Cuando la noche cayó el viernes sobre la Sierra de la Culebra, nadie amagó con conciliar el sueño. Las pesadillas acechaban al tiempo que lo hacían el humo y el fuego sobre los pueblos de la zona, algunos ya vacíos desde hacía horas. El avance de las llamas obligó a desalojar una docena de localidades y convirtió sus calles en lugares fantasmagóricos, cubiertos por la ceniza y apenas iluminados por el brillo de unas brasas amenazantes.

A la izquierda, una mujer ante el avance de las llamas; a la derecha, un grupo de vecinos en Camarzana de Tera, tras ser evacuados. | Emilio Fraile

En el discurrir por la N-631, el fuego se veía con nitidez en la parte lateral, del lado de la sierra; más allá del cruce de Litos, el ambiente se tornaba irrespirable. La urgencia se hallaba en ese momento en Ferreras de Abajo, donde el humo cubría las casas con una densa capa que forzó a la Guardia Civil a evacuar los inmuebles antes de que llegara la madrugada.

Por las calles de la localidad, los agentes hicieron sonar la megafonía: “Atención, atención, se procede a desalojar el pueblo”. Muchos lo esperaban y empaquetaron cuatro cosas para salir corriendo; otros, sin coche para desplazarse, se montaron en el autobús enviado para ejecutar el movimiento sin demora. El fuego no espera.

Las camas que llegaron gracias al precedente de Navalacruz

Por allí apareció una mujer junto a su hija: “Tiene una discapacidad importante”, indicó con prontitud la mujer, en referencia a la chica. “Murió mi marido, vivíamos en Madrid y nos trasladamos aquí. ¿No se nos quemará la casa?”, preguntó con angustia la vecina de Ferreras antes de marcharse sin respuesta.

Otro residente habitual en la capital de España, David González, miró desde el campanario el desolador panorama que se dibujaba sobre el pueblo de sus padres: “Esta tarde estaba incluso peor”, aclaró antes de prepararse para marchar. Cada uno eligió su destino, aunque muchos se movieron a Benavente, donde se había dispuesto la acogida para los vecinos.

Las camas que llegaron gracias al precedente de Navalacruz

La gente se fue con miedo, incertidumbre y angustia. Como se vio también durante la dramática tarde del sábado, todo puede cambiar de un momento a otro en un incendio de estas características y quien sale precipitadamente de su casa se ve obligado a confiar en que todo se habrá mantenido en pie cuando regrese. Pero las certezas aquí no existen.

Antes de que los habitantes de Ferreras de Abajo pasaran el trance, los de Villardeciervos también tuvieron que dejarlo todo atrás para que el fuego no les pillara de lleno. Las llamas amenazaron muy seriamente el núcleo urbano, y los vídeos que circularon por las redes con un inmueble abandonado ardiendo no ayudaron precisamente a templar los ánimos.

La gente del pueblo se colocó igualmente donde pudo, aunque la evacuación en autobuses llevó al grueso de los desplazados a Camarzana de Tera. Allí transcurrió la noche para algunas personas que llevan toda una vida en Villardeciervos y que ven con gran amargura cómo arde el entorno que da sentido a su hogar.

La tertulia triste

Pasada ya la medianoche del viernes al sábado, la inquietud se palpaba a la entrada del local habilitado para los vecinos del pueblo. Una tertulia triste al fresco servía para matar el tiempo mientras las preguntas sobre el estado de la zona cruzaban de un lado a otro del círculo cuando llegaba alguien nuevo. Las informaciones resultaban más o menos tranquilizadoras en lo tocante a las casas, pero una parte del daño ya es irreparable.

Así lo expresó uno de los veteranos del lugar, Teófilo Labajos, un hombre que dedicó buena parte de su vida precisamente a apagar fuegos, y que ahora ha visto cómo un incendio desproporcionado se ha llevado por delante aquellos pinos que plantó y esas rutas que recorrió mil y una veces.

Su mujer, Dolores Vega, quiso poner el punto optimista al asunto al señalar que las necesidades básicas seguirían cubiertas si el fuego finalmente dejaba de lado a las casas: “Tendremos para comer”, apuntó la vecina de Villardeciervos. “Sí, pero no para respirar”, le replicó su marido antes de volver a interesarse por las zonas quemadas y el operativo en marcha.

Tanto esta pareja como la mujer que estaba a su vera, Purificación Fernández, mostraron también inquietud por la situación del resto de la zona. “¡Cómo está todo!”, exclamaron antes de recibir el aviso de la Cruz Roja para ocupar su cama y dar inicio a una noche de cábalas. Dentro del recinto, alguna charla más se estiró unas horas. Luego, el silencio imperó hasta las noticias matinales: relativamente buenas para Villardeciervos. Los hogares siguen en pie.

En el bar de al lado, una de las trabajadoras reconoció el trote provocado por la llegada de las familias de Villardeciervos. Nadie tenía previsto un desenlace así, pero la realidad obligó a muchas personas a hacer un sobreesfuerzo.

El miedo de los usuarios de la residencia de Ferreras

Algunas de ellas se hallan a su vez en el sector sociosanitario. Por ejemplo, en la residencia mixta Los Valles de Benavente, donde fueron realojadas cuarenta personas mayores procedentes del centro de ancianos de Ferreras de Abajo. Allí se desplazó la consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades de la Junta de Castilla y León, Isabel Blanco, que trasladó “el miedo de estas personas tras ver las llamas” en torno al pueblo.

La responsable autonómica indicó que los residentes salieron “con lo puesto, con el historial y la medicación”, y apuntó que se encuentran en un grupo burbuja dentro del centro benaventano para evitar la desorientación. Blanco agradeció la predisposición de la residencia que ha acogido al grueso de los usuarios, y también la de los responsables de las instalaciones de San Cristóbal de Entreviñas y El Puente, que fueron receptores de otro número menor de personas mayores. El empuje se trasladó a todos estos puntos.

Tampoco pasaron una noche precisamente tranquila en Otero de Bodas, aunque aquello resultó ser solamente el preludio del auténtico drama que se desencadenó horas más tarde. Antes de la madrugada del sábado, el naranja de la ladera evidenciaba el riesgo latente, aunque el avance de las horas, la bajada de las temperaturas y la actuación de los equipos de extinción ayudó a relajar los ánimos.

De hecho, los trabajadores de la UME y de la Guardia Civil, al cuidado permanente de las personas del entorno, dejaron entrever un optimismo contenido que las condiciones se encargaron de desmontar bien pronto. El drama que se vivió en Villardeciervos, Ferreras y otras localidades cercadas por el fuego se movió horas más tarde a Olleros o Junquera. Nadie lo imaginó, pero de nuevo el fuego se impuso a cualquier estimación.

Durante estas noches seguirá habiendo gente que duerma fuera de un hogar que sienten desprotegido, con la confianza de que las labores de extinción y la fortuna se alíen para evitar un golpe mayor. Zamora está inmerso en un drama que difícilmente olvidará.