El incendio de la fábrica de lejías de la Bajada del Mercado, que no provocó víctimas y sí daños materiales por valor de 36.000 euros, causó ayer alarma entre los vecinos de edificios contiguos, ante el posible peligro por la combustión del producto. Un riesgo que habría sido real de existir ventanas colindantes con la nave siniestrada, por las que podrían haber penetrado gases tóxicos producidos cuando arde la lejía, según informaron los bomberos.

Fue precisamente un vecino quien detectó el fuego dentro de la fábrica, que linda con el patio de su casa. Las primeras estimaciones indican que posiblemente las llamas comenzaron por un cortocircuito en la instalación eléctrica del local de planta baja, muy antigua al igual que las dependencias.

A las 14.12 horas, los bomberos acudían a la llamada del ciudadano y en un cuarto de hora tenían controlado el siniestro, aunque hasta las 15.42 no regresarían al parque, tiempo empleado en «apagar rescoldos, mover material de la factoría para poder apagar bien el fuego y ventilar el espacio» afectado por las llamas.

Ocho bomberos, toda la dotación salvo el telefonista del Parque Municipal, acudieron a la factoría, en cuyo interior entraron con equipos de respiración «por riesgo de toxicidad dado el material que se estaba quemando», es decir, para combatir «el efecto del humo y de los gases derivados de la quema de los productos almacenados en la fábrica, como el cloro con el que se hace la lejía, que es corrosivos», puntualizaron los bomberos.

Aunque «espectacular» por la columna de intenso humo negro que se divisaba a gran distancia, «consecuencia del plástico que ardía y procedente de las grietas abiertas en el techo de uralita de la pequeña construcción», el siniestro no fue grave, ya que no hubo que lamentar heridos y la parte afectada por las llamas fue fundamentalmente la zona de embotellado, donde trabajaban los obreros que a esa hora habían interrumpido su labor para ir a comer, explicó el hijo de la propietaria de la empresa, Esteban Lozano.

No obstate, el fuego fue intenso y se llevó por delante 1.500 cajas de cartón que estaban apiladas, que fue preciso apagar prácticamente una a una; 1.000 botellas llenas de lejía y 10.000 envases vacíos; y un depósito de 2.500 litros, en el que había almacenados 500 litros de lejía. Asimismo, había 50 kilos de cloro para piscinas de tres efectos. La máquina embotelladora también resultó dañada por el fuego. Los bomberos desmintieron que pudieran haberse producido explosiones como aseguraban los vecinos, ya que se encontraron dos estufas de butano, pero sin bombonas. Entre los vecinos volvió a cundir el miedo a vivir próximos a una instalación en la que se desarrolla una actividad que puede ser peligrosa.

En cuanto a los daños causados por las llamas, las primeras valoraciones oscilan entre los 28.000 euros y 30.000 euros para los bomberos, cuantía que los propietarios del negocio elevan a 36.000, según recoge la agencia Ical.