La Opinión de Zamora

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Lorenzo Silva Escritor

“Ninguna medida de fomento de la lectura ha tenido un impacto como el confinamiento”

“Me gustaría que reconstruyéramos las cosas que ha ido deshaciendo la pandemia con más conciencia y consciencia”

El escritor madrileño, durante la entrevista en las instalaciones del CFIE de Zamora. ANA BURRIEZA

Reconoce que la pandemia ha arrebatado vidas, pero también ha sido un aliciente para fomentar la lectura en aquellos meses de confinamiento. A eso mismo animó esta semana en Zamora el escritor Lorenzo Silva durante su participación en las jornadas organizadas por la Dirección Provincial de Educación. Cercano, con la ideas claras y enamorado de su profesión, presentó sus últimos trabajos y animó a los profesores a seguir descubriendo la magia de la literatura.

–¿Qué labor considera que tiene el profesorado en la promoción de la lectura?

–Aparte de mi convicción personal de que la enseñanza y el ámbito escolar son importantes para el fomento de la lectura y para asentar en las personas el hábito de acercarse a los libros, en mi experiencia personal como escritor tiene una importancia diría que casi decisiva la relación con los centros de enseñanza. Llevo más de 25 años yendo a colegios e institutos, tratando con alumnos y profesores, y para mí ha sido una gran cantera de lectores. Cada vez me encuentro más personas en ferias del libros y otros encuentros donde me confiesan que me comenzaron a leer porque visité su colegio o porque un profesor de 3º de la ESO les puso una novela mía. He podido constatar muy directamente la importancia fundamental que tiene el sistema educativo a la hora de inculcar el hábito de la lectura y además hacerlo como lo que tiene que ser, un placer personal y una aventura de indagación propia del mundo que te rodea y de ti mismo.

–¿Nunca es tarde para empezar?

–Una persona se puede hacer lector en su casa o a los treinta años, después de no haber leído nunca. Incluso he conocido personas que se han hecho lectoras en la cárcel, cuando las han privado de libertad durante diez años. Pero creo que la escuela es el lugar donde se hacen los lectores y donde además se enseña a las personas a dialogar con los libros y a través de ellos. Si ese foro funciona, nos podemos ahorrar las campañas y la publicidad. Si la lectura está arraigada en las personas, le da fuerza y no desaparece.

–Es un escritor que cuida su vínculo con los lectores, ¿piensa en ellos cuando comienza una nueva historia?

––Siempre pienso que al otro lado hay alguien, si no, no escribiría novelas, sino un diario íntimo o tendría un blog para mis cosas y no me preocuparía ni siquiera de la sintaxis. Pero cuando escribo una novela soy consciente de que hay alguien al otro lado. La imagen más bonita que alguien ha dado de los lectores es la que describió el escritor estadounidense John Cheever. Escribía siempre desde una cabaña y decía que cuando lo hacía miraba al bosque fuera y sentía que la gente para la que escribía estaba ahí, aunque no viera sus caras. Yo tampoco sé quiénes son mis lectores, porque además sería hasta pretencioso aspirar a saber quién te va a leer, pero siempre pienso que hay alguien al que tengo que respetar y con quien intentar conversar. A partir de ahí, hablo de lo que me interesa, de lo que me importa y también de lo que me concierne. No soy capaz de escribir novelas de otras cosas, porque no tengo la capacidad necesaria.

Los libros logran un grado de inmersión que no se produce viendo una película

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–Con la agenda repleta de citas para ferias del libro, ¿qué significa volver a la normalidad?

–La pandemia nos ha retirado de muchas cosas durante un tiempo muy largo y lo que siento es que, con independencia de que esto no se ha acabado del todo, podemos comenzar a reconstruir las cosas que nos ha ido deshaciendo la pandemia, pero me gustaría que la recuperáramos con más conciencia y consciencia. Creo que todos hemos aprendido a valorar más algunas cosas, el contacto con el prójimo, pero con cierta profundidad y calidad. Mi experiencia siempre en la conversación con los lectores tiene esos dos rasgos y es algo muy gratificante, así que lo recupero con el mejor ánimo y la mayor ilusión.

Lorenzo Silva, en su visita a Zamora. Ana Burrieza

–Si se puede sacar algo bueno del confinamiento, es que la literatura se convirtió en un salvavidas para muchos.

–Es algo que pienso y por lo que experimento cierta culpabilidad, porque muchas personas se fueron, pero se nos regalaron unas horas que normalmente no tenemos para estar con los nuestros e incluso con nosotros mismos. A veces tengo la sensación de lo que hemos ganado algunos ha sido a costa de lo mucho que han perdido otros. Pero constatado eso, no ha habido ninguna medida de fomento de la lectura que haya tenido un impacto tan notorio, tan claro y tan apreciable como fue el confinamiento. Recondujo a muchas personas a la lectura, algunas que quizá la habían frecuentado y abandonado y también otras que no habían leído jamás o muy poco encontraron en esos días tan largos una oportunidad para descubrir lo que aportan los libros.

–¿Recobraron valor los libros en ese tiempo?

–Me ilusiona especialmente que haya servido para descubrir lo que tienen de diferencial los libros respecto a otras formas de ocio, de entretenimiento y de conocer la actualidad. Creo que la literatura tiene esos tres aspectos y vivimos en una época en la que, afortunadamente, tenemos una oferta ilimitada de lenguajes narrativos, desde el convencional de la literatura hasta el del videojuego o el que se construye a través de las redes sociales, aunque alguno sea de baja calidad. Cada una tiene sus alicientes y pueden ser enriquecedoras, pero hay algo que solo consiguen los libros: un grado de inmersión y de asimilación que no se produce viendo una película, una serie o jugando a un videojuego. La pandemia ha descubierto a muchas personas que un libro puede ser una manera de ocupar unas horas de su existencia no solo para pasar un rato placentero, sino también porque te deja un poso que otros no dejan.

–Como escritor, supo aprovechar también ese tiempo en cierta medida regalado.

–Me dio más tiempo para trabajar e incluso me permitió hacer un diario, cosa que no había conseguido nunca, para organizar mis días y escribir mis percepciones, manteniéndolo más de cincuenta días y publicado después como “Diario de la alarma”. Estaba en ese momento terminando una novela y comencé a escribir otra. También tenía el libro sobre las comunidades de Castilla, que pensaba que no llegaría a la fecha del aniversario, pero lo logré, escribí otra novela que acaba de salir en enero y pude terminar de preparar el libro que publicaré el 11 de mayo, que se titula “Nadie por delante” sobre la participación de los militares españoles en las guerras del siglo XXI.

Lorenzo Silva, en el centro, durante su participación en las jornadas de fomento de la lectura de Zamora. ANA BURRIEZA

–Tristemente, llegará en un momento en el que la guerra está de actualidad.

–Cuando estaba corrigiendo el libro pensaba que estaba escribiendo sobre un tema que no interesaría a nadie, no porque no hubiera guerras, sino porque no las veíamos. El siglo XXI lleva conflictos día por día y con la participación de España, como en Irak o Afganistán, aunque ahí parece que las víctimas son otros y tenemos un poco amortiguada la empatía que podamos sentir. Ha tenido que venir una guerra en Europa para ponernos el hecho bélico en primer plano con todas sus repercusiones, que han sido las que intento abordar en este libro.

Tenemos amortiguada la empatía con las víctimas de Irak o Afganistán

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–¿Cuáles son?

–Hay tres aspectos que son los que más me impactan e interesan. Uno es la decisión de desencadenar una guerra. Dicen los clásicos que, una vez que comienza, la guerra tiene su propia dinámica y es incontrolable. Siempre me llama la atención las enormes dosis de inconsciencia que hay detrás de esa decisión. Otro segundo aspecto es que las guerras, al final, acaban sacudiendo de una forma devastadora a los no combatientes, a los civiles. El tercer aspecto tiene que ver con algo muy profundo de la condición humana, que no consigue desterrar el enfrentamiento violento y renunciar a la violencia, que al final se convierte en una forma de hacer la guerra, aunque también ha cambiado mucho. Algo que me llama especialmente la atención, tanto en las guerras de mi libro como en la que estamos viviendo ahora, es que en estos conflictos asimétricos quien parece una súper potencia muchas veces encuentra la horma de su zapato ante un pelotón de hombres con determinación, que pueden ser los ucranianos de Mariúpol o los talibanes que, al cabo de veinte años, consiguieron echar a todas las potencias del mundo. Algo muy importante que también afecta a la guerra de Putin es lo que vale en el enfrentamiento bélico la convicción moral de que se está luchando por algo por lo que merece la pena. El ejército que tiene eso tiene tres veces más fuerza que el enemigo. Y en esta guerra los soldados rusos están muy lejos de tener esa moral. Eso para mí es determinante.

–Pasando a una de sus sagas más conocidas, ¿qué relación tiene con Bevilacqua y Chamorro, después de tantos años? ¿Son ya parte de la familia?

–No sé muy bien lo que son. A veces me preguntan si Belvilacqua es mi alter ego, pero no lo es, aunque, en cierto modo, todos mis personajes están dentro de mí. A veces no sé si soy yo un alter ego suyo (risas), pero le he puesto a Belvilacqua mucho menos de lo que él me ha aportado a mí y a mi visión del mundo. Es una relación de camaradería, son dos buenos camaradas y, aunque la palabra se ha devaluado un poco por su utilización política a diestra y siniestra, habría que recuperarla, porque un camarada es alguien que te cubre la espalda, en quien te puedes apoyar, que te levanta si te caes. Esa es la relación que tengo con ellos, que también existe entre ellos y que me interesa cultivar. Muchas veces me preguntan si habrá una relación sentimental, pero la verdad es que no tengo ni idea, porque dejo que las cosas fluyan, así llevo 27 años y no ha ido mal. Lo que sí sé es que nunca dejarán de sentir esa camaradería, porque en la vida necesitamos un apoyo con cierta solidez y más en estos tiempos tan fluidos en los que vivimos.

–¿Habrá pronto nueva historia de esta pareja de guardias civiles?

–Hace como dos meses empecé a escuchar en mi cabeza la voz de Belvilacqua y sabía que, inmediatamente, tenía un terreno en el que estoy cómodo, sé que estoy entre gente de fiar, así que me encuentro inmerso en una nueva aventura.

Lorenzo Silva, durante la entrevista en el CFIE de Zamora. ANA BURRIEZA

–En la novela negra se siente a gusto, pero también se ha sumergido en la novela histórica con “Castellano”. ¿Qué le interesó del relato de los comuneros?

–Qué puede no atraerte de una historia en la que hay una galería de personajes espectacular. Lo que nos contaban en el colegio era Carlos V por un lado y, por otro, unos castellanos enfadados, que eran Padilla, Bravo y Maldonado. El rey es un personaje muy interesante, inmaduro, mal aconsejado y que toma decisiones erróneas y excesivamente coléricas. Y esto no lo digo yo porque sea republicano o porque le tenga tirria a Carlos V, sino que se lo decía ya su propio virrey. Hay que subrayar que Padilla, Bravo y Maldonado son los capitanes de las milicias de Toledo, Segovia y Salamanca, respectivamente, los jefes militares, pero no son los jefes de las comunidades, un movimiento asambleario de todas las ciudades de Castilla que reivindican sus libertades y su dignidad y tienen un órgano político que va tomando decisiones y al que se someten los caudillos militares, a quienes rinden cuentas.

–¿Qué importancia histórica le atribuye?

–El movimiento de las comunidades creo que tiene rasgos de la última revuelta medieval y de la primera revolución moderna, porque es la primera vez que en Europa, donde se vive el auge del absolutismo, en Castilla surge no solo como una algarada, sino, con la doctrina de los doctores de Salamanca y el respaldo jurídico de los juristas de Valladolid, la idea de que un monarca no puede gobernar un reino solo en aras de su interés y contra el interés del reino. Es más, surge la idea de que el interés del pueblo ha de prevalecer sobre el interés de quien ejerce el poder. Y esa es la fuente del constitucionalismo moderno, de ahí ha salido el Estado de Derecho, las libertades y derechos fundamentales. Y eso es Castilla, igual que también, poco después de que los comuneros fueran decapitados, empieza a trabajar en Salamanca Francisco de Vitoria, que plasma todo esto en una doctrina política que lleva al derecho de gentes y, en el fondo, a la civilización contemporánea.

Los castellanos deben reconectar con la dignidad y el valor de su historia

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–¿No se le ha dado la importancia que merece?

–Si esto hubiera pasado en el Reino Unido, en Francia o Estados Unidos, tendríamos 841.000 películas al respecto, pero aquí no tenemos nada, porque somos así dejados los españoles, pero, especialmente, los castellanos. A mí era un relato que me parecía emocionante, interesante e ilusionante, porque da un sentido especial a la historia. Es verdad que los comuneros fracasaron, en parte por errores suyos y por divisiones, pero, desde el punto de vista de las doctrinas políticas, los comuneros triunfaron. Nosotros tenemos un estado que obedece a la filosofía de los comuneros, no a la de Carlos V, que ha sido completamente superada y barrida por la historia, lo que demuestra que, incluso resultando derrotado, uno puede en el largo plazo prevalecer, porque de tu lado está la justicia, la racionalidad y la integridad moral. Y eso es algo ilusionante, después de todo.

–Uno se siente orgulloso de ser madrileño, andaluz o gallego, pero ¿por qué en Castilla y León, a pesar de su peso en la historia, no se tiene esa identidad?

–Creo que el problema arranca precisamente con la derrota de las comunidades, la represión de los comuneros fue durísima, porque se condenó a muerte a todos los importantes y se decapitó a los prisioneros. Y a los que no murieron se les quitaron todos su bienes, sus cargos su dignidad. Se hizo ver que esa voz que había alzado Castilla no la podía volver a alzar y en seguida se le superpuso el imperio de los Habsburgo, que empezó a servirse de Castilla para su proyecto europeo, aunque finalmente fracasó. A partir de ahí, Castilla quedó un poco silenciada, opacada. La monarquía hispánica siempre ha tratado con lugares más conflictivos a los que tenía que contentar, pero a Castilla nunca, porque no había gente en Madrid dando la tabarra y preguntando ¿qué hay de lo mío? Nunca había nadie de Zamora o Palencia, pero sí vascos o catalanes. Y ese es el problema, al que hay que añadir la propia configuración autonómica. No sé si tiene sentido histórico, político o económico trocear Castilla en seis comunidades autónomas. No sé muy bien la solución, pero sí creo que es bueno que, sin caer en patrioterismos que no tienen ningún sentido en pleno siglo XXI, ni en nacionalismos ombliguistas, que me parecen todavía más grotescos en esta época, los castellanos reconecten con la dignidad y el valor de su historia que, entre otras cosas, ha producido la segunda lengua del mundo.

El movimiento comunero tiene rasgos de revuelta medieval y de revolución moderna

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–En estos últimos meses España ha estado más pendiente de nosotros y se ha convertido en la primera comunidad con Vox en el gobierno, ¿qué se puede esperar?

–Han sido unas elecciones que convocó a alguien sobre unos cálculos verdaderamente mejorables, como se ha visto. Se han encontrado en una especie de ratonera y han salido por ahí, así que el tiempo dirá. Por otra parte, ese gobierno tiene una legitimidad democrática irreprochable y, por lo tanto, hay que acatarlo como tal. A quienes están en el gobierno hay que esperar que lo hagan lo mejor posible para los ciudadanos y, probablemente, también en el ejercicio del gobierno algunas ideas un poco inflamadas tiendan a desinflamarse. Pero, igual que con Madrid, sería triste que pensáramos que existe una especie de fatalidad que hace que ambas sociedades estén ancladas en el pasado, nostálgicas de tiempos idos y probablemente irrecuperables, porque yo tengo la convicción de que Castilla y León, al igual que ocurre con Madrid, ni es ni ha sido nunca eso. Tendrán el poder durante estos cuatro años de coalición, pero ojo con identificar esta tierra con quien la está gobernando, porque es mucho más que eso.

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