San Martín de Tábara es un pueblo negro, triste, devastado, silencioso, humeante. El incendio que comenzó la tarde del domingo en Losacio avanzó con virulencia casi hasta sus entrañas.

“Hemos visto el fin” describía abatido Santiago León. Pastoreaba con sus cabras esa tarde siniestra cuando escuchó un trueno “y a los cuatro o cinco minutos veo un hilillo de humo. Llamé al 112, estuve 11 minutos intentando hablar con ellos. Espere, no cuelgue. Hasta que me cansé”. Después ya solo vio humo y fuego.

Vivienda afectada por el fuego en San Martín de Tábara. |

Santiago y su familia se lanzaron a salvar la nave y el rebaño de cabras. Algunas no pudieron sobrevivir y perecieron abrasadas, otras tienen las orejas quemadas. “Piensas en el fin de todo” describe este ganadero y quesero, dolido por la pérdida de un compañero, Victoriano, en el vecino Escober. También por la muerte de un brigadista que junto a sus compañeros “han hecho un esfuerzo inhumano para cobrar un sueldo miserable. No vi aquí a ninguno de esos de corbata que se están ganando la olla boba a costa de los contribuyentes” suelta con rabia el cabrero.

Inés Clemente muestra una zona quemada

“Hace 30 años que la soledad y el olvido de esta tierra pronosticaban lo que ha ocurrido, que es la muerte lenta”. ¿Cómo se ha llegado a esto?. Santiago León carga contra políticos de la tierra que “nunca han movido un dedo por mejorar la calidad de vida de la gente. A este pueblo le sobra agua por todos los lados, pero no hay ningún abrevadero útil. No tiene nombre que en una tierra pastoril se haya ignorado a las personas que con su labor están previniendo incendios porque limpian”.

Valentín Río cuenta los momentos de tensión vividos

A unos metros, en la parte de arriba del pueblo, Inés Clemente Río y su familia vigilan los puntos humeantes de la casa de su madre que ha salvado milagrosamente la parte habitada. No así el huerto, un cabañal de leña, el horno donde hacía el pan, las gallinas. “Ayer estuve cogiendo judías verdes con mi madre” cuenta entre lágrimas. Inés y su marido habían pasado el fin de semana en San Martín y se marcharon a Madrid. A las tres de la madrugada tuvo que volver precipitadamente. “Mi madre no quería irse, la sacaron los bomberos”.

Mientras, la familia defendió con uñas y dientes la casa. Como muchos vecinos, desistieron de marcharse del pueblo. “Si nos vamos se quema todo” dicen.

Vecinos de San Martín refrescan un árbol

Con las llamas a las mismas puertas, Pilar Clemente se plantó en medio de la carretera para que pararan los bomberos. “Dije, pasáis por encima de mi. No veían que se quemaba la parte de atrás de la casa, las cuadras”. Como otras viviendas de esa misma calle que corrieron la peor suerte. “Si no paran los bomberos también se quema la casa de mi madre” relata pilar hecha un lamento. “Si no nos quedamos aquí los vecinos se quema todo el pueblo”.

Porque, cuentan, el incendio era diabólico. “La era en segundos la barrió entera y en cuestión de minutos rodeó todo el pueblo. Había seis o siete casas ardiendo. Esto ha sido un sinvivir, toda la noche en vela” relata Pablo Hidalgo.

Pilar Clemente emocionada por los duros momentos vividos

En otra zona de San Martín de Tábara, Valentín Río carga unas garrafas de agua. Va a refrescar alguna zona, como otros vecinos que mochilas en mano se aseguran de que no haya reproducciones. A sus “casi 81 años” el ganadero dice no haberse visto en mayor aprieto. “No me abrasé porque Dios no quiso”.

La tarde del domingo Valentín pastoreaba con sus 30 ovejas a las sombra de unos fresnos cuando, “después de oír unos truenos veo salir una humareda. Jesús, María y san Antonio bendito. Qué susto. Pero vi que el fuego marchó para arriba. Cuando me levanté ya venían para acá las llamas. Se puso una marea, un viento fuertísimo. No se veía nada” relata el veterano ganadero. “Cogí las ovejas y las encerré. En la vida he visto algo parecido”.

Después de una noche en permanente guardia, los vecinos de San Martín amanecían ayer entre humo, todavía con el fantasma muy cerca y con las aeronaves descargando agua. Ni mucho menos la situación estaba clara.

Vecinos de Escober y San Martín observan el fuego

En el vecino Escober reinaba la desolación. El pueblo despertó con la triste noticia de un vecino muerto. A Victoriano se le había echado de menos la tarde del domingo, lo había buscado su hermano y por la mañana se confirmaron los peores presagios. Su cuerpo apareció junto a algunas ovejas muertas y los perros.

Adrián del Río, el ganadero más joven de Escober, lleva horas sin descansar. Cuando se desató la pesadilla estaba en San Martín intentando echar una mano con el tractor y en nada se encontró con su pueblo amenazado. “Son 5 kilómetros entre los dos pueblos y el fuego ha ido más rápido que nosotros en un coche”.

Los bomberos atacan una reproducción en San Martín de Tábara JOSE LUIS FERNANDEZ

Recién incorporado a la actividad, Adrián (25 años) recibe un golpe brutal con este incendio. “Está todo muy abandonado. He intentado arar parcelas que están en el monte y todo son pegas, quieres limpiar un poco y no te dejan. Y luego pasan estas cosas, no hay quien pare el fuego. La otra vez (por el incendio de la Sierra de la Culebra de hace un mes) libramos porque el aire fue hacia arriba, pero ahora no va a quedar nada”.

Adrián estaba esperando la cosechadora el pasado viernes, pero las condiciones meteorológicas le impidieron segar. “Ahora he perdido la mitad de la producción”. Las colmenas también se han fundido entre las llamas. Son las consecuencias de un fuego devastador, un rejón de muerte para un mundo rural en el filo.

San Martín y Escober, como tantos pueblos de Aliste, Tábara, Alba, Los Valles, no encuentran explicación a tanto daño y tanto dolor. “Ya está todo quemado, qué más nos puede pasar”.