Toda una experiencia alrededor del idioma y la vida

Laura Robleda Fernández es una de las zamoranas que disfruta este curso de la beca de estudio Amancio Ortega en Estados Unidos

Laura Robleda Fernández es una de las zamoranas que disfruta este curso de la beca de estudio Amancio Ortega en Estados Unidos

Laura Robleda Fernández es una de las zamoranas que disfruta este curso de la beca de estudio Amancio Ortega en Estados Unidos / Cedida

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

Reconoce que los primeros meses fueron intensos "e incluso duros", pero ahora está totalmente integrada en esta nueva vida académica y social en Estados Unidos. La zamorana Laura Robleda Fernández, alumna del Sagrado Corazón de Jesús, es una de los estudiantes españoles que este curso disfruta de una beca de la Fundación Amancio Ortega para cursar el equivalente a 1º de Bachillerato en Buffalo, en el estado de Nueva York.

Desde bailes hasta partidos de fútbol americano o incluso fiestas de pijama, la zamorana está llenando su maleta de recuerdos imborrables desde el primer momento que pisó suelo norteamericano. "Mi familia de acogida no podría ser más maravillosa", agradece la joven. Se trata, casualmente, de la directora del instituto donde estudia y su hija. "Es increíble la manera en la que me han acogido en su casa como a una más, dándome todo su cariño, junto con la mejor experiencia que podía pedir", añade.

Toda una experiencia alrededor del idioma y la vida

Toda una experiencia alrededor del idioma y la vida / B. Blanco García

La cercanía de Buffalo a las cataratas del Niágara y Canadá hace que el tiempo en esa zona del país sea especialmente frío. De hecho, a la habitual nieve se unió una vez una terrible tormenta que les dejó sin luz durante seis días.

Toda una experiencia alrededor del idioma y la vida

Toda una experiencia alrededor del idioma y la vida / B. Blanco García

No es la única extranjera que estudia en el instituto Kenmore West High School; otras tres alumnas están viviendo la misma experiencia, llegadas desde Francia e Italia, además de otra española. Todas ellas tienen un horario similar a la de la zamorana, que arranca a las 7.40 horas de la mañana. "Mis asignaturas en la primera parte son diseño de interiores, cocina, historia de Estados Unidos, educación física, anatomía y teatro", enumera. Tras las comida, a las once y media del mediodía, continúa su horario escolar con álgebra, inglés y español. "Acabo las clases a las 14.22, pero casi todos los días tengo actividades después de clase, porque hago teatro y estoy en el equipo de baloncesto", explica.

Además de las asignaturas, la mayor diferencia entre su nuevo instituto y el colegio Sagrado Corazón de Jesús de Zamora es "sin duda" el tamaño, que le hacía perderse por los pasillos durante los primeros días. "Otra gran diferencia es la diversidad de razas, religiones, culturas y también la forma de vestir, ya que la mayoría de la gente va con pantalones de pijama y zapatillas de estar por casa", describe con gracia.

Anatomía es su asignatura favorita. "En esta clase aprendemos de una manera muy práctica, ya que hacemos muchas disecciones", valora. En el lado contrario está el inglés, "porque está diseñada para los nativos, por lo de leer y redactar los textos que nos manda el profesor y se hace un poco complicado cuando el inglés no es tu primera lengua", asegura.

Arriba, la zamorana, en la escalera de la derecha, con sus compañeros de teatro. A la izquierda, durante una de las nevadas en Buffalo. Bajo estas líneas, en el parque natural del Niágara. Abajo a la izquierda, con el equipo de baloncesto (de pie, la tercera por la izquierda). | Cedidas

Arriba, la zamorana, en la escalera de la derecha, con sus compañeros de teatro. / Cedida

Aun así, subraya que está avanzando a pasos agigantados en el conocimiento del idioma. "Es increíble lo rápido que se aprende cuando no tienes otra opción. Cuando la gente me pregunta, siempre respondo que es porque el cerebro se pone en modo supervivencia, por lo que te vuelves una esponja que aprende cada palabra que escucha", analiza. De esta manera, en tan solo un mes pasó de entender alrededor del 70% de las conversaciones a no tener ningún problema para seguir los diálogos y las propias clases. "A día de hoy, la gente nota que tengo un claro acento español, pero soy capaz de hablar de manera completamente fluida", afirma con cierto orgullo.

Lo más duro de esta experiencia fue hacerse a los compañeros. "Eres tú el que tiene que hacer un esfuerzo por integrarte, porque la gente, por lo general, es mucho más cerrada que en España", compara. "También se nota un déficit de afección física, no hay costumbre de abrazar", añade, sin querer entrar en detalles con la comida. "Sinceramente, creo que es algo a lo que no me voy a llegar a acostumbrar", bromea.

Con todo, lo tiene claro: está siendo una de las mejores experiencias de su vida. "Me llevo muchos aprendizajes, como que nosotros nos ponemos nuestros propios límites, porque siempre pensé que ser bilingüe era imposible y solo lo era en mi cabeza", reconoce. Siente que ha madurado "de golpe" y que la vivencia le está ayudando a ser más fuerte e independiente. "Es una experiencia que recomiendo a todo el mundo porque, más que aprender inglés, sobre todo, aprendes sobre la vida", concluye.

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