El pueblo que le quitó el candado al bar

Los habitantes de Palacios del Pan llegaron a entrar en la lista de 10.000 vecinos de Zamora sin negocio de hostelería en su municipio, pero una nueva familia se ha puesto tras la barra

Palacios del Pan, el pueblo de Zamora que le quitó el candado al bar y lo reabrió.

Palacios del Pan, el pueblo de Zamora que le quitó el candado al bar y lo reabrió. / EMILIO FRAILE

La plaza principal de Palacios del Pan se había vaciado de personas y de coches. Las casas que circundan el centro vital de este pueblo de 246 habitantes llevan años perdiendo inquilinos y poca gente paraba por allí desde que los bares cerraron. En apenas un perímetro de 50 metros, llegó a haber, en los buenos tiempos, tres locales de hostelería abiertos; cuando la pandemia se apoderó de la libertad de la gente, todos habían apagado ya las luces. Los hombres y mujeres de la localidad pasaron a engrosar la lista de más de 10.000 vecinos de la provincia que, según el estudio elaborado recientemente por la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales, viven sin un solo bar en su municipio. Otro síntoma del declive.

Generalmente, puesto el candado, no suele haber vuelta atrás en estos lugares, que se ven condenados, en el mejor de los casos, a vivir con el sucedáneo de un centro municipal respaldado por el propio Ayuntamiento para socializar como es costumbre: en torno a una bebida o una tapa.

Sin embargo, en Palacios, sí hubo retorno. Primero, con la apertura intermitente del bar más próximo a la carretera y, sobre todo, con el regreso de aquel muchacho al que todos vieron correr y dar patadas al balón en la misma plaza en la que ahora lo hace su niño de nueve años. Justo al lado de ese improvisado terreno de juego se ubica el bar que el hijo pródigo y su pareja han vuelto a hacer funcionar. Los protagonistas de esta historia son Mario García y Cristina Domínguez: él nació en la República Dominicana, pero vivió en el pueblo entre los 9 y los 16 años; ella es “de San José Obrero de toda la vida” y nunca pensó en construir un hogar rural como el que ahora tiene. Pero su plan dio un giro.

El pueblo que le quitó el candado al bar

Dos personas se cruzan al lado de la plaza / Emilio Fraile

Poco a poco, empezamos a venir todos en verano y le fuimos cogiendo el gusto

El principal instigador de este movimiento fue Mario, que llevaba tiempo reformando una casa en Palacios para ganar comodidad en sus habituales visitas a las calles de su infancia. “Poco a poco, empezamos a venir todos en verano y le fuimos cogiendo el gusto”, explica el padre de esta familia que tiene el ya mencionado descendiente de nueve años y otro de tres. En esas, aparecieron otras dos figuras relevantes en esta historia: “Dioni y Lauri estaban reformando el bar y la casa de arriba, y vimos la oportunidad de cogerlo. La verdad es que todo han sido facilidades”, señala aquel chico del pueblo que ya pasa la treintena.

Aquella no fue la típica idea peregrina de montar un bar que aparece en un momento de euforia. Cristina ponía el fundamento y la experiencia. Hasta la pandemia, trabajó en el bar de una residencia de mayores, pero pocos empleos se habrán visto tan afectados como ese por culpa de la crisis sanitaria. Tras el COVID, su seguridad laboral se tambaleó y, a finales del verano de 2022, tomó la decisión: “Mejor hacer esto ahora con treinta y embarcarte en la aventura que hacerlo más tarde”, pensó esta zamorana, animada también por sus hijos.

El pueblo que le quitó el candado al bar

La alcaldesa de Palacios del Pan / Emilio Fraile

El 28 de octubre, el Casa Susa abrió sus puertas de nuevo con la misma distribución de antaño y con Cristina detrás de la barra. Mario colabora activamente, pero mantiene su empleo anterior para dar otra alternativa a la economía familiar: “A las nueve y media de la mañana, tenemos ya el bar abierto y hay mucha más gente de la que pensaba. Creía que a diario iban a ser un par de cafés y poco más”, apunta ella, que se ha visto gratamente sorprendida con la respuesta de la gente.

A Mario le brillan los ojos al hablar del recibimiento de su pueblo en el retorno: “La gente nos está ayudando muchísimo. Nos dan de todo y vienen personas que no son de bar, aunque sea para tomarse un café de pasada”, cuenta el joven padre de familia, que ve en Palacios el lugar donde tener la calidad de vida que buscó y no encontró en Zamora capital: “Vienes aquí y respiras”, añade.

La pareja reside en la vivienda ubicada encima del bar mientras continúa con la reforma de su propia casa en el pueblo. “Nos han dicho que nos metiéramos aquí y que no nos preocupáramos por nada”, agradecen ambos en referencia a sus caseros, que también forman parte del grupo de beneficiados por la reapertura del establecimiento: “Lo que la gente quiere es tener un sitio para comer algo, tomarse una cerveza o un café y tener calor en invierno”, analiza Mario.

El pueblo que le quitó el candado al bar

Dos niños juegan al fútbol en el pueblo / Emilio Fraile

En uno de los días festivos del puente de diciembre, el bar empieza a coger color para la hora del vermú. Hacia allí se dirige la alcaldesa, Lidia Pechero, que ha tenido que afrontar la crisis del COVID y el dañino vaciado de Ricobayo en un mandato muy complicado para Palacios. Con todo, la reapertura de un negocio de hostelería implica un alivio para la gente: “El otro local que hemos tenido abierto un tiempo no tenía un horario normal. Este le da vida al pueblo”, reconoce,

La alcaldesa sonríe al hablar de la vuelta de las partidas de cartas, de los encuentros con personas mayores que antes no se juntaban o de la luz que se ve desde la calle al pasar por la puerta del bar de Cristina y Mario entre semana. “No ha cambiado ni la estructura ni la disposición que tenía antaño”, comenta Pechero, que reivindica la labor social de estos negocios, sobre todo si los gestiona gente “que fija un horario y tiene ganas de trabajar”.

Lo cierto es que el propio informe de la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales alude a esa cuestión como elemento clave: “Los bares tradicionales son los establecimientos de hostelería que más favorecen la proximidad por vecindad o trabajo”. Además, realizan “una importante función de afianzamiento de las relaciones” y ofrecen “más satisfacción vital” a las personas que los frecuentan, según el estudio.

En el marco de las zonas con menor población, los bares se erigen como un espacio clave para “prevenir el aislamiento y la soledad” y para “aportar seguridad al entorno”. Estos negocios se conciben, además, como “proveedores de servicios personales”, desde la perspectiva de que sirven para “tejer puentes hacia la inclusión”. Por contra, la carencia de establecimientos de hostelería “limita las oportunidades de desarrollo personal y cohesión”.

El informe añade, además, que “los bares son los últimos reductos contra la despoblación”, al constituirse como elemento nuclear de la vida colectiva. Zamora es una de las tres provincias de España con más vecinos sin hostelería en su municipio, lo que incide en el deterioro social de unos territorios que se van quedando sin asideros para agarrarse a la supervivencia. En muchos casos, el cierre de la barra es el final de una serie de batallas perdidas contra el vaciado.

Palacios del Pan vive ahora con la sensación de haber esquivado la bala. “Encima, son cuatro vecinos más y con dos niños”, recuerda la alcaldesa, que suspira por que la familia se asiente en el pueblo. Los aludidos albergan pocas dudas: “Esto es para muy largo plazo. Nunca se sabe, pero hemos encontrado esa estabilidad desde el primer día y queremos formar nuestro proyecto de vida”, aclara Mario, que manda otro mensaje esperanzador para aquellos que suspiran por una parroquia fija donde acudir. “Abrimos hace poco más de un mes, pero hemos sentido tanto calor y tanto cariño en ese tiempo que ya pienso que llevo toda la vida”.

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