La Opinión de Zamora

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Los vecinos de Ferreras de Abajo regresan tras el infierno: “No ha quedado nada sin quemar”

Los habitantes del pueblo se manejan entre el enfado y la resignación tras los dos incendios que han arrasado la zona, aunque la muerte de uno de los suyos opaca lo demás

INCENDIO FORESTAL LOSACIO Emilio Fraile

Los restos del fuego aún se perciben con nitidez en Ferreras de Abajo. La ceniza acumulada ha anidado en las fachadas, en las puertas y en las ventanas, y el olor a quemado persiste en las calles. También se ve alguna pequeña zona humeante, que recuerda la cercanía de las llamas y que revela la amenaza cierta que puso contra las cuerdas a la localidad este lunes. El pueblo se libró por los pelos. Lo reconocen los vecinos, que poco a poco retornan a sus casas 24 horas después, tras vivir el segundo desalojo por un incendio en apenas un mes. La primera evacuación se decretó para evitar posibles riesgos; en esta, el peligro estaba a las puertas, bien visible.

Unas horas después, la crisis ha pasado, pero quedan las consecuencias y un pesar que sobresale por encima del resto. Dos de los habitantes del pueblo, Francisco Vara y Manuel Capitán, charlan sobre ello sin ocultar su dolor: “Lo peor es que un vecino ha muerto. Vivía ahí al fondo”, señalan los paisanos, en dirección a la casa de Daniel Gullón, el brigadista que pereció entre las llamas durante las primeras horas del salvaje incendio que ataca a Zamora desde el domingo.

Los vecinos de Ferreras de Abajo regresan tras el infierno: “No ha quedado nada sin quemar”

La pesadumbre al citar la muerte de uno de los suyos se halla en el discurso de todos los habitantes de Ferreras. Ni los daños materiales, ni el drama económico, ni el desastre paisajístico. Todo queda opacado por la vida que segaron las llamas. Francisco habla de un modo especialmente sentido de la pérdida porque su hijo también ha trabajado en el operativo contra el incendio. El riesgo ha sido elevado para muchas de las cuadrillas que han intervenido para atajar el fuego.

"Ha sido catastrófico"

Daniel se quedó entre las llamas que, horas más tarde, alcanzaron su pueblo sin apenas dar tiempo a la reacción. “Ha sido catastrófico”, concede Manuel que repasa junto a Francisco los terrenos que han sido pasto de las llamas. Ambos destacan el caso de “Las Peñicas”, un entorno que había librado en junio y que ardió cuatro semanas más tarde: “Hablábamos de que nos había quedado todavía una buena zona verde, pero mira”, constatan los dos vecinos de Ferreras.

“¿Ahora qué nos queda?”, insiste Manuel, que charla junto a su casa, la misma que lleva un buen rato limpiando para borrar los restos del humo y la ceniza. Este habitante de Ferreras se trasladó a Sejas de Sanabria durante el desalojo, y allí encontró la hospitalidad y el buen trato que también percibió en la evacuación del mes pasado a Benavente. La solidaridad de las gentes de Zamora sobresale como lado positivo del drama del fuego.

Los vecinos de Ferreras de Abajo regresan tras el infierno: “No ha quedado nada sin quemar”

Vanessa Pardo también ha vivido una experiencia positiva a nivel humano durante las horas en las que ha permanecido lejos del hogar. Esta mujer, que reside habitualmente en Madrid, se montó en el coche cuando el fuego se puso feo, metió junto a ella a otros cinco familiares, entre ellos un niño y tres personas mayores, y se marchó a San Pedro de Ceque. En el pueblo, le abrieron la guardería y luego le dieron casa.

La cara amable de esa experiencia contrasta con el resto de las vivencias acumuladas en 24 horas de agobio, lamento y ansiedad. La resaca que queda después de eso “no es enfado, es más bien resignación”. Vanessa pone el foco en el abandono de una tierra tantas veces ignorada, y explica que “ni hubo medios suficientes en el otro fuego, ni tampoco los ha habido ahora”. Su tono denota la rendición ante la evidencia de que solo los vecinos tienen los arrestos y el amor suficientes por lo suyo como para esforzarse por defenderlo.

En el balance, Vanessa revela un daño material casi completo en el término y la aparición de animales calcinados, como los treinta pollos que uno de sus familiares ha visto perecer en el desastre del incendio. A eso hay que sumar los problemas con la telefonía y con la televisión, en una localidad donde algunos, como esta misma vecina, intentan teletrabajar a diario.

La vida vuelve a las calles

A media tarde de este martes, por las calles de Ferreras de Abajo ya se ven paseantes, bicicletas y grupos de niños y adolescentes. Mientras algunas de esas pandillas bromean, con el tono propio de la edad, sobre la valentía de sus amigos en el instante del desalojo, Elisa Vara empieza a funcionar en su tienda. Como un buen puñado de vecinos del pueblo, esta mujer resistió sobre el terreno durante las horas más negras, y desatendió los avisos para marcharse.

En su decisión, pesa la experiencia previa, la ansiedad que le generó estar fuera en el incendio del mes pasado y la inquietud por hacer algo si la cosa se torcía más de la cuenta. Elisa se explica mientras los clientes comienzan a desfilar por su local, ya con la normalidad en camino. Su voz casi se quiebra al hablar sobre el brigadista fallecido, pero se recompone cuando toca mencionar las atenciones recibidas: “Estamos enfadados y muy molestos, porque no ha habido medios”, clama la comerciante, que se refiere también a los problemas de conexión y que reza por que su internet aguante, para gestionar los pedidos con normalidad.

El terreno calcinado aparece a cada lado de Ferreras de Abajo, y sus habitantes aún mantienen ciertas precauciones por si las moscas

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Elisa lamenta el terreno calcinado, reitera que las llamas han sido mucho más dañinas esta vez, y cita particularmente su desazón por ver arrasado el entorno de una piscina fluvial que servía como zona de ocio para el pueblo. Lo cierto es que el terreno calcinado aparece a cada lado de Ferreras de Abajo, y sus habitantes aún mantienen ciertas precauciones por si las moscas. El propio alcalde, Jesús Hernández, revela que lleva horas echando agua sobre una vivienda abandonada que tiene en su estructura más madera de la deseable en estos casos.

"Ya no queda nada"

Esos rescoldos le recuerdan al pueblo que el incendio sufrido esta vez “ha sido un infierno”. Entre el fuego de junio y este, “ya no queda nada”, reconoce el alcalde, que indica que apenas hay cuatro terrenos sueltos que se han librado de caer víctima de las llamas. Jesús Hernández cita con amargura al brigadista caído, y pone el foco en la recuperación de la zona sin gastar demasiado tiempo en el reparto de culpas.

“Ahora hay que pensar, porque podemos hacer con la sierra prácticamente lo que queramos. Tenemos esa oportunidad y estaría bien aprovecharla”, comenta el alcalde de Ferreras de Abajo antes de subirse al coche para reunirse con un miembro de la Unidad Militar de Emergencias. El pabellón del pueblo acogerá durante estos días a algunos de los efectivos que aún batallan contra el fuego.

"De milagro"

En la parte baja del pueblo, con las señales de humo como referencia, una mujer que evita dar sus señas se afana por refrescar los troncos caídos prácticamente al pie de las casas. La vecina echa garrafas de agua sobre una madera que reacciona con un sonido similar al que provoca el líquido elemento sobre el aceite hirviendo. Mientras tanto, clama por las consecuencias de un fuego demoledor, que no se llevó todo por delante “de milagro” y que devolvió a Ferreras de Abajo a un escenario de pesadilla que ya resulta recurrente.

Mientras la mujer sigue con la jera, en la calle de arriba, el jaleo alerta sobre la llegada del autobús que traslada a los evacuados desde Ifeza. La ruta por otros pueblos antes de poner un pie en casa ha sido el colofón a unas horas para olvidar entre estos vecinos, muchos de ellos de edad avanzada, que entran a sus casas, por fin, casi a las siete en punto de la tarde.

Las sonrisas invaden la escena, las mascarillas caen a la barbilla y los rostros rejuvenecen por momentos. El incendio ha dejado un rastro de dolor y miedo por la muerte y la destrucción causadas, pero regresar para ver en pie la casa que uno temió encontrar caída emociona el corazón de cualquiera. En una puerta contigua a la plaza donde se detiene el bus, una mujer lanza una frase que resume bien los hechos: “Madre mía, lo que se ha llevado, y lo que podría haber sido”.

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