Entrevista | José Lázaro González Exjefe de Urgencias del Complejo Asistencial de Zamora

"Había criterios para ingresar en la UCI, pero nunca se discriminó por la edad"

"Estuvimos desbordados por el COVID: una tarde había seis o siete ambulancias a la puerta y no teníamos sitio para bajar los pacientes"

José Lázaro, en la puerta de Urgencias

José Lázaro, en la puerta de Urgencias / ANA BURRIEZA

Carlos Gil Andrés

Carlos Gil Andrés

José Lázaro González es, sin duda, una de las personas que mejor conoce al COVID, ya que luchó contra él en primera línea, como jefe de Urgencias del Complejo Asistencial de Zamora y después libró otra batalla, a vida o muerte, contra la misma enfermedad que le tuvo dos meses en la UCI, de la que salió de milagro: "El apellido Lázaro es más oportuno que nunca". Tres años después de la pandemia José Lázaro, de 64 años, está convencido de que se actuó correctamente, por más que hubiera olas en la que sanitarios y sociedad estaban al límite de sus fuerzas.

"Había criterios para ingresar en la UCI, pero nunca se discriminó por la edad"

"Había criterios para ingresar en la UCI, pero nunca se discriminó por la edad" / Carlos Gil Andrés

–¿Sospechaban hace tres años la que se nos venía encima?

–En diciembre del 19 empieza a haber casos de COVID en el mundo, pero pensábamos que podía ser como el ébola: nos asustaron muchísimo, se compraron muchos epis, pero no vimos un solo caso en Zamora. Luego la Dirección nos dijo, chicos vamos a prepararnos porque esto es una cosa muy seria y no lo hemos vivido nunca.

–Y vaya si fue serio.

–Tuvimos el supuesto primer caso de una niña de Morales de Toro que no se confirmó y después un primer caso real de un paciente que había estado de vacaciones en Benidorm. Pero lo realmente serio fue cuando empezaron a llegar desde Toro personas de una determinada etnia que habían estado en una boda en La Rioja. Venían mal, pero estaban de pie y hablaban contigo y al cabo de unas horas su estado empeoraba, ingresaban en la UCI y fallecían. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de lo que se nos venía encima.

Empezaron a llegar desde Toro personas de una determinada etnia que habían estado en una boda en La Rioja. Ingresaban en la UCI y fallecían. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de lo que se nos venía encima.

–¿Qué hicieron?

–Cambiar completamente el circuito de asistencia y la forma de trabajo, con equipos estancos de medicina y enfermería para evitar que un contagio afectara a toda la plantilla, lo que hubiera sido un caos. La última semana de marzo y primera de abril fue horroroso, no dábamos abasto en la zona COVID. El resto de urgencias no suponía nada, se pasó de ver más de 150 enfermos diario a entre 20 y 30 en la zona, digamos, normal, porque estábamos en confinamiento. Mucha gente aguantaba y aguantaba y cuando se decidía a ir al hospital estaba realmente mal. De hecho muchos pacientes iban directos de urgencias a la UCI, y hubo que habilitar otra. Me pregunto cómo fuimos capaces de soportar aquello.

–Era una enfermedad desconocida. ¿Cómo se decidían los tratamientos?

–Se hicieron dos equipos de trabajo que formábamos seis o siete personas de los servicios más implicados y que determinábamos como se tenía que trabajar con esos pacientes, en función de todo lo que iba saliendo. No conocíamos la enfermedad, sabíamos que era un virus de China y que aquello era un oscurantismo total. Pero no sabíamos nada del tratamiento: se ensayaron todo tipo de cosas, desde los inmunosupresores como tales, supresores, cloroquina... Y luego las cosas fueron modificándose, los tratamientos, con nuestros resultados más los que iban obteniendo en otros hospitales y las directrices de la Junta y el Ministerio de Sanidad. En Urgencias fuimos haciendo espacios estancos que ampliábamos a medida que se fue necesitando.

–¿Tuvieron la sensación de no dar abasto?

–De estar completamente desbordados. Recuerdo una tarde de octubre, en la segunda ola, con la zona COVID llena, la zona de rápido llena, y cinco o seis ambulancias del 112 en fila con los pacientes dentro porque no había espacio para bajarlos. La coordinadora del 112 de Zamora dijo, mira lo siento mucho pero tengo que bajar a los pacientes porque tengo que ir a buscar otros. Al principio piensas, pero como se le ocurre, pero luego reconoces que ella tiene que hacer su trabajo también. Tuvimos que habilitar otra zona añadida donde poner a estos pacientes sospechosos pero que no podían pasar a ninguna zona asistencial. Había veces que te hundes y dices, ya no puedes más y al poco rato piensas que esa era tu función y tenías que resolver eso como fuera.

–¿Sufrieron falta de material o equipos?

–No. Así como en otros hospitales hubo muchos problemas, la gente se ponía plásticos y esas cosas, en nuestro caso no tuvimos ningún problema de equipación, ni en cuanto a fármacos, ventiladores, todo lo que se necesitaba lo teníamos por parte de la Dirección. Además teníamos un compañero que es un "pope" de la ventilación mecánica no invasiva, el doctor Folgado y formamos un equipo que posiblemente sea el mejor servicio de Urgencias de la comunidad. No se lo dice un R1, R2 o R3, yo soy R32, llevo 32 años en esto y conozco las urgencias de muchos sitios.

Aquí no tuvimos problemas con los equipos, la medicación o los ventiladores. En otros sitios se ponían plásticos

–¿Hubo discriminación por razón de edad para el ingreso en la UCI?

–Por razón de edad, no, por razón de esperanza de vida, sí, evidentemente. Nosotros teníamos unas limitaciones y había once boxes en la UCI normal más la UVI ampliada, hay limitación de espacios y tenías que tomar decisiones sobre quién debía entrar y quién no. No se tomó nunca, que yo sepa, por el criterio de edad para decir este paciente entra o no entra en la UCI. Por razón de esperanza de vida, por pronóstico, evidentemente. Como en todas las situaciones de catástrofe: no atiendes primero al que esta muy grave con muy pocas posibilidades de vida, sino al que puedes hacer algo por él. Esta era una situación de catástrofe asistencial y actuabas conforme a lo que está escrito y marcan las normas, pero nunca por un criterio de edad.

–¿Qué le parecían los aplausos?

–Pensaba, cuidado con los aplausos de hoy son las hostias de mañana. Y efectivamente, se han incrementado un 38% las agresiones a los médicos. Esos que nos aplaudían, ahora nos pegan. ¿Qué le parece?

–Ahí pueden influir otros factores de deterioro de la asistencia sanitaria.

–Sí, pero ¿por qué lo tenemos que pagar nosotros? Yo no soy el que te estoy perjudicando, sino el que te intento mejorar. Hay especialidades en las que no hay médicos suficientes, como Atención Primaria. Pero la culpa no la tiene el médico, ha sido la gestión de otros la que ha llevado a que no haya médicos. El médico cuando sale a la calle se ha hecho sus seis años de carrera, el año de preparación del MIR y entre cuatro o cinco de formación. Es decir, se sale a la calle con 28-29 años y has dedicado lo mejor de tu juventud a formarte, aparte de que ya para entrar en medicina tienes que dar un nivel. Y esto implica perder muchas cosas, por eso cuando lees comentarios de que si ganamos mucho….

Ya lo decía, cuidado con los aplausos de hoy son las hostias de mañana. Y efectivamente, se han incrementado un 38% las agresiones a los médicos. Esos que nos aplaudían, ahora nos pegan. ¿Qué le parece?

–¿Dejó la jefatura de servicio por la pandemia?

–No. Yo tenía pensado dejar la jefatura de servicio antes, justo cuando empezó la pandemia, en 2020, teníamos unas elecciones por esas fechas. Pero cuando vino la pandemia me sentí como el capitán que abandonaba el barco , pensé que no era el momento y lo pospuse.

–Y fue después de dejar la jefatura cuando se contagia del COVID.

–Fue tres meses después. Habíamos estado toda la familia junta y nos contagiamos mi mujer, mi hija y yo. A partir del cuarto día empecé con dificultades para respirar y el séptimo día empeoré. Esa es la fecha clave, el séptimo día, que era el punto de inflexión de la enfermedad. En mi caso fue el ingreso hospitalario, estuve diez días, lo pasé muy mal con un sistema de ventilación especial, solo. La soledad, ahora visto desde el punto de vista del paciente, me marcó muchísimo. Además, como me veían nervioso, con la medicación empecé a tener alucinaciones, persianas que subían y bajaban solas, gatos en el suelo, cosas muy raras. Ocho días después pedí el alta voluntaria y poco después hacía vida normal.

Ahora lo peor es el aspecto mental, la sensación de que te podías haber ido, y se pasa mal

–Y luego, se vuelve a complicar.

–Tras las Navidades notaba que las cosas iban cada vez peor, pero como tenía consulta en febrero con Neumología, decidí esperar. Al final, llegué al hospital con el oxígeno por los suelos: di positivo en la PCR y una broncoscopia me detectó una serie de bichos, entre ellos el hongo aspergillus. El tratamiento no funcionaba y me llevaron a la UCI, al mismo box en el que estuvo el doctor Estella, mi compañero de promoción y amigo, que después falleció. Estuve dos meses y pico intubado, sedado, tuve muchos sueños, me acuerdo de algunos, algún mal recuerdo sobre todo el frío que sentía a la hora del aseo, a pesar de estar dormido. Me despertaron varias veces y me tuvieron que volver a sedar porque empeoraba. En una de ellas el compañero me pregunta, Pepe, ¿dónde estamos? y yo miré así y digo, en Santiago de Compostela. Hubo momentos malos, como cuando despertaba y esperaba ver a mi mujer, sin comprender que no era la hora de vista en la UCI.

–¿Tiene secuelas?

–Al llegar a casa veo las fotos y me reconozco como un paciente terminal. He ido recuperando con rehabilitación. Ahora tengo un pie equino y algo de fatiga, pero lo peor es el aspecto mental, la sensación de que te podías haber ido, y se pasa mal.