"La coca me hacía sentir supermán..., ¡pero sin poderes!", testimonios desde Proyecto Hombre Zamora

Los porros y el alcohol son la puerta a las adicciones

El siguiente escalón: cocaína, speed, ketamina y un largo etcétera en el que se está colando la heroína, aunque en Zamora no es la más consumida, explica la coordinadora de Programas de Cáritas y directora del CAD, Mª Jesús Sánchez

Usuarios y  usuarias de Proyecto Hombre realizan los trabjos cotidianos en la comunidad de desintoxicación, asisten a tallaeres y ocupan su tiempo libre en la lectura  en la biblioteca. %.- al supervisión del equipo terapéutico dirigido por Nuria Martín (primera a la derecha en la foto número 5) y de tres profesionales de la  posicología, entre ellos Marta Carpintero (primera en la misma foto), mientras otros beneficiarios realizan labores de matenimiento.  | FIRMA FOTO

Usuarios y usuarias de Proyecto Hombre realizan los trabjos cotidianos en la comunidad de desintoxicación, asisten a tallaeres y ocupan su tiempo libre en la lectura en la biblioteca. %.- al supervisión del equipo terapéutico dirigido por Nuria Martín (primera a la derecha en la foto número 5) y de tres profesionales de la posicología, entre ellos Marta Carpintero (primera en la misma foto), mientras otros beneficiarios realizan labores de matenimiento. | FIRMA FOTO / Alba Prieto

"Sabía que no sobreviviría este invierno en la calle, que me moriría". El ejemplo claro lo tenía en los dos amigos toxicómanos que han fallecido en menos de tres años. El miedo y la familia arrastraron a este joven de 37 años -al que llamaremos Ángel- hasta Proyecto Hombre de Zamora. "Al cementerio de elefantes", un término bien traído porque es el último cartucho en la recámara de las personas drogodependientes para reconstruir sus vidas y la integración sociolaboral, explica María Jesús Sánchez, coordinador de Programas de Cáritas.

La también directora del Centro de Atención al Drogodependiente (CAD) en Zamora, gestionado por la ONG, deriva a quienes no les funciona el tratamiento ambulatorio al programa "incluido desde hace un año en la Red de Adicciones de la Junta de Castilla y León", indica.

Ángel, con su altura de 1,84 metros, entró en la comunidad terapéutica con menos de 60 kilos , "en infrapeso, muy mal, sin fuerza mental ni física", recuerda y asienten la directora de Proyecto Hombre, Nuria Martín, y una de las tres psicólogas del equipo terapéutico, Marta Carpintero. Bajo su tutela ha estado los tres últimos meses sin alcohol ni drogas, tras veinte años de adicciones.

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Interior de Proyecto Hombre / Alba Prieto

"Tenía que consumir antes de trabajar para estar activo"

Los porros se instalaron pronto en su rutina diaria con el alcohol, tenía 17 años. Sin darse cuenta, ya la cocaína se había colado en su vida. "Las malas compañías del instituto" le llevaron a enganchares a "la euforia de la coca que te hace sentirte superman", Ángel tuerce la cabeza y agrega, "¡pero sin poderes de ningún tipo!". No mucho después, "empecé a notar que esos acelerones no me venían bien y que tenía que consumir demasiados porros para compensarlos y probé la heroína fumada. Te deja anestesiado, no te duele nada físicamente ni psicológicamente".

Abandonó el fútbol, tras quince años fichado por un club profesional. Le pagaban un sueldo de 800 euros, pero estar en el equipo "suponía demasiado control". Y la droga exigía más. Logró otro empleo a media jornada, otros 600 euros para la droga. Dijo adiós a los estudios al mismo tiempo y "fui entrando en círculos donde las exigencias eran menos, sin normas".

Mantuvo como autónomo un almacén de productos de limpieza durante ocho años. Incluso, fue vigilante jurado, "llevaba una doble vida". Pero para poder afrontar el día, "tenía que empezar consumiendo bastante antes de ir al trabajo para estar activo en él". Perdido en un laberinto de mentiras con las que solo se engañaba a sí mismo porque "mi familia sabía que me drogaba y mis parejas también", las mujeres que fueron dejándole porque "era insoportable vivir conmigo, la agresividad verbal".

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"Mi padre alcohólico era muy agresivo, después el ogro era yo"

Veinte años de politoxicomanía en una vida de 37 son demasiados, "muchos en los que he podido llevar una estabilidad dentro del caos, consumiendo a escondidas, pensando que lo controlaba". Hasta que en el último año y medio "vuelvo a probar a fumar cocaína en pipa y mezclo con heroína. Ha sido la gota que colmó el vaso". Una sobredosis de pastillas, alcohol y drogas le convence de acudir a su primer intento de desintoxicación en un programa para jóvenes, por supuesto, obligado por su familia.

Proyecto Hombre Zamora es la última oportunidad que le ha dado tras la recaída que la mantuvo en el lado oscuro hasta otoño. "Por primera vez me detengo a pensar en mí y en mi vida" . ¿Qué ves cuando miras el retrovisor? "Un caos tremendo, tengo mucho que pulir". Está saliendo "de años de aislamiento", incluso, de delincuencia, de pequeños hurtos para consumir, de peleas. Su padre era alcohólico, "muy agresivo, era un ogro" en casa, "después, el ogro era yo", con una agresividad verbal incontrolable, declara.

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"En Proyecto Hombre he avanzado más de lo que esperaba"

Esta corta estancia en Proyecto Hombre "me ha ayudado, sobre todo, las terapias, la atención de la psicóloga es lo que más me sirve. He avanzado más de lo que esperaba", un progreso que le está permitiendo ir recuperando la relación con la familia, "estaba muy despedazada". Espera que su testimonio sirva a tantos chicos y chicas que empiezan a tontear con las drogas; y a los que ya están hasta el cuello les aconseja "que pidan ayuda. Yo también creía que lo controlaba, que no estaba tan enganchado, ni me podía morir".

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"Mi madre murió con 27 años enganchada a la cocaína"

María, que está en la última fase, la de reinserción socio laboral, con dos cursos de formación terminados y buscando piso para irse a vivir con el único hijo que aún tiene bajo su patria potestad, con derecho a visitas. Comienza relatando una vida que ha pivotado en torno a las drogas desde que nació."Mi madre murió con 27 años enganchada a la cocaína y la heroína cuando yo tenía 10 años. Consumía delante de mí y de mis hermanas". Aunque con tres años ya vivía tutelada por la abuela y el abuelo -de su padre nunca ha sabido-, su progenitora tenía derecho a tenerla fines de semana. Fue María con seis años de edad quien dio la voz de alarma, "mi abuela fue y se llevó a mis hermanas, hijas de otra pareja de mi madre que también consumía".

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Cocaína, anfetaminas, heroína y ketamina a los 18 años

Crecer sin una madre "fue una carencia muy dura", aunque se sentía querida y cuidada. Tanto que "quise saber por qué ella había elegido ese mundo antes que a sus hijas". Durante la entrevista, esta joven rubia, un torbellino de 35 años, que ha entrado y salido de programas de desintoxicación, conoce lo que es no tener desde niña, su abuelo estaba enfermo, los ingresos en casa eran tan escasos que la ayuda de Cáritas era imprescindible para comer. A los 18 años ya estaba metida de lleno: cocaína, anfetaminas, heroína, ketamina, "me daba igual". Como es habitual entre drogodependientes, robó para poder consumir, "mi abuela lo sabía,solo me decía, ‘‘ten cuidado’’, qué iba a hacer". Y acabó en prisión .

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"Mi pareja me pegó una puñalada cuando estaba embarazada"

Con 18 años, abandona su ciudad natal para dejar atrás esas adicciones, "rehice mi vida, pero con problemas grandes. Me iba de fiesta y me olvidaba de todo, estaba rodeada de gente y drogada siempre". Perdió a sus hijas, "me las quitaron porque mi pareja me maltrataba, me pegó una puñalada cuando estaba embarazada de la pequeña". Terminó con su novio en la cárcel, cuatro años para desintoxicarse y dejarle, pero recayó al quedar en libertad condicional y vuelta a empezar.

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Proyecto Hombre "me ha dado una vida nueva"

Proyecto Hombre "me ha dado una vida nueva, la oportunidad de empezar de cero", tras diez meses de estancia. "Entré rota por dentro y por fuera, obligada". María que lleva fatal "que me digan lo que tengo que hacer, que mi forma de vida no es la adecuada", solo tienen palabras de agradecimiento y cariño para Nuria y para Marta, con ellas, con todo el equipo, "aprendes a gestionar tus emociones, la ansiedad, la impotencia. Aquí te enseñan a pedir ayuda, te dan herramientas para no volver" y "dejar atrás la zona de confort de la droga donde nada te duele pero estás destrozada".

Son las nueve y media de la mañana, el silencio parece haber engullido la finca. Los talleres ocupacionales, las terapias, la limpieza, la comida y el mantenimiento. Es tiempo para la vida cotidiana.

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