Entrevista | Joaquín Díaz Etnógrafo y folclorista

"Tenemos que apreciar y dar lustre a los valores de lo rural para que lleguen"

"No hay costumbre que haya tenido tanta importancia desde el punto de vista social y cultural como las mascaradas"

El zamorano Joaquín Díaz recibe el Premio de Investigación  de manos del paleontólogo Juan Luis Arsuaga . | |  DAVID MUÑOZ

El zamorano Joaquín Díaz recibe el Premio de Investigación de manos del paleontólogo Juan Luis Arsuaga . | | DAVID MUÑOZ / Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

El etnógrafo y folclorista zamorano Joaquín Díazha recibido esta semana en Madrid el Premio de Investigación que otorga la Sociedad Geográfica Nacional.

–El jurado en su fallo le ha denominado como el gran científico de las tradiciones que tiene su particular "big data" en instrumentos musicales, almanaques, en el lenguaje de las campanas, cuentos, danzas o romances.

–Es una forma de denominarlo (risas). La ciencia es importante y los métodos científicos hay que aplicarlos cuando se deben, pero lo que más me interesa del folclore es que te deja apreciar la intuición, la imaginación... todas aquellas virtudes que no tienen que ver con la ciencia, sino con el espíritu del ser humano y eso es lo que más me atrajo siempre la tradición.

–¿Qué es para usted la tradición?

–La tradición es como un catálogo de Zara donde puedes encontrar de todo y ese catálogo te responde a una serie de cosas que tú necesitas y que te ayuden a comprender mejor el entorno. La tradición es un catálogo de respuestas que puede hacerse uno. Dentro de ella para mí es muy importante escuchar. Me he pasado media vida oyendo la vida de una cantidad de personas enorme. Es importante escuchar porque la persona que te está comunicando se te manifiesta de una forma muy íntima y directa, te transmite sus gustos. Esa comunicación humana no se puede perder. La tradición a mí me llena esas necesidades.

–¿Cómo comenzó su relación con ella?

–Empecé desde muy niño porque mi madre cantaba canciones en todo momento, pues en esa época las amas de casa cantaban todo el día, y vivíamos en Zamora y yo aprendía mucho de la muchacha que ayudaba a mi madre que era de Padornelo. También influyó mi abuelo materno que contaba cuentos muy bien. Todo eso hizo que se creara un sustrato en el que he procurado sembrar y tener mi propia cosecha.

Estoy escribiendo mis recuerdos de Sanabria, una zona que siempre me ha atraído

–Y en el desarrollo ¿qué influyó?

–Me dediqué a cantar en público y eso fue una experiencia que me permitió relacionarme con un público que buscaba determinadas cosas que yo trataba de darle y una de ellas era explicar los contextos en los que nacían las canciones. Esa explicación me vino muy bien porque me ayudó a investigar cómo surgían las canciones, de dónde provenían y en qué circunstancias nacían. Todo ello me fue ayudando a crecer.

–¿Para defender sobre un escenario la música de raíz y reinterpretarla hay que conocerla en profundidad?

–Sí. Y una de las cosas que sí me propuse desde el principio fue crear mi propio estilo y procuré que fuera un tanto atemporal. Yo pensaba en mi juventud que algún día estas canciones quedaran. Muchos de los discos que grabé los escuchas ahora y no tienen nada que demuestre que son antiguos. Discos grabados hace 50 años se mantienen en el tiempo porque no introduje instrumentos en el acompañamiento que pudieran tener una cierta connotación temporal.

–Lo dice con orgullo.

–Totalmente. En mi vida hay cosas en las que sí he acertado y otras en las que no y esta es una de las certeras. Quizá otra ha sido el mantener la constancia y la paciencia para que la sociedad apreciara el patrimonio tan rico que era el patrimonio inmaterial que yo siempre lo uno con el material porque es muy difícil que se produzca aisladamente.

–Habla de paciencia, pero ha sido una carrera de fondo hasta que hemos empezado a valorar nuestro pasado.

–También la sociedad evoluciona y reacciona ante cosas. No es que esté completamente satisfecho, pero en este momento hay gente trabajando en el patrimonio lo que es imprescindible porque una persona no se puede aislar en el tiempo y pensar que ha nacido ayer el mundo, sino que hay que valorar el pasado en la medida en que te da un marco en el que desarrollar tus propias ideas y mirar al futuro. Siempre hay que mantener esa relación con el pasado. Me apena que la gente que vive en los pueblos no haya apreciado, por ejemplo, el nombre que se da a los pagos, que dan idea de cómo era el terreno, qué características tenían porque no se ponían esos nombres al azar. Eran absolutamente intuitivos, pero basados en claridades. El conocimiento de los nombres de los pagos de una localidad ayuda a conocer su historia y el desarrollo de ese mismo término.

–¿El mundo de la cultura tradicional puede ayudar a la Zamora Vaciada?

–Sí (tajante), todavía la gente que vivimos en los pueblos confiamos en que no es tan importante que haya más o menos gente en ellos. Lo importante es que los habitantes que estemos, apreciemos y sepamos darle un lustre que permitan a otros apreciar también esos valores que tiene el mundo rural. Hay que ayudar y nos tiene que ayudar.

La capacidad de evolución que tiene la tradición es lo que ha hecho que nos llegue

–Y ¿puede ayudar a revitalizar los pueblos, tal y como ha pasado con Urueña, la Villa del Libro, donde está asentada su fundación?

–Es complejo, no se puede con una sola cosa. Sería una trama que en la que la tradición fuera un ingrediente más. El problema es que se ha destruido mucho sin sustituirlo por algo nuevo y mejor. Hay que volver de nuevo la vista atrás para saber qué nos ha quedado de aquel caos de los años sesenta en el que parecía que todo era industrialización y modernismo, analizar qué cosas podemos barrer de todo aquello y quedarnos con lo principal que es el conocimiento del entorno en el que vivimos y su valoración.

–Usted realizó un amplio trabajo de campo en Sanabria.

–Allí traté con muchas mujeres y precisamente estoy empezando a escribir mis recuerdos de Sanabria. Me engendraron en la Fonda de la Pascasia en Sanabria, según me contaban mis padres, y he tenido una atracción tremenda siempre hacia la zona. Fueron muchas mujeres las que me han transmitido tanto, que son personas que casi recuerdo a diario ahora que estoy empezando a escribir sin una fecha marcada para la publicación. Sanabria la he visitado desde 1973 hasta finales de los 90 en cuatro etapas y la evolución que se ha producido me ayudará a analizar qué ha pasado en la comarca.

–En usted la transmisión oral fue vital para descubrir aspectos de la tradición ¿se ha roto ese cauce?

–Romperse yo creo que no, pero se ha debilitado mucho. El hecho de que no hayamos prestado atención a lo que era la cultura en general, el cultivo de uno mismo y de las cosas que nos ofrecían nuestros padres y abuelos, ha hecho que convirtamos lo que era un huerto bastante próspero en un huerto en el que cultivamos una simple mata de tomates. Todavía hay muchas cosas que se pueden apreciar. Podemos tener la oportunidad de no perder todos esos valores.

Uno de los últimos premios al zamorano Joaquín DíAz.

Uno de los últimos premios al zamorano Joaquín DíAz.

–Habla de no perder valores y justamente en la provincia de Zamora se ha creado una federación que aúna a 18 mascaradas que buscan promocionar, impulsar las celebraciones y la recuperación de la que se hayan podido perder.

–Lo observo con una gran satisfacción y con mucha esperanza. Hay que dejar que los vecinos sientan orgullo por lo que tienen, de lo que sus antepasados le han legado y que por muchas razones hemos ido perdiendo.

–Tras la puesta en valor e incluso recuperación de algunas manifestaciones, ¿podría producirse algo más?

–Dos aspectos hay que tener en cuenta. Por un lado, el colectivo que lo está haciendo, los propios vecinos ayudándose unos a otros como se hacían antes las cosas en los pueblos. También es una ayuda porque, en muchos casos, desde fuera se valora, y, al tenerse en cuenta, se visitan los lugares donde tienen lugar. Hay todo un entramado que sirve para que también económicamente se mantengan, a veces, determinados servicios. Hay que mover ficha porque quizás si se espera, sea demasiado tarde. Siempre queda algo, pero es preferible cuando todavía hay personas que recuerdan cosas y pueden ayudar a reconstruir, siempre con respeto. La reconstrucción puede surgir en cualquier momento. Las tradiciones no se mantienen en el tiempo iguales, siempre hay momentos de más o de menos intensidad y van evolucionando en la medida en que la sociedad las necesita y las valora.

Me interesa el folclore porque te permite valorar las virtudes del espíritu humano

–Las mascaradas de la región acaban de ser reconocidas como BIC por parte de la Junta de Castilla y León, un paso hacia adelante para conseguir ser Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

–Nunca es tarde, pero no hay costumbre que haya tenido tanta importancia desde el punto de vista social y cultural. La administración siempre tiene que estar a una distancia prudente, actuar y proteger el patrimonio. Yo confío más en la voluntad de la gente, en el esfuerzo de mantener estos años esta tradición que en cualquier tipo de reconocimiento.

–Usted defiende que la tradición no es repetición, sino que es innovación.

–Siempre. Esa capacidad de evolución que tiene la tradición es lo que permite que nos llegue hasta nuestros días. La persona que inventó la palabra folclore, que para mí es muy importante y significativa, fue un anticuario que se dio cuenta de que las antigüedades más antiguas estaban casi desaparecidas o debían de ser analizadas por un arqueólogo, mientras que las antigüedades que habían llegado a sus días, ya se podían decir que eran antigüedades actuales. Eso son las posibilidades que ofrece la tradición.

–La música de raíz ¿está viviendo ahora mismo un excelente momento?

–Sin ninguna duda. Ojalá en la época en la que yo empecé hubiera contado con gente tan preparada que han llegado a unos niveles de virtuosismo y de comunicación increíbles. En Zamora está el ejemplo de Luis Antonio Pedraza que es un fenómeno musical. Gente como él, que hay muchos en este momento, nos dan la posibilidad de confiar en el futuro y en el presente.

–La mezcolanza de folk y nuevos sonidos como la música electrónica, ¿qué le parece?

–En todas las épocas ha habido esa comunicación. Más importante es que la música resultante sea buena. Tiene que haber esa unión entre el intérprete y el que lo escucha.

–El planteamiento expositivo del Museo Etnográfico de Castilla y León lo gestaron entre Carlos Piñel y usted, un diseño que tras veinte años sigue vigente.

–La exposición que tengo de instrumentos musicales en Urueña al cabo de 35 años es totalmente válida por la fórmula en la que los expusimos. Eso mismo ha sucedido en el Museo Etnográfico y no es por casualidad sino porque pensamos mucho en cómo el visitante debe de disfrutar de lo que está viendo. Carlos tenía su experiencia, yo la mía y al final hicimos un proyecto que al cabo de tantos años funciona, aunque siempre hay que mejorarlo. Los museos tienen que evolucionar, pero, si la base es buena será una buena evolución.

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