Dos millones de afectados en España, un incremento en un 20% de las denuncias en el último año, la mitad de los casos sin solución, un tercio de alumnos con el problema en las aulas y la razón de 200.000 suicidios al año en el mundo. Esas son las cifras sobre acoso escolar que puso sobre la mesa Carmen Guillén Sánchez, presidenta de la Asociación Salmantina contra el Bullying y Ciberbullying y perito judicial experto en este problema, protagonista de las jornadas organizadas por Cruz Roja Juventud que se desarrollaron en la Fundación Rei Afonso Henriques bajo el título “Generando convivencia frente al acoso escolar”, que congregó a voluntarios de la ONG que trabajan con niños y adolescentes, así como educadores y familias.
Afrontar la situación
Guillén Sánchez presentó una serie de pasos que hay que dar par afrontar cualquier situación de acoso, desde la prevención hasta el reconocimiento del problema, incidiendo en una intervención rápida y eficaz. “Hay que centrarse sobre todo en la primera, para adelantarse al problema”, subrayó, insistiendo en que “todos somos parte del problema, pero también de la solución”, alentó.
En esta búsqueda de una salida a esta situación, la familia debe tener un papel activo. “Sobre todo, hay que saber escuchar y observar, tanto en casa como en los colegios”, enumeró. Sobre la actitud de los padres, incidió en no culpar a los hijos. “No es el momento de juzgarlos, sino de buscar soluciones a través de una buena comunicación, dándole confianza para que hable y la importancia que merece la situación”, apuntó. “Pero si los padres no saben gestionar esta situación, es mejor que pidan ayuda profesional”, sugirió.
Actitud protectora
La neuropsicóloga Elena Flores, también ponente de estas jornadas, insistió en que una actitud protectora por parte del profesorado puede disminuir el porcentaje de casos de acoso. “Una mayor implicación de los docentes supone un aumento de la detección, por lo que bajaría la incidencia”, razonó. En este sentido, la profesional aseguró que las familias “son clave en la detección y prevención”.
Las alteraciones del sueño o de la alimentación, los golpes y arañazos sin justificar, la tristeza, una caída en la notas o cambios en el comportamientos son señales de alarma sobre un posible acoso “que se da entre niños y adolescentes, es decir, entre personas que deben ser protegidas, también si es acosador, porque suelen tener detrás un entorno muy hostil”, apuntó la experta, quien destacó también la dimensión grupal del acoso. “Siempre hay gente alrededor que es pasiva ante el problema y esos pueden ser nuestros hijos, por lo que hay que incidir en una mayor conciencia y responsabilidad” ante un problema que es de todos, no solo de víctimas y agresores.
Es ahí donde entra el factor comunicación. “Hay que promover las charlas en el aula, porque cuanta más información tengan los alumnos, más se reducirá el estigma y la discriminación, con una mayor implicación de todos. Por tanto, la información, en este sentido, es muy importante”, subrayó.