Desde varios años el químico Óskar González Mencía compagina su labor como docente la Universidad del País Vasco con su faceta de divulgador científico. Esta vertiente le lleva a abrir el 27 de septiembre el ciclo otoñal de Martes de Ciencia a las 20.00 horas en la Alhóndiga, con entrada libre, con la charla “El arte que nos desvela la ciencia”.
–Usted divulga la relación existente entre la ciencia y el arte disciplinas que van de la mano. Sin embargo ¿tenemos esa concepción?
–El artista tiene que conocer con qué materiales trabaja, al fin y al cabo, los materiales están hechos de átomo, hay sustancias y la gente tiene que descubrirlas. También hay que conocerlas desde el punto de vista de la conservación y la restauración, que es el ámbito donde yo doy clases en la universidad, para que los profesionales sepan con qué materiales trabajan y sobre cuáles trabajan. No obstante, ciencia y arte los contraponemos erróneamente.
–¿Por qué?
–Por la dicotomía que suele haber entre ciencias y humanidades. Desde pequeños aprendemos que hay una cosa y otra, pero realmente están muy unidas en muchísimos aspectos desde la propia creatividad. Pensamos que los científicos somos gente aburrida que van al laboratorio a hacer cosas repetitivas cuando en un laboratorio existe mucha creatividad, igual que sucede en el arte. Hay que cosas que tenemos que entrelazar más.
–¿De qué manera se puede hacer?
–Trabajo para que se conozcan qué propiedades tienen los materiales que se utilizan para hacer arte. Por poner un ejemplo, si un cuadro tiene un barniz y hay que eliminarlo, ¿con qué se lo vas a quitar? Todos tenemos conceptos asociados como cuando se quita el esmalte de las uñas con acetona. Existen relaciones así en las que hay un fundamento científico detrás que ni nos paramos a pensar en ello.
Existen relaciones en las que hay un fundamento científico detrás que ni nos paramos a pensar
–También las nuevas técnicas han ayudado al desarrollo de la conservación de patrimonio.
–Ya sean rayos X, la datación con carbono 14 y otras muchas como los infrarrojos, la luz ultravioleta e incluso la propia visible nos sirven para ver una obra de arte de muy distintas maneras y nos ayuda a interpretar mejor la obra. Gracias a las técnicas analíticas que, por fortuna van avanzando con el paso de los años, podemos entender mucho mejor las obras de arte.
–La ciencia también ayuda a dar visibilidad a esas obras ocultas.
–Ahora se habla mucho de obras de arte que se pensaban perdidas y que realmente están detrás de obras posteriores. Hay obras de Van Gogh o de Picasso, autores que volvían a utilizar un lienzo sobre el que habían ya pintado, ocultas tras otras pinturas. Podemos entender mucho mejor una obra que un artista hizo en el Renacimiento, que quedó oculta con capas de pintura y que hoy podemos descubrir. Ahí se entrelaza la ciencia con la historia del arte. Los avances nos han permitido localizar esas obras que se pensaban que estaban perdidas y nos ayudan a conocer mejor cómo trabajaron los artistas, cuáles fueron sus obras y nos aporta una información muy útil.
–También ¿ayuda la ciencia a la hora de discernir una falsificación?
–Sí. Hoy en día hay muchas falsificaciones en el mercado y la ciencia nos puede ayudar a detectarlas. También se necesita apoyo de historiadores del arte para saber interpretar la información que nos da la ciencia. En casos muy simples nos dicen que una obra es de 1500 y al hacer un análisis químico se ve que hay un pigmento de siglo XX, lo que da lugar a pensar o bien que puede hacer sido restauración y se empleado un pigmento contemporáneo o bien que es una falsificación o bien han intentado hacer un pigmento de la época que estén falsificando. Es un poco una carrera entre la ciencia y la falsificación. Si localizar muchos componentes anacrónicos detectas una falsificación. O con infrarrojos, que nos permite descubrir el dibujo subyacente, ves lo que pinta el artista antes de hacer el cuadro. Si analizas una obra de arte flamenco sería raro que no lo tuviera.
–¿Falsifican también los pigmentos?
–Sí. Hay un falsificador que intentaba hacer los mismos pigmentos y lo que hacía era meter los cuadros en un horno para que envejeciesen artificialmente. Y otro del siglo XXI hacía los mismos los pigmentos que usaba el autor, Vermeer, al que imitaba.
