La cercanía del fuego volvió a enviar a Ifeza a decenas de evacuados de los pueblos afectados por el incendio. A última hora de la tarde, los vecinos empezaron a llegar al recinto ferial para someterse al protocolo de registro ante la Policía Municipal y ocupar los espacios habilitados por Cruz Roja y Protección Civil. Entre los primeros en llegar se hallaba una veintena de habitantes de Marquiz de Alba, una localidad que se había librado del desalojo por muy poco una semana antes, y que esta vez tuvo que ser vaciada por la amenaza de los nuevos focos.

Desde allí llegaron, en un microbús, Gonzalina Martín y Prudencio Pérez, un matrimonio de personas mayores en cuyos rostros se percibía el nerviosismo y la profunda pena que les había causado dejar su casa atrás. Ella le puso palabras a esa gestualidad: “Yo he llorado todo lo que he querido, pero hay que hacerse uno a todo”, señaló la mujer, al borde de las lágrimas.

Tanto Gonzalina Martín como su marido citaron las casas quemadas en otros pueblos para justificar su miedo por lo que pudiera ocurrir también en su vivienda de Marquiz, el lugar donde han vivido siempre, dedicados al campo. “Ay, hijo, esto nos tiene que tocar. Que estemos toda la vida mirando para el cielo para hacer una peseta, para tener una casa, y que te lo quemen así...”, reflexionó de nuevo la vecina, antes de situarse de nuevo al borde de las lágrimas al enterarse de que las llamas se hallaban “detrás de la escuela” de su pueblo.

Al pie de sus camas portátiles, otras personas del pueblo apenas podían contener la emoción al ir conociendo determinados detalles. Mientras, hallaban el consuelo de los primeros voluntarios, y también de políticos como el presidente de la Diputación, Francisco José Requejo, que acudió enseguida al recinto ferial para ayudar en la organización del operativo.