicólogo zamorano. Fueron, antes, "La tonada del cardo", "La vueltas que da el mundo" y "Del olor de la hierbabuena". Siempre: distintos géneros y estilos del canto colectivo, popular y tradicional. Y siempre, también, en esa recuperación de un repertorio que expresa sentimientos, las antiguas canciones de ida y vuelta que «se revisten con una nota de contemporaneidad».

Eso y otras circunstancias han demorado el trabajo. Este contendrá doce canciones. «La primera es un baile de tonadas completo, con cinco de ellas seguidas. Será lo mejor de las cincuenta melodías interpretadas y recogidas discográficamente» por el grupo zamorano. Se tiene la firme creencia de que se trata de un documento importante «desde el punto de vista de la preservación del patrimonio sonoro. «Yo lo restauré en trece modelos, con igual estructura, en el "Cancionero de Zamora"». Además, Alollano recupera melodías tan populares, tan vivas en el alma de la gente campesina de otro tiempo y del ánima colectiva de estos días, como el clásico "Tío Babú" o "El molinerito". «La gente quiere seguir oyéndolas». Lo mismo sucede con otras de la región castellano-leonesa, cual "Ya se van los pastores", de Soria, aunque puede encontrarse en otras tierras. Aparecen, asimismo, creaciones de León y Salamanca, todavía en la memoria de los ancianos, transmisores de sabiduría. Para muchos, la mejor herencia.

La agrupación cuenta con otro proyecto importante, aunque su realización se postergará algo más en el tiempo. Ya efectúa los preparativos para recoger un patrimonio olvidado: el repertorio de canciones populares religiosas, que «nunca debieron morir». Manzano Alonso sabe que «existía mucha canción mala», que todo lo basaba en una devoción vieja, a veces arcaica, con textos de notable cursilería y músicas de escasa valía y originalidad. Sin embargo, existía otra «honda, que se halla en la memoria de la gente que supera los cuarenta años, que debe continuar sonando». Posee aspectos que no cabe desconocer: son ricas vivencias de nuestros antepasados, que «les ayudaron a seguir adelante», frente a tantas adversidades.

Es un proyecto de gran entidad. «Quizá, largo», admite Miguel Manzano. Constará de cuatro ciclos, y cada uno de ellos recogerá diez o doce canciones. Pudiera ser que algún fruto de ese estudio se conociese en la próxima primavera. «La gente del grupo está muy ilusionada. Hay buena música en ese campo». Los arreglos contarán con el apoyo de cinco instrumentos: órgano, clave, contrabajo, flauta y oboe. Se interpreta a una sola voz, «y al final aparece un guiño polifónico». La canción tradicional, «si se canta bien, es bellísima».

El folclorista y compositor aúna laboriosidad y talento. La preparación del cuarto disco, el proyecto de canciones populares religiosas... Y la elaboración del quinto trabajo discográfico -«está a medias»-, y la creación de una obra sobre nuevas músicas para instrumentos populares (dulzaina, gaita y flauta y tamboril, lo que requerirá la edición de tres discos; acaba de aparecer el primero, con catorce melodías). Este es un trabajo para un proyecto Interreg, incluido en Territorios Ibéricos. «Hay que encontrar un camino de renovación, fundado en la tradición, a los instrumentos típicos. De lo contrario, se limitan a clonar». A volver sobre la repetición desgastada, consumida. Como hicieron, en su momento, vascos y catalanes. Y a la vista está: lo antiguo no es viejo.

El musicólogo ya finalizó el primer tomo del "Mapa de Danzas y Bailes Españoles", empresa de largo aliento que realiza con José Manuel González Matellán. Y en estos días concluye el séptimo tomo del Cancionero Popular de Burgos. Dispone, asimismo, de otro encargo: «tengo que escribir una obra para dos pianos para la conmemoración del IV Centenario del Teatro Principal». Será estrenada por dos catedráticos del Conservatorio Superior de Música de Salamanca. Y, con eso, los recitales de Alollano, que debe acabar «la ronda de provincias con "Son las 9"» y otros compromisos... No están mirando, no. Y es una cultura que comienza a recibir mayores reconocimientos. Porque, es teoría de Miguel Manzano -«hay que ayudar a gentes como él, gran folclorista, a que fije y conserve la tradición oral», afirma Antonio Gallego, integrante de la Real Academia de Bellas Artes- , se trata de obras sin fecha de caducidad. De símbolos.