José Luis Alonso accede al recinto de la Ciudad Deportiva de los primeros, con su perro amarrado a la correa. Quedan diez minutos para alcanzar la una de la madrugada y su pueblo, Tábara, acaba de ser evacuado por la cercanía de las llamas: "Vimos el relámpago", asegura el vecino, aún estupefacto ante la carrera emprendida por las llamas hacia el pueblo. "Ahora está todo muy cargado y ya hemos visto cómo se quemaban algunos corrales", apunta este tabarés, antes de iniciar una noche eterna en la capital.

Como él, decenas de vecinos del pueblo pasan por los controles de la Policía Municipal para identificarse, sentarse y tomar conciencia de lo que está ocurriendo. La pesadilla que se desencadenó hace apenas un mes a unos kilómetros de sus casas, en el corazón de la Sierra de la Culebra, se ha hecho presente ahora en sus hogares, sin que nadie alcance a entender cómo el incendio originado a las seis de la tarde en Losacio pudo progresar de un modo tan fugaz hasta llevar "ese humo tan denso" a las calles de Tábara.

Pocos efectivos

Manuel Morais, otro de los vecinos desalojados, constata que "había muy pocos efectivos". La crítica se propaga por la estancia mientras la rumorología sobre las víctimas y los heridos daña más que ayuda. "Yo me estaba tomando una Coca-Cola y de repente me han dicho que había que marcharse", añade Natividad Martín, ubicada en el exterior del pabellón. Dentro, la temperatura va en consonancia con los últimos días que ha tenido que soportar la ciudad.

"Yo es la primera vez que vivo esto, pero la verdad es que es tremendo", añade la vecina de Tábara sin acabar de creerse lo que ha ocurrido en las últimas horas: "El cielo se puso rojo y era impresionante", afirma.

De nuevo en el interior, Piedad Casas se resigna a mantenerse despierta toda la noche. El fuego al pie de su hogar ya altera bastante los ánimos, pero una rodilla traicionera colabora activamente en su malestar: "Las llamas se veían muy cerca cuando nos ha avisado la Guardia Civil. Se nos hace muy duro, pero la seguridad es lo primero", advierte.

La gente de paso

En la tarde-noche del domingo, Tábara acogía a algunos forasteros de paso, ubicados puntualmente en el pueblo por cuestiones laborales o de ocio. Ellos también se vieron arrastrados a Zamora por seguridad: "Queríamos estar un par de semanas por Marquiz de Alba para trabajar el corcho, pero nos alojábamos ahí en Tábara", cuenta José Carlos Barriga, que ejerce como portavoz de una cuadrilla de trabajadores llegados de Cáceres. "Nos quedaremos la noche a ver qué pasa, pero el fuego es imprevisible. Si se quema el corcho, se acabó", lamenta.

Unos minutos más tarde, una mujer francesa aparece en la escena con una aparatosa mochila. Su plan era dormir en Tábara para continuar al día siguiente su camino hacia Santiago de Compostela, pero el incendio tenía otros planes. También para los habitantes y las gentes de paso de las otras siete localidades evacuadas. En este arranque del verano, los incendios se han apoderado de Zamora.