No le pudo dar más emoción. El pequeño Blas Javier nacía ajeno a todo lo que había pasado a su alrededor durante su gestación, con su madre, la zamorana Sara Riesco Gacho, aprobando el primero de los exámenes de las oposiciones de notaría embaraza de tan solo ocho semanas y recogiendo la pasada semana, al fin, su título de notaria en la Universidad Complutense de Madrid, tras haber aprobado el pasado verano.
Estudiar una oposición era el homenaje que quería hacerle a su padre, Javier Riesco, fallecido repentinamente cuando ella estaba en el último curso de Derecho. «Siempre nos aconsejaba a mi hermana y a mí que fuéramos notarias o registradoras, así que decidí dar el paso», recuerda. Un paso que comenzó en 2012 preparándose registrador de la propiedad, pasando la primera prueba, pero sin tiempo para llegar a la segunda. «Mi preparadora me aconsejó cambiar a notarías, porque los temarios son muy parecidos y el trabajo es más gratificante, de cara al público y trato con la gente», valora.

Una opositora diferente
Cambió de objetivo pero nunca fue una opositora al uso, puesto que en ningún momento apartó sus planes personales por el estudio y, en este tiempo, se casó y tuvo a su primera hija, Pía, por lo que en su periplo hacia un puesto de notaria se encontraba con una niña de corta edad y embarazada de su segundo hijo. «En el primer examen nadie sabía que estaba esperando otro niño, solo se lo dije a mi preparadora cuando tuve el aprobado», confiesa.
«Las mujeres podemos con todo», fue la respuesta de la instructora, quien elaboró un plan de estudio especialmente diseñado para la zamorana que, a tenor del desenlace, ha resultado ser todo un éxito. Con casi seis meses —«y una tripa considerable», bromea— superó el segundo examen. En la última prueba tenía que permanecer escribiendo sentada durante seis horas y la fecha coincidía con el término del embarazo. «Salía de cuentas en esos días y yo estaba temblando, porque el tribunal me hizo un comunicado en el que señalaba que, si me ponía de parto, perdería la convocatoria», explica.
Ante todo, mucha calma
Así que esos días previos al último examen fue fundamental seguir los consejos de la ginecóloga y mantener la calma mientras estudiaba. Superó ese momento, pero, unos días después, en la lectura ante el tribunal, ya sentía las contracciones y su marido permanecía fuera en el coche para llevarla inmediatamente al hospital. Blas Javier llegaba al día siguiente a las tres de la tarde y, cinco horas después, le daban la segunda mejor noticia del día: era una de las futuras notarias de España, con 33 años. «Mi preparadora ha sido parte fundamental en el proceso, muy estricta, pero un gran apoyo, junto con mi familia, que está muy contenta», agradece.
La semana pasada recogía su más que merecido título y conocía su primer destino, Fontiveros, en la provincia de Ávila, donde se incorporará, con toda la ilusión del mundo, a mediados de este mes.