Una tras otra, la imagen se iba repitiendo, estanes vacíos, cubiertos o con las mesas vacías tras haber vendido todo el género del que disponían. Todos los queseros agradecían a Zamora la oportunidad que les ha brindado, impulsando sus negocios y, en muchos casos, su alegría. En tono de humor, colocaban carteles en los que indicaban que “se iban a hacer turismo por Zamora”.
Llegado el domingo, esta era la tónica habitual, personas cargadas con bolsas llenas de queso, miel, vino, embutidos y otros productos, y comerciantes ampliamente satisfechos ante unas ventas que ”no esperaban alcanzar porque no han vivido nada igual en otras ferias en las que han participado”.