La Opinión de Zamora

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Balborraz languidece

Los carteles de “se vende” proliferan en una calle que nota la carencia de negocios y de vecinos en los edificios

Una peluquera atiende a una clienta. | |

La estampa resulta reconocible para quien pasa habitualmente por el centro de Zamora: en la parte de arriba de la calle Balborraz, los turistas se atusan el pelo, se colocan adecuadamente para ofrecer su mejor versión a la cámara y posan para la foto ante uno de los lugares más icónicos de la ciudad. Desde su posición privilegiada, los pocos comerciantes que aún aguantan en la cuesta miran a veces de soslayo esas escenas antes de girarse y comprobar cómo la alegría del visitante es la única que se percibe en un entorno por otra parte entregado a una suerte de abandono.

Balborraz se ha convertido en un espacio para la foto, para ver a la Esperanza el Jueves Santo y no mucho más

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Basta con un paseo por este lugar un día de diario y con alguna conversación con los vecinos y trabajadores de la zona para constatar que Balborraz se ha convertido en un espacio para la foto, para ver a la Esperanza el Jueves Santo y no mucho más, con las honrosas excepciones de quienes siguen sacando adelante sus negocios en los locales que permanecen abiertos.

Los carteles de "se vende"

Esos oasis contrastan con las numerosas pegatinas y carteles de “se vende” que se pueden observar en las puertas y en los balcones de la calle. El descenso en dirección al río es una sucesión de anuncios y de detalles que revelan la decadencia del entorno: las pintadas, las casas deterioradas por la ausencia de vida, las plantas que ya renunciaron a demandar agua, los cristales rotos que ponen a la vista el esqueleto de edificios abandonados o los restos de los negocios que dejaron huérfano su antiguo hogar se acumulan para dar forma a un panorama ciertamente desolador.

Con todo, todavía hay negocios que resisten, Balborraz sigue siendo una calle de paso y un lugar que atrae a los turistas. No todos se quedan en el selfi desde arriba. Hace poco que Emilia Santos abrió su bar en medio de la cuesta, un punto estratégico para refrescar el gaznate antes de continuar la subida: “Yo no me puedo quejar”, explica esta empresaria hostelera que sí detecta la merma de vecinos en la zona, pero que se defiende gracias a una clientela que está ayudando a consolidar su proyecto.

Más arriba, la responsable de una peluquería señala que, para ella, el negocio también funciona gracias a la clientela fija que tiene. La posición arriba de la calle también ayuda, y es que la ubicación de Balborraz no es precisamente mala. Los locales que se sitúan en la zona más alta están prácticamente en la Plaza Mayor, en pleno centro de la ciudad.

: “Cuando quieres poner un negocio te ponen muchas trabas y si quieres reformar una vivienda también”

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La propia comerciante alude a otras cuestiones como causas de lo que ocurre en esta zona: “Cuando quieres poner un negocio te ponen muchas trabas y si quieres reformar una vivienda también”, explica. “Los precios no son muy altos, pero la gente acaba por rendirse”, remata esta mujer, que pone como ejemplo lo que ha escuchado sobre un empresario hostelero que está teniendo problemas para encajar su proyecto con las reglas fijadas por la normativa.

La posición del Ayuntamiento

Al ser cuestionado por el tema, el concejal responsable del área en el Ayuntamiento de Zamora, Romualdo Fernández, asegura que la batalla municipal también está centrada en “llenar el casco histórico en general y no en vaciarlo aún más”. Para el responsable local, el caso de Balborraz no es muy distinto del de otras calles del entorno, y reconoce la necesidad de tomar medidas para que la parte antigua “no sea una recreación medieval sin gente”.

“Hace falta una actuación integral. Estamos despejando la muralla, pero también hay que posibilitar el comercio y lograr un turismo respetuoso con el entorno”, indica Fernández, que considera que existe un problema multifactorial y, por tanto, la cuestión precisa de una actuación variada. Entre las demandas principales destaca también la agilización de las licencias y una cierta flexibilidad que evite que los interesados se acaben marchando por aburrimiento.

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