«La vida de la cultura tradicional siempre ha estado en constante agonía, en perpetua lucha contra el olvido y la molicie del abandono». Así lo cree Joaquín Díaz, etnólogo y musicólogo, quien expresó su percepción del patrimonio oral como necesario constituyente del ser humano y de su dignidad, en su investidura, ayer, como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid, en un acto que se celebró en el Paraninfo. «Creo, sinceramente, que si desapareciese todo eso algún día estaría en peligro la especie humana y su propia estimación», añadió.

Díaz, propuesto por el Departamento del Departamento de Antropología Social para distinguirlo con el galardón académico -recibió el birrete, el anillo, los guantes blancos y el libro, como símbolos del esfuerzo, la sabiduría, la pureza de actitud ética y el desvelamiento de los secretos de la ciencia-, destacó que ha dedicado «toda la atención y esfuerzo a comprender los interrogantes y misterios que encierra una forma de vivir y manifestarse que ha basado su larga y azarosa existencia en la comunicación oral». La cultura material, en su transmisión, nos entrega «signos, enigmas, claves para interpretar la vida por encima de la estética, de la moda o de la propia voluntad de los individuos». En otro momento de su disertación, apuntó que «si no hubiera sido por la perfecta transmisión de gente que se ha especializado en tener una voz peculiar, y transmitir todo eso, se hubieran perdido muchos más conocimientos de los que ya se han perdido».

José Luis Alonso Ponga, director de la Cátedra de Estudios sobre la Tradición y padrino del nuevo doctor, explicó -durante la Laudatio- que Joaquín Díaz ha dado rigor y una visión global a la ciencia del folclore. Entre los asistentes al acto se hallaba una pequeña representación zamorana..., aunque no institucional.

El etnólogo ya poseía el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades (1998) y la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes (2002).

El Instituto de Estudios Zamoranos le nombró "socio de honor" en ... Dirige, desde su fundación en 1985, la Revista de Folclore, que ha alcanzado trescientos números, y el Centro Etnográfico que lleva su nombre, situado en Urueña. Su contribución a la puesta en marcha del Museo Etnográfico de Castilla y León no fue pequeña.