La inflación dificulta el acceso de los salarios bajos a una alimentación sana

La diferencia de precios entre origen y destino alcanza márgenes del 900% en frutas y hortalizas, cuya bajada del IVA no nota el consumidor

Un puesto de alimentación en el Mercado de Abastos.

Un puesto de alimentación en el Mercado de Abastos. / Ana Burrieza

Luis Garrido

Luis Garrido

Un kilo de ajos sale de la tierra costando 0,60 euros y llega al supermercado rondando los seis euros. Por el camino, su precio se ha multiplicado por diez hasta alcanzar una diferencia porcentual del 900%. Alguien se lo está llevando muerto. Máxime, teniendo en cuenta que el producto se le está pagando al agricultor por debajo de lo que recibía hace un año y que el consumidor tiene que poner encima de la mesa más dinero del que ponía hace un año. No salen las cuentas. Las familias tienen que hacer muchos números para poder seguir llenando la nevera con el mismo dinero mientras la cesta de la compra no para de subir. Y eso comporta riesgos. En una provincia con uno de los salarios medios más exiguos de toda España, llevar una alimentación sana es cada vez más complicado para ciertos sectores de la población. El fresco empieza a ser producto de lujo. Y el ultraprocesado aguarda a la vuelta del lineal, envuelto en su etiqueta del bajo coste.

Quien dice ajo puede decir alcachofa, berenjena, brócoli, cebolla, coliflor, lechuga, patata, repollo, tomate, zanahoria, naranja, limón, manzana o plátano. La inflación en alimentación es cada vez más insoportable para el bolsillo de los mortales, al tiempo que los márgenes de las grandes cadenas se multiplican semana a semana. El Índice de Precios en Origen y Destino monitoriza desde hace más de veinte años cómo sale el producto del campo y cómo llega al mercado. Desde el principio, los agricultores se echaban las manos a la cabeza por la disparidad de precios. Pero, desde hace aproximadamente un año, la situación se ha ido de madre. "Antes dábamos por bueno que la diferencia fuera del 300 o 400%, pero ahora estamos acostumbrados ya a que los márgenes superen el 500% y en algunos casos lleguen al 800 o 900%, como está ocurriendo ahora con los ajos", explica Lorenzo Rivera, secretario general de COAG Castilla y León.

Si el agricultor lo vende tan barato y el consumidor lo paga tan caro, ¿dónde se queda el dinero? Para responder, tan solo es preciso atar un par de cabos. "La distribución y la agroalimentaria están pisando con sus botas la cabeza de los productores", denuncia Rivera. Las grandes cadenas de supermercados son las que se están enriqueciendo en un momento crítico para las familias, que ven cómo la cesta de la compra sube a mucha más velocidad que sus salarios. "La experiencia nos dice que, cuando los precios crecen, es muy difícil que vuelvan a bajar", apunta el secretario general autonómico del sindicato agrario.

Hay abuso y hay especulación. Son dos palabras que repiten tanto Lorenzo Rivera como su homólogo en la Unión de Pequeños Agricultores de Castilla y León, Aurelio González. Este último se muestra resignado a que las cosas puedan cambiar en el corto plazo. "Sabemos que frenar la especulación es muy complicado porque es algo que nunca se ha querido hacer; las grandes multinacionales y las grandes cadenas de distribución son las que manejan el mercado y ahí nadie se mete", explica el responsable de UPA. Sí que hay un elemento que serviría para poner cierto control y es la aplicación de la Ley de la Cadena Alimentaria. "Llevamos muchos años trabajando para que se ponga coto a esta situación; hay que mirar la manera de que no se cometan estos abusos y conseguir que los márgenes comerciales se distribuyan a lo largo de toda la cadena en un momento, como el actual, en que es más necesario que nunca", defiende.

Ahora mismo hay menos oferta que demanda en hortalizas y frutas. A todos los problemas derivados del engranaje de la cadena alimentaria hay que añadir, en este principio de 2023, el perverso juego de la climatología, que ha llevado las heladas allá donde nunca hiela. “Estamos teniendo un clima adverso en Almería y Murcia que ha reducido las producciones de hortalizas, de manera que los precios siguen subiendo”, analiza Lorenzo Rivera. Meteorología, altos costes de producción, incremento de la factura energética y especulación. Todo esto, bien mezclado, ha llevado la situación hasta un límite peligroso para el ciudadano. “Estamos entrando en un escenario en el que ciertos sectores de la población van a tener un difícil acceso a una alimentación sana y van a tener que tirar de congelados y ultraprocesados por ser más baratos”, vaticina el responsable de COAG.

La cuerda se estira y se estira, pero nunca llega a romperse. Y esa es la fortaleza de las grandes cadenas de distribución, que son las que marcan el ritmo del mercado a pesar de que el producto salga barato del campo. El agricultor pena por su exiguo margen de beneficios y el consumidor hace lo propio por su mínimo margen de maniobra. Entre unos y otros, el precio se dispara hasta convertir la cesta de la compra en inasumible.

Las nuevas normas para las granjas encarecen el pollo y el cerdo

Las nuevas directrices de la Política Agraria Común van a tener repercusiones directas sobre las producciones agroganaderas. Lo que el Gobierno de España ha anunciado como un “uso sostenible” de los fitosanitarios, los fertilizantes y los antimicrobianos, para los profesionales se trata de “trabas” a la hora de realizar el trabajo. Lorenzo Rivera está convencido de que “las producciones van a descender”, aunque para comprobarlo habrá que esperar hasta la cosecha. También habrá problemas en las granjas, cuyo mantenimiento se encarecerá y eso repercutirá en el precio final del producto. “Antes, en épocas de crisis como la actual, teníamos el pollo o el porcino como alimentos demandados por su competitividad, pero ahora vamos a tenerlos al doble de precio”, apunta el responsable autonómico de COAG. Problemas con la nueva normativa, unidos a la especulación reinante en el sector de la alimentación, hacen cada vez más complicado llenar la cesta de la compra para las familias.

El beneficio se amplía mientras se paga menos al agricultor

La crisis de precios se nota en prácticamente todos los productos que salen de la huerta. El caso más flagrante es el del ajo, cuyo precio en origen es de 0,60 euros el kilo para venderse en destino a 5,98 euros, de manera que alcanza una diferencia porcentual del 897%. La acelga, por su parte, sale del campo a 0,39 euros y cuando llega al mercado está en 2,67 euros, con una inflación del 585%. La lechuga mantiene actualmente un margen del 505%, la alcachofa presenta un 473%, la cebolla tiene un 338%, la patata tiene beneficios del 385% y la zanahoria del 344%, todo ello según los datos aportados por el Índice de Precios en Origen y Destino que realiza el sindicato agrario COAG. Tanto Lorenzo Rivera como Aurelio González coinciden en que “no es algo nuevo”, aunque sí que apuntan a que nunca se habían alcanzado estas cifras. “Si antes había dos o tres productos que daban esos márgenes, ahora nos encontramos con seis o siete con diferencias abismales”, explica el representante de UPA.

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