- "Martina, la rosa numero trece". En la introducción aparecen Toro y su buen vino. ¿Qué pintan la ciudad zamorana y su caldo en una historia de solidaridad y muerte? ¿Es un homenaje a su origen paterno?

- Pues sí. Mi padre, a quien llamábamos cariñosamente Jimmy, tenía dos coordenadas que le ubicaban en la tierra: la primera que era de Toro, y la segunda -tal vez, consecuencia de la primera- que era taxista en Madrid. Tanto quiso y tanto sintió su pueblo que yo a los dieciocho años me "nacionalicé" toresana. Además, toda la gestación del libro fue muy mágica. El Jimmy acaba de morir, y nos había pedido que esparciésemos sus cenizas allí donde más feliz había sido: en la huerta que había labrado su familia, y él mismo, en tierras toresanas. Poco después hicimos una pequeña escapada a Andorra mi hermano, mi cuñada mi marido y yo... Y el libro se gestó ante un buen "Fariña"... ¡Como para no mencionar todo este periplo!

- Después de "Las Trece rosas", la novela de Jesús Ferrero, usted singulariza el caso de la "número trece": Martina Barroso, militante de JSU, fusilada el 5 de agosto de 1939 por el régimen franquista. ¿Por qué recrea la peripecia, en parte común, de aquella chica?

- Mi cuñada, ante ese Fariña que menciono, volvió a contarme los pocos datos que tenía sobre su tía-abuela, Martina Barroso, que fue una de las llamadas "trece rosas". En aquel momento vi ante mí la opción de relatar una preciosa historia que no pasaba exclusivamente por recuperar los pasos de Martina. Debía contar la "obsesión" de Paloma por reconstruir su historia, por compilar datos, por trazar genealogías. Ella llevaba mucho tiempo siguiendo la corta pista que su tía, "la rosa", dejó en sus escasos 23 años de vida. Ha sido un regalo para ella... Ya que nunca sabremos por su boca lo que pensó, sintió y temió, he querido dibujar para Paloma el retrato de lo que pudo haber sido...

- Martina Barroso dejó una foto y poco más: unos vivos recuerdos en los más allegados. ¿Existió una labor de investigación o se trata de una "ficción histórica"?

- Imagínate! Totalmente detectivesca... Han pasado casi setenta años y todos aquellos que vivieron los hechos ya no están para darnos su versión. Así, ha habido que recurrir a fuentes de la época, a supervivientes que estuvieron detenidos en la misma comisaría de Jorge Juan donde estuvo Martina, a compañeras del departamento de menores de la Cárcel de Ventas. Los más mínimos detalles eran importantes para la reconstrucción: qué comían, cómo vestían, las calles por las que transitaban, el olor de la comisaría, los nombres de los policías, cómo era el Socorro Rojo, el comedor social... Me ha ayudado mucho la buena voluntad y la capacidad para evocar las cosas más pequeñas de Concha Carretero, Nieves Torres, Josefina Amalia Villa, Carmen Cuesta, y, especialmente, las mujeres de la familia Barroso y todo lo que se ha transmitido a través de generaciones.

- Es una historia de odio y represión y es una historia de libertad. ¿Cómo combatir el maniqueísmo?

- Contándolo. Hablando de ello en voz alta. Durante casi setenta años, todas las familias de los represaliados han hablado entre bisbiseos, por miedo. Si las cosas se cuentan, se espanta el terror. Si los datos se suman, se hacen recuentos y balances... Recuerdo, por ejemplo, cómo mi abuelo, que fue capitán del ejército republicano, durante cuarenta años tuvo que guardar los papeles de su nombramiento en los barrotes de su cama de matrimonio... Se llama miedo. Y el miedo produce dualidad. Provoca ver el mundo en blanco y negro.

- ¿La ficción recrea los espacios en blanco de la historia?

- Definitivamente, sí. No sé si la Martina que yo he "levantado de su tumba" para hacerla caminar es aquella que anduvo por el madrileño barrio de la Ventilla. Pero es lo que he intentado: Arrojar luz sobre los espacios en sombra. Cuando una persona ve interrumpida su vida antes de cumplir los 23 años, y únicamente queda de ella una fotografía, sólo la ficción puede rellenar esa línea de puntos hasta completar la geografía de ese ser humano.

- ¿Hubo más idealismo que inconsciencia en su actuación?

- Quizá ni lo uno ni lo otro. Hay que retrotraerse a ese momento para comprender cómo se percibía la vida: derechas e izquierdas; sublevados y resistentes; vencedores y vencidos. Martina luchaba por un mundo mejor. No puedo meterme en su piel, pero por el mimetismo que he llegado a tener con su persona, creo que de vivir hoy, no militaría en política, sino que trabajaría por una causa humanitaria. Estaría vinculada a alguna ONG, por ejemplo. En cuando a la inconsciencia, de verdad creo que no la hubo. De hecho, las detuvieron porque fueron delatadas -toda la organización de la JSU, lo fue-, no porque cometieran ninguna "imprudencia".

- Prosigue el camino transitado por Cercas o Dulce Chacón. ¿No hay nada peor que perder la memoria y su dignidad?

- Quien pierde la memoria está condenado a repetir sus errores... Aunque tampoco me gustaría ser una "reivindicadora" de nada, porque sólo soy una periodista. Ni politóloga, ni historiadora... Cercas y Dulce Chacón tuvieron el acierto de hacer buena literatura. De no haber hablado de la "memoria", lo hubieran hecho de otros temas, porque la pulsión literaria corre por sus plumas.

- ¿Y tiene un componente moral, ético?

- Si hablas de "recuperación de memorias históricas": no. En absoluto. Un escritor es un vampiro, que chupa la sangre de los que tiene alrededor. Es decir, jamás pensé centrar una novela en ese período histórico porque mi interés en la guerra y posguerra civil empieza y termina con Martina. Si te refieres a si he volcado algún tipo de "moralina": no. He levantado una ficción sobre unos mimbres reales. Punto. No intento saldar deudas de ningún tipo.

- Muñoz Molina, en el prólogo, afirma que su obra produce "la sensación de haber viajado mientras leíamos al país lejano del pasado". ¿El pasado no se vive, a veces, en España en tiempo presente?

- Vivo en el mismo barrio en el que vivió Martina. Paseo por sus calles. El comedor social al que acudía a prestar servicio de ayuda a los hijos de los milicianos del frente está cerca de donde compro vino. La fábrica de medias en la que trabajaba, está detrás de mi casa... El decorado ha variado poco, salvo por las obras del omnipresente Gallardón. Pero sería injusto decir que las cosas no han cambiado. Martina, y todas las martinas de aquella época, y todas las que la precedieron, lucharon para que yo firme en el banco una cuenta corriente a mi nombre sin necesitar la autorización de mi marido. Lucharon para que yo tenga derecho a que un hombre no me ponga la mano encima. Para que yo acabara unos estudios universitarios y mi sueldo fuera equiparable al de un hombre. No me quiero poner intensa, pero tampoco deseo dejar en el olvido, su lucha. Ellas son la sal del mundo.

- Ernesto Sábato dice que "el dolor es un valioso y sagrado patrimonio al que sólo cabe serle fiel"... Nada que objetar al maestro.

- ¡Dios me libre objetarle nada a don Ernesto! El dolor, más que el placer, es una de las fuentes del aprendizaje. Y, por ende, la literatura. Quizá la melancolía, sería el segundo sentimiento... ¡Soy una elegíaca, qué le voy a hacer!

- Ángeles López: novelista y poeta, sí. Pero es, sobre todas las cosas, la autora de "Trastorno afectivo bipolar", con prólogo de Guillermo Cabrera Infante.

- No sé si sobre todas las cosas. Digamos que el libro funcionó -y sigue funcionando- de maravilla. Va por la séptima edición y lo que más feliz me hace es que he recibido cientos de cartas de bipolares, diciéndome que se han enterado que padecen el trastorno gracias a mi libro. ¡Eso es una maravilla! Piénsalo. Me ha dado muchísimas satisfacciones. El propio Cabrera Infante, en el prólogo, me confesaba que padecía el desorden... e imagínate el genio literario que llegó a ser. Animo a todos lo bipolares -o quienes sospechen serlo-- para que acudan al psiquiatra. Con un eutimizante adecuado pueden llevar una vida absolutamente normal.

«¡Sí, me he atrevido con Dan Brown!»

- Usted es periodista y trabaja como "freelance". ¿Eso es como vivir a la intemperie o eso es no tener amo ni señor?

- Eso significa que durante 15 años trabajé en radio y televisión y un buen día dije "basta". Quiero escribir. Quiero tener tiempo para dejar de hacer versos por la noche y novelas los veranos. Quería tiempo para mí. Tiempo para encauzarme por la entrevista y la crítica literaria, tiempo para leer... Eso sí, dejé de ganar una buena nómina y he pasado a engrosar la lista de los autónomos de este país, que somos los últimos monos de la seguridad social.

- ¿Se ha atrevido con Dan Brown y sus códigos y best sellers?

- ¡Por supuesto! Hago crítica en diversos medios y tengo que leerme 4 libros a la semana. Mal haría si no me lo hubiera leído. También me he zampado "La historiadora", "Imprimatur", los 7 tomos de "Harry Potter"y lo que venga. Otra cosa es que prefiera releer a Lorca en mis ratos libres.