La decisión de una cadena de supermercados de ofrecer un carro de treinta productos a treinta euros ha provocado un debate en la sociedad y lleva a pensar qué se puede comprar con treinta euros en cualquier gran superficie de la provincia. Comparados distintos supermercados de la capital zamorana, la realidad es que difícilmente puede llenarse un carro de la compra con treinta euros. Es complicado incluir en él los treinta productos que propone la cadena de supermercados que ha anunciado la promoción, incluso si se recurre a opciones poco saludables o se opta por opciones raquíticas, como incluir un solo litro de leche, insuficiente para pasar más de un par de días en cualquier vivienda.

La realidad es que hacer una compra con treinta euros obliga a dejar fuera del carro productos prácticamente imprescindibles para el día a día. Cuando llega la hora de pasar por la zona de la carne, el comprador más económicamente apurado tendrá que conformarse con pollo, cerdo o conejo, las opciones más económicas, y olvidarse de la ternera, mucho más cara. En la pescadería, mejor no mirar al género fresco y concentrarse en el congelado, donde se pueden encontrar opciones más económicas. La leche deberá ser de marca blanca, como el aceite o los yogures. Las legumbres, el arroz y la sal hay que buscarlos también entre las opciones comercializadas por la enseña del propio supermercado. Se puede adquirir poca fruta y algo de verdura, pero sin excesos. Entre los productos de higiene personal hay que optar de nuevo por las marcas blancas.

¿Qué se puede comprar con 30 euros? Esta sería una cesta modelo.

Así las cosas, una compra tan básica obliga a dejar fuera productos imprescindibles. No hay en esta lista enseres de droguería y menaje, ni productos de higiene femenina. Tampoco papel higiénico, ni café, ni cacao soluble. No aparece ningún producto infantil, ni sopas, caldos o pescado fresco. Tampoco hay nada salido de la charcutería.

Lo que es evidente es que con treinta euros es imposible mantener una alimentación equilibrada y, a la vez, dar cumplimiento a necesidades básicas de higiene o de cuidado del hogar. Eso sin tener en cuenta si el comprador vive con niños, ya que los productos infantiles disparan el precio final. Un verdadero encaje de bolillos.