A tan solo 4 kilómetros de Zamora, en un enclave privilegiado, rodeado de un frondoso arbolado y del cauce del regato "El Zape", alejado del ajetreo de la capital, el edificio del mítico restaurante "La Casita", pintado de blanco y azul, colores más propios de la hostelería de la costa, daba la bienvenida a quien se aproximaba a Carrascal, desde la curva de entrada al barrio.

Pero, desde hace varias semanas, una amplia explanada tras el derribo del inmueble, sobrecoge, el vacío se ha tragado los recuerdos de varias generaciones de zamoranos que disfrutaron de su ocio en aquel singular paraje.

Trabajos de demolición de "La Casita". Ana Burrieza/Jose Luis Fernández

El primer negocio: "El Merendero de Honorio"

Allá por los años70 del siglo XX, las tortillas de patata, las ensaladas y los pescados fritos del dueño del pequeño y discreto rincón hostelero, Honorio Pascual, vecino de Carrascal, de oficio carpintero, lograron arrastrar a los zamoranos hasta el primer negocio que abrió sus puertas en esa pequeña casa levantada sobre una parcela de 235 metros cuadrados. Terminó por conocerse popularmente como "El Merendero de Honorio".

El manjar elaborado "con la receta típica de los pescadores del barrio, el "moje del pescador", suculenta y muy apreciada, recuerda Alfonso Martín, un vecino del barrio, hizo las delicias de la clientela.

En aquellos tiempos, "los vecinos aún se dedicaban a pescar al estilo de Carrascal, a red o "redafa", la red redonda que lleva plomo, se tira desde la orilla del río o desde el barco, se deja caer al fondo y se recoge después, cerrada para atrapar a los peces", apunta Alfonso.

Receta de Moje de Pescador, plato típico de Carrascal del Duero.

La playa de "las Fallas"

"El Merendero de Honorio" terminó por convertirse en lugar de cita de los zamoranos del barrio, pero también de los capitalinos, especialmente durante los fines de semana. Las familias de la capital acudían masivamente, no solo para comer, merendar o cenar, sino para bañarse en la playa "Las Fallas", situada por debajo de Carrascal, "nada más pasar el barrio" que fue pueblo hasta 1963, recuerda Alfonso.

La escasa profundidad del Duero convertía esta parte del cauce en un lugar en el que el baño no suponía ningún riesgo se tuviera la edad que se tuviera, "el río no cubre porque hay dos islas, se puede pasar a pie, la gente se metía".

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Derribo del antiguo "Merendero de Honorio" y posterior restaurante "La Casita" Ana Burrieza

La movida nocturna con el "Feeling"

Más tarde, llegaría la "movida zamorana", la época en la que la noche comenzó a desperezarse entre los más jóvenes al compás de la recién estrenada democracia, cuando tomarse unas copas hasta altas horas de la madrugada pasó a ser una forma de diversión más que arraigada, con estas nuevas costumbres los pubs desplazaban a las discotecas. ¡Y qué mejor lugar que una zona apartada del centro, donde ni la música ni el bullicio podían molestar a nadie!.

Con mesas dentro del local, pero también al aire libre, "con una iluminación que ahuyentaba los mosquitos", remarca Alfonso, dos avispados y jóvenes empresarios de Zamora tomaron el relevo a Honorio y transformaron el merendero en un pub que no tardó en ponerse de moda: el "Feeling".

En aquellos años en los que los controles de alcoholemia ni se intuían, la clientela más joven podía desahogarse del estrés sin cortapisas, sin tener que mirar el reloj para regresar a sus casas, muchos de ellos ya independizados y, sobre todo, con ganas de beberse la vida.

Vista general de la explanada sobre la que se levantaba el restaurante. Ana Burrieza/Jose Luis Fernández

El restaurante "La Casita"

Agotada esa etapa, el inmueble de dos pisos y planta baja dio un giro y volvió a sus orígenes, aunque ya como restaurante "La Casita", iniciados ya los años 90 del siglo pasado, pero con una cocina un poco más sofisticada, aunque con un precio asequible para la época.

El establecimiento hostelero tuvo sus días de gloria, acogía celebraciones de todo tipo, desde bodas a bautizos y comuniones, cenas de empresa..., con la ventaja de la zona de césped que ampliaba su capacidad y permitía los eventos fuera del edificio.

Con la misma actividad, pasó a manos de uno de los camareros del titular del restaurante y de su mujer, que mantuvieron el nombre pero no pudieron aguantar el envite de la crisis de 2008, a pesar de preparar platos por encargo y anunciar la degustación de cocina creativa.

El abandono de sus últimos inquilinos, que terminaron en concurso de acreedores y "La Casita" en subasta por embargo, sin comprador, en manos de una entidad financiera, y el vandalismo destrozaron el emblemático inmueble, deteriorado hasta el punto de que el Ayuntamiento de Zamora tuvo que ordenar su derribo.

Las inundaciones

Las inundaciones que sufrió el edificio como consecuencia de las crecidas del regato, cuyo caudal le llega del arroyo de Tardobispo que atraviesa la ladera de Las Chanas para desembocar en el Duero, pudieron ser otra de las causas del declive de la construcción.

La falta de limpieza del puente cercano, donde se acumulaban troncos de árboles y maleza que arrastra el arroyo, provocaba que el regato de "El Zape" se desbordara y encharcara la zona hasta la carretera, comenta Alfonso.

La reivindicación de la Asociación de Vecinos de Carrascal para reutilizar "La Casita" como zona para la práctica de deportes de agua y como zona para organizar campamentos para personas con discapacidad nunca llegó a buen puerto a pesar de haberse aprobado en los presupuestos participativos del Ayuntamiento. "Quedaron cuatro paredes en pie porque se vandalizó".