Novelista, escritora teatral, guionista, actriz... Para Ana Diosdado todo lo que huela y sepa a interpretación ejerce sobre ella un imán al que se abandona en su atracción. Su asignatura pendiente es dirigir una película aunque ahora está muy centrada en "Oscar o la felicidad de existir", el monólogo que anoche presentó a los zamoranos y que hoy volveré a interpretar. Y lo hace en el mismo escenario -el del Teatro Principal- que hace 35 años le vio debutar con "Olvida los tambores". Deseosa de hablar de la obra que ahora llega a la capital, sólo pone una condición: «que no me llames de Usted». Pero no lo consiguió...

- ¿Cómo explica que se hable de un monólogo en una obra en la que hay varios personajes?

- Yo tampoco lo entiendo mucho. Su autor lo define así porque forma parte de una trilogía de monólogos con un telón de fondo: la espiritualidad. Prueba de ello es que cada una de ellas está relacionada con una gran religión: cristianismo, budismo e islam. Todas las religiones, en realidad, tienen mucho en común. No obstante, yo siempre digo que esto es un falso monólogo porque, en efecto, tiene muchos personajes aunque sólo dos importantes.

- ¿Siente especial predilección por alguno de ellos?

- Los más importantes están acaparados por Oscar, un niño de diez años con leucemia, y la enfermera que le cuida en el hospital. Mi debilidad es el pequeño.

- ¿Ha vivido el mal trago de la leucemia fuera de los escenarios?

- Por suerte, no he tenido que atravesar esa situación nunca. Y espero que no tenga que verme nunca en algo así.

- Después de 16 años sin pisar un escenario, ¿cómo vive el tener que volver a ponerse el "traje de faena"?

- A mí me sorprende mucho porque la gente habla del regreso de Ana Diosdado... pero es que yo nunca sentí que me hubiera ido. Tal vez porque siempre he seguido vinculada al teatro de alguna manera. La verdad es que cuando me dijeron que habían pasado ya 16 años sin subirme al escenario yo dije: «pero... «de verdad ha pasado tanto tiempo»? No me lo podía creer.

- La obra "Oscar o la felicidad de existir ha pasado ya por decenas de teatros del país y han llovido críticas de todos los colores. ¿Afectan cuando distan de ser halagos?

- Sí, de alguna manera sí. En esta ocasión, la verdad es que por ahora no se han metido con mi interpretación sino con la obra, cosa en la que yo no estoy de acuerdo para nada porque Eric-Emmanuel Schmitt es una verdadera maravilla. Yo siempre digo que hay que leerlas, se esté de acuerdo o no. Hay veces que pueden dar pistas en cosas que no te hayas fijado.

- ¿Hay diferencia entre actuar en grandes teatros y hacerlo en uno tan pequeño como puede ser el de Zamora?

- Para mí actuar aquí es algo especial. Yo debuté en el Teatro Principal hace 35 años. Aquí hice realidad la primera obra que estrené: "Olvida los tambores". Por eso es muy entrañable al recordar lo jóvenes que éramos todos.

- ¿Sabe que el Teatro Principal está de aniversario? La programación de este 2006 ha sido seleccionada con lupa...

- Lo sé, y me llena de orgullo. Ya sabía que era el aniversario, como también sé que es el más antiguo de España. Sin embargo, de Zamora conozco muy poco, sólo de paso. Aprovecharé esta oportunidad para conocerla.

- ... A pesar de las obras

- Eso no es problema. España entera está llena de obras. Me han hablado muy bien de la ciudad y no voy a dejar pasar la oportunidad.

- Hablemos de sensaciones. ¿Le corren por el cuerpo las mismas que hace 35 años, cuando debutó en el Teatro Principal?

- Es diferente porque entonces yo debutaba como escritora teatral y quienes tenían que salir a sufrir al escenario eran los otros.

- ¿Sufrir? ¿Acaso sufre sobre el escenario?

- Por supuesto. Y mucho, sobre todo minutos antes de salir. Aunque en realidad no es sufrimiento, es agobio, tensión... sobre todo en el caso de esta obra porque yo sé que una vez que salgo, no vuelvo a entrar hasta que termine.

- El otro día, en Segovia, tuvo un susto. ¿Qué le ocurrió?

- Fue una hiperventilación. Como tengo que hablar sola todo el rato, en las pausas trato de coger todo el aire que puedo. Tenía catarro y fue lo que me provocó el susto, aunque yo seguía hablando cada vez más bajito, sin darme cuenta de lo que estaba haciendo.

- ¿Esta obra ha sido un reto?

- Ha sido una insensatez. Soy una insensata en el trabajo.

- ¿También es insensata en la vida?

- También. Hay veces que es mejor no reflexionar mucho las cosas. Otras sí, claro.

- Usted es presidenta de la Sociedad General de Autores. Mucho se ha hablado de la especulación de los fondos recaudados. ¿Existe desconocimiento en torno a esta Sociedad?

- Mucho, y es normal que lo haya porque es muy multidisciplinar. Cuando se dice que la Sociedad de Autores ha recaudado tantos millones de pesetas, la gente se escandaliza pero es que ese dinero es para repartir entre todos los socios, es su salario.

- ¿Qué le queda pendiente en la vida, tanto profesional como personalmente?

- Dirigir una película. No es fácil. Por lo demás, creo que uno tiene que estar satisfecho con lo que le ha tocado.

- ¿Se ha sentido acosada alguna vez por la prensa del corazón, como es el caso de su ex marido, Carlos Larrañaga?

- Yo nunca. Y lo que están haciendo con él es muy injusto. No se lo merece y ese afán por lo ajeno no tiene razón de ser.