No hay que marginar el dolor. O sus distintas expresiones -física, mental o espiritual-, aunque la sociedad intente ocultarlo. «Los enfermos son el rostro sufriente de Cristo», dijo ayer Casimiro López, obispo de Zamora, en la eucaristía celebrada en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, patrona de la parroquia, en la conmemoración de la Jornada Mundial del Enfermo. Y los enfermos son tal cosa, explicó, «en medio del mundo, que nos invita a prescindir de Dios, a suplantarlo, y hacer del hombre la única fuente y meta de todo. En él está la verdad de nuestro origen y de nuestro destino».

López Llorente destacó que «una vida humana sin Dios sólo produce vacío en la existencia». Porque está «a nuestro lado y de nuestro lado». Conoce «nuestra soledad y, también, nuestras esperanzas». «Dios es amor», y, apuntó, «no nos deja aislados en el temor o en el dolor». Esa es «la verdad central» de la fe cristiana, como ha recordado el Papa Benedicto XVI en su primera encíclica. Y el creyente, con la acogida, debe ser testigo diario. «El nos ha creado, por pura gratuidad, para el amor y para la vida», aunque el hombre quiera construir su mundo «al margen de Dios» o «intente erigirse en centro de todo». Sin embargo, Aquél «lo busca y sale a su encuentro».

El prelado zamorano tuvo palabras de afecto para los enfermos y, también, para su familias y para «quienes, de una forma u otra, se dedican a la atención de los dolientes» y resaltó que la eucaristía es «el centro de la vida de todo cristiano, de toda comunidad creyente». Fuente y comunión. En otro momento de su homilía, Casimiro López resaltó expresamente la labor de los profesionales del mundo sanitario y de otros ámbitos, «comprometidos con el mundo de la salud: directores de centros, médicos, capellanes, investigadores, enfermeras, farmacéuticos y tantos voluntarios».

La misa, concelebrada por una decena de sacerdotes zamoranos, y con el templo repleto de fieles con anterioridad al inicio de la liturgia, permitió escuchar los cantos en latín, unas músicas desconocidas por los más jóvenes. Los mayores evocaban otros tiempos. Eso tan antiguo -y bello- era, sin embargo, nuevo para los jóvenes.