La Opinión de Zamora

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Menos oficinas, empleo perdido y trabas digitales tras 10 años de crisis bancaria en Zamora

La quiebra de Bankia, hace una década, inició una reestructuración en el sector que ya ha excluido del sistema a más de 47.000 zamoranos

Una sucursal cerrada hace años en la avenida de la Feria. EMILIO FRAILE

La nacionalización y posterior rescate de Bankia, hace ahora exactamente diez años, supuso el inicio de una metamorfosis del sector bancario de la que Zamora ha salido muy mal parada. En apenas una década, el sistema ha pasado de la pluralidad a la concentración, valga el enunciado tanto en lo referente a entidades como en cuestión de oficinas. La provincia, de hecho, ha perdido más de la mitad de las sucursales con las que contaba aquel fatídico mayo de 2012, centenares de sus empleados se han ido a la calle y el acceso a dinero en efectivo es ahora un privilegio que se le niega a 47.000 zamoranos. Por si eso fuera poco, a los mayores, legión en esta tierra, se les está expulsando del juego con menos horarios de atención presencial y más trámites exclusivamente digitales. El balance tras la quiebra es que la principal fractura se ha producido aquí mismo.

El mejor resumen de lo acontecido durante estos diez últimos años tras la quiebra de Bankia lo hacen los datos, que hablan y mucho de cómo la crisis financiera ha dejado a este territorio al borde del abismo. Al cierre de 2012, la provincia de Zamora contaba con 256 oficinas a lo largo y ancho de su territorio. Hoy, de acuerdo con los últimos números aportados por el Banco de España, son solo 105 sucursales las que sobreviven. Más de 150 puntos de atención al cliente que han sido clausurados, despojando así a los ciudadanos del acceso directo a sus cuentas y gestiones económicas.

Poco a poco, el sistema ha ido expulsando a los ciudadanos más vulnerables, que son los mayores que viven en los pueblos. Si por algo se caracterizaba ese mapa territorial financiero del año 2012, era por la capilaridad de las oficinas. No en vano, los datos indican que la mayoría de los zamoranos tenían acceso regular a una sucursal a menos de diez kilómetros de su hogar, estuviera donde estuviera. Hoy, esos mismos registros hablan de una realidad absolutamente distinta. La provincia, de hecho, presenta la menor ratio de población con un punto tradicional de acceso al efectivo en un radio de cinco kilómetros y el 85% de los municipios ni tan si quiera tiene sucursal. Más aún, los habitantes del medio rural deben recorrer una distancia media de 9,4 kilómetros hasta llegar al cajero más próximo.

Existe un informe del Banco de España que arroja cifras escalofriantes al respecto. Un documento en el que se pone negro sobre blanco cómo los zamoranos se han quedado rezagados en la última década en materia de servicios financieros y, especialmente, en el acceso a efectivo. De acuerdo a las cifras manejadas por el organismo, la provincia de Zamora cuenta con 279 puntos de acceso al efectivo, aunque solo en 47 municipios. Esto quiere decir que 201 localidades no tienen cajero automático. Y también que el grado de concentración es demasiado elevado, con el mayor número de oficinas concentradas en la capital, Benavente y Toro.

La reestructuración bancaria, en resumidas cuentas, ha dejado a la provincia de Zamora al borde de la exclusión financiera. Sin sucursales, sin cajeros y sin servicios presenciales, los ciudadanos penan por hacer sus gestiones económicas como cualquier persona de cualquier otro punto de España. Desigualdad con mayúsculas.

En mayo del año 2012, la quiebra de Bankia puso encima de la mesa las debilidades de un sistema financiero que comenzó a replantear su estrategia de futuro. Han pasado diez años y el proceso de reestructuración bancaria está prácticamente finalizado. En este tiempo, la provincia de Zamora ha visto cerrar más de la mitad de sus oficinas, despedir a centenares de sus empleados y limitar al máximo los servicios que se ofrecen de manera presencial. La provincia más envejecida de España y una de las que peores conexiones a Internet presenta tiene ahora que lidiar con una banca móvil para la que sus ciudadanos y sus infraestructuras no están preparados. Así ha cambiado el sector en la última década.

El impulso a los trámites online frente a una pésima cobertura rural

“Soy mayor, no idiota” es el movimiento que ha conseguido plantar cara, hasta cierto punto, a los abusos de la digitalización por parte de las entidades bancarias. Son recurrentes los carteles a las puertas de las oficinas que indican que la caja tan solo está abierta hasta las once de la mañana. A partir de ahí, para cualquier trámite, señalan el camino de Internet. Una revolución tecnológica que llega en desigualdad de condiciones para los ciudadanos. Anuncian banca móvil para gestionar los ahorros en un territorio que todavía acumula decenas de pueblos a la sombra, sin acceso a Internet o con conexiones tan limitadas que hacen imposible pasar de la introducción de la contraseña.

Zamora es la provincia de Castilla y León con un mayor número de población que habita en lugares sin acceso a conexión por fibra óptica. Velocidad de tercera división para 11.600 ciudadanos que viven en 110 localidades de todo el territorio y que se corresponden con las que carecen también de oficina bancaria. Sin embargo, la administración envía a estos miles de personas a hacer trámites y pagar impuestos en las entidades sin tener en cuenta que, ni existen sucursales, ni existen conexiones. Lo que sí existe es una población envejecida. ¿Cómo vivir?

El cierre de oficinas derivado de la reestructuración bancaria obliga a los ciudadanos de la provincia de Zamora a viajar o a entenderse con la banca móvil. Y a menudo, ni hay coche, ni hay Internet. Diez años después de la quiebra del sistema, este territorio ha resultado uno de los peor parados. Debilidad sobre debilidad para hacer aún más profundo el pozo de la exclusión financiera en el que se ven inmersos miles de zamoranos. Una situación que, lejos de mejorar, va encaminada hacia una cada vez mayor marginación del sistema.

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