La lengua «tradicional es un símbolo social, además de un instrumento de comunicación». Tal dijo ayer Julio Borrego Nieto, durante su intervención en el ciclo "Cien años de dialectología en Zamora", jornadas conmemorativas del primer centenario de la publicación de "El dialecto leonés", de Menéndez Pidal", que se celebran, organizadas por el IEZ, en la sala de Caja España.

El leonés «es un complejo de hablas, un complejo de variedades, que surgieron al mismo tiempo que otro complejo de variedades que se llamó castellano o gallego», apuntó. Y, después, por razones extralingüísticas «se normalizaron». Se creó una lengua. «Y el leonés, no». Es habla que pervive precariamente. Estudios recientes indican que Santa Cruz de Abranes, en Sanabria, «mantiene una pureza extraordinaria», algo que le «cuesta creer» al catedrático de Lengua Española de la Universidad de Salamanca. Para cerciorarse, le gustaría realizar «un viaje allí, para comprobar si eso es cierto». No obstante, se halla «en franca decadencia» en la comarca sanabresa. Algunos de sus rasgos se convierten en hecho arqueológico. Para él, sólo puede hacerse una cosa: «recogerlo y estudiarlo. Conservarlo: registrarlo y archivarlo». Y, también, hay que convencer «a la gente de que no debe avergonzarse de hablarlo en los ámbitos que corresponda hablarlo». Camina hacia su muerte, pero es más lenta de lo que normalmente se vaticina.

«Para promocionar una lengua, hay que promocionar a sus hablantes». El leonés resurgiría si, «de alguna manera, aquéllos se considerasen dignos de imitación». Esa es la razón, así lo cree Borrego Nieto, de que el catalán tuviera más vigencia que el vasco o el gallego.