Caminan a sus anchas por el cementerio, tirando al suelo jarrones y flores, ensuciando las sepulturas e incluso asustando a las personas que visitan las tumbas de sus seres queridos. Y aunque parezca un cuento de terror, no se trata precisamente de fantasmas o espíritus, sino de gatos callejeros.

En el cementerio de San Atilano residen en la actualidad entre 25 y 30 felinos que campan libremente entre los sepulcros, según datos facilitados por el encargado del recinto, Martín Ranilla. Hace unos días un lector de este periódico denunciaba los «asesinatos, porque no se han conformado con matar a los gatos si no que lo han hecho con ensañamiento, utilizando para la exterminación veneno» que, al parecer y según su opinión, se están llevando a cabo en San Atilano.

Pero tanto el concejal de Medio Ambiente, como el personal del cementerio han negado tales "asesinatos". «Es nuestra responsabilidad y debemos hacer un control cuando se convierten en plaga pero nosotros no hemos matado gatos recientemente», afirma el concejal, Feliciano Fernández. Sí reconoce el edil que hace dos años se sacrificó alguno de estos animales porque el alto número amenazaba las condiciones de salubridad del camposanto. Pero «antes se durmió a los animales y se les llevó a la perrera municipal. No sufrieron, ni se les mató con veneno», indica.

Sin embargo, la historia no termina aquí y lo cierto es que los gatos «causan más perjuicio que beneficio en el cementerio», afirman los propietarios de las sepulturas de la zona más cercana a la puerta del camposanto. «Aquella tumba de allí, que es de la familia Maderal, está llena de ellos por las tardes y me consta que los dueños se han quejado», comenta una señora que prefiere guardar su anonimato. Al parecer y según su declaración, «hay personas que se dedican a traer comida a los gatos, y la ponen al lado de las tumbas». Los felinos dan buena cuenta de esta comida, que suele ser sobras de alimentos cocinados y «se las llevan para comerlas donde más a gusto están, que suele ser encima de las sepulturas».

Esta escena de gatos comiendo y ensuciando las tumbas no es «un plato precisamente agradable para las personas que vienen a visitar a sus seres queridos».

El encargado del cementerio, Martín Ranilla, confirma esta historia. De hecho, el asegura que las personas que dan de comer a los felinos están identificadas. «Suelen ser dos o tres señoras que en vez de venir a visitar a los familiares que han perdido vienen a alimentar a los gatos que lo ensucian todo», explica. El, que es el que tiene que mantener limpio el Camposanto, sabe de lo que habla. «Aparecen sepulturas que da pena verlas, porque los gatos comen donde quieren y hacen sus necesidades donde les da la gana», subraya.

Al ver que los animales se multiplicaban y que ensuciaban cada vez más el cementerio los responsables de San Atilano pusieron avisos en el tablón de anuncios advirtiendo que «está prohibido alimentar a los animales sueltos». El problema, afirma Ranilla, «ya no es que ensucien, sino que al estar sin vacunar pueden ser transmisores de todo tipo de enfermedades».

Pero las personas que se dedican a alimentarlos hicieron caso omiso de los anuncios y «yo no les puedo prohibir el paso, porque esto es un lugar sagrado, pero público», comenta el encargado. Así que Martín optó por avisar a la Policía Municipal cada vez que veía a las señoras citadas alimentar a los felinos. «Vinieron un par de veces y les llamaron la atención, pero tampoco han hecho caso», explica.

Este empleado del Ayuntamiento afirma que de continuo pueden verse por el Camposanto «diez o doce gatos paseando entre las tumbas, comiendo o simplemente tumbados al sol». Son estos felinos los que «cuando quieren juegan con las flores, tiran los jarrones y demás adornos», cuenta una señora mientras pone flores en la sepultura de su familia. «A mí no me ha pasado, pero conozco a gente que sí y les entiendo, si me pasara yo también tomaría mis medidas. Y eso que me gustan mucho los gatos», asegura.

Martín Ranilla afirma que el número de gatos se multiplica alarmantemente. «Ahora son cerca de 30 pero en dos meses aproximadamente, con la llegada de la primavera, las gatas comienzan a parir y no quiero ni pensarlo», se lamenta.

El concejal de Medio Ambiente es consciente de que si estos mamíferos de la familia de los félidos aumentan habrá que tomar medidas pero «nunca lo haremos con veneno», subraya.

De momento, los gatos ya están causando problemas incluso en las cercanías del cementerio porque «cruzan la carretera y se interponen entre los coches. Muchos han muerto atropellados también», recuerda Ranilla.

La entrada al cementerio de San Atilano es todo un espectáculo. Basta con pararse un momento en silencio para observar como los gatos -algunos de tamaño considerable- se pasean entre las sepulturas o incluso se tumban encima para tomar el sol. Una escena que a muchos vecinos de Zamora no les hace ninguna gracia porque «a nadie le gusta encontrarse raspas y demás restos de comida encima de las tumbas de los suyos».