Los zamoranos siguen usando la mascarilla en espacios interiores. A pesar del fin de la obligatoriedad de esta protección en los establecimientos, la ciudadanía y los propios responsables de los negocios han decidido mantener el cubrebocas por precaución y por un cierto sentido del respeto al prójimo. Es decir, si el otro la lleva, yo me la pongo.

Esa ha sido la lógica que ha imperado en la ciudad durante las primeras horas sin mascarilla obligatoria en interiores tras casi dos años de uso forzoso. Algo similar ocurrió en junio del año pasado cuando se permitió la retirada de la protección en exteriores y la población se mostró ciertamente reacia a descubrirse la cara. El miedo al virus era grande entonces y, aunque se ha reducido en los últimos tiempos, el COVID sigue causando inquietud.

CORONAVIRUS. COVID19. RETIRADA MASCARILLAS EN INTERIORES EMILIO FRAILE

Los propios responsables y trabajadores de los negocios zamoranos han apelado a la circulación del virus y al posible efecto pernicioso de la Semana Santa como argumentos principales para conservar la mascarilla, aunque también han puesto el foco en el cuidado de su clientela. La ciudad cuenta con un amplio grupo de personas mayores que, en general, tienden a ser más precavidas, y la cosa no está para perder parroquianos.

La excepción a todas estas reglas se encuentra en la hostelería, donde el uso de la mascarilla en interiores ya se había relajado de manera evidente en los últimos meses. Hoy, como ayer, tan solo los camareros mantienen el cubrebocas, mientras la clientela ya se ha liberado de esa norma un tanto absurda de avanzar hacia la mesa con la mascarilla puesta antes de quitársela, consumir, charlar y ponérsela de nuevo para enfilar la salida.

¿Obligación, recomendación o libre elección?

Los responsables de los negocios se dividen a la hora de afrontar la nueva etapa. Casi todos se muestran conscientes de que ya no pueden obligar a nadie a llevar la mascarilla, pero la mayoría seguirá recomendando su utilización en el establecimiento. Algunos, incluso, situarán cubrebocas a la entrada para que aquellos que acudan sin ella puedan ponérsela mientras compran. Otros han optado por aceptar la nueva norma y dejar que cada cual haga lo que estime oportuno. Solo la evolución de la pandemia marcará si la gente se va atreviendo más a descubrir el rostro.