La escalada de precios y su impacto en la cesta de la compra mantienen en vilo a los hogares. El conflicto entre Rusia y Ucrania ha agravado una tendencia alcista que ha puesto contra las cuerdas a determinadas familias y a ciertos negocios que han visto cómo la crisis impactaba de lleno en sus bolsillos. El miedo a unas consecuencias aún más graves se ha instalado en buena parte de la sociedad, y personas como Víctor Rodríguez (Toledo, 1994) intentan analizar estas claves para, al menos, reducir la incertidumbre ante lo que puede ocurrir a corto o medio plazo. Este graduado en Ciencia Política y Gestión Pública ejerce como consultor en Atrevia y es especialista en el sector de la agroalimentación.

El consultor de Atrevia, en su puesto de trabajo. | Cedida

–La subida del IPC en febrero es una de las peores en décadas. A la vista de los acontecimientos recientes, ¿se encamina España hacia un incremento aún mayor de los precios en los próximos tiempos?

–El dato del IPC llama la atención, porque el 7,6 registrado en febrero ya incluye un impacto de hasta 1,5 puntos por el conflicto de Rusia y Ucrania. Nos situamos en un porcentaje de subida provocado por la guerra bastante considerable. Sí que es verdad que la influencia que puede tener en la economía nacional y comunitaria es difícil de valorar a largo plazo, aunque hay que remarcar que Rusia y Ucrania son dos grandes exportadores de materias primas relevantes para la Unión Europea. Por tanto, se puede decir que se prevé que el impacto en la economía y la escalada de los precios se mantenga, y sea algo relevante para el país y para el continente.

–España produce bastante cereal, pero también tiene que importar y una parte importante procede de Ucrania. ¿El país tendrá que buscar alternativas más costosas económicamente?

–Sí, además es relevante porque las exportaciones de cereal, como puede ser el trigo de Ucrania o de Rusia, a nivel mundial ya suponen un 25 o un 30% del comercio exterior del producto. En España, también es un dato bastante elevado y el encarecimiento del precio a corto plazo va a seguir siendo constante y va a tener un impacto en las economías de los hogares y de las industrias. El sector agroalimentario ya se está viendo fuertemente afectado por este conflicto, especialmente por el coste de las materias primas. Además, creo que hay otra cosa que conviene recordar, que es que el sector agroalimentario ya venía experimentando una subida en los precios de la energía, los fertilizantes y los piensos para la alimentación de los animales desde mediados de 2021. Esto nos coloca ante un escenario alcista de los precios que no tiene una fácil solución a corto plazo. A medio y a largo, va a ir en función del desarrollo de la guerra. Los gobiernos están trabajando para buscar alternativas y desde España se ha llegado a solicitar ya la flexibilización de la PAC y de las reglas comerciales para que se puedan importar productos de países del cono sur, como Argentina o Brasil, o incluso de Estados Unidos y de Canadá.

–En Zamora, ya se veía en las calles el descontento del sector agroalimentario, especialmente de los productores, que veían que la situación se les iba de las manos. ¿Tienen que actuar ya los órganos decisorios para atajar la escalada antes de que sea demasiado tarde?

–Sí, de hecho España, más allá de la flexibilización y de la activación de mecanismos para buscar materias primas en el mercado, ha demandado la flexibilización de las importaciones y de la PAC. Este aspecto es importante a nivel nacional, porque la PAC venía aplicando un límite a la extensión de los cultivos y en los últimos años se estaba priorizando el componente verde por delante del componente productivo.

–¿Qué deben hacer las empresas para tratar de paliar la tendencia alcista?

–Las industrias agroalimentarias estaban planteando la posibilidad de que las empresas del sector pudieran acceder de forma sencilla a ERTE por fuerza mayor para paliar esta situación. Incluso, se estaban pensando ellas, a nivel de industria, solicitar ayudas directas, mayor liquidez y flexibilización. A nivel de consumidores sí que es verdad que, viendo lo que está sucediendo y cómo está afectando a la sociedad, los gobiernos y la Unión Europea tienen que trabajar para paliar el efecto que pueda tener sobre los hogares.

Hay que recordar que el 60% del aceite de girasol que consumimos en España se compra a Ucrania

–¿Corremos el riesgo de que los precios se disparen de manera más exagerada en las próximas semanas?

–Sí, es lo más factible, y las previsiones económicas muestran una tendencia alcista de la inflación a corto plazo. Por citar un ejemplo concreto de un producto, hay que recordar que el 60% del aceite de girasol que consumimos en España se compra a Ucrania.

–Teniendo en cuenta este ejemplo, ¿qué es lo que va a subir de precio?

–Viendo los principales productos que se importan de estos mercados, y teniendo en cuenta el consumo que podemos hacer de ellos a nivel nacional, por descontado todos los productos asociados al cereal para el sector primario. Además, en la línea con lo que decía, el aceite de girasol está subiendo más del 30% en relación al último año y sigue aumentando. También hay que ver cómo los productos sustitutivos incrementan su coste por efecto directo o indirecto de esta escalada. Sin ir más lejos, el aceite de oliva también está subiendo en el mercado.

–¿Entonces, el pan y el aceite son los productos donde se va a centrar el aumento en la cesta de la compra?

–Justo. Asociado al incremento de los precios del trigo se podrá ver cómo el precio del pan y las harinas se está incrementando y se incrementará aún más en las próximas semanas.

–Ante este escenario, ¿cabe la posibilidad de que haya especulación con determinados productos?

–En el sentido de la alimentación y del consumo de productos básicos, es un asunto que no puede estar más acotado, más limitado. También los gobiernos se van a implicar y van a tomar medidas para luchar contra esto.

–Con el tema del aceite de girasol y las limitaciones para comprar el producto en los supermercados, se ha abierto una vía hacia el temor por un posible desabastecimiento de ciertos artículos. ¿Se corre ese riesgo?

–Con el tema de los desabastecimientos, creo que es importante tener en cuenta que, si lo comparamos con la situación que se vivió hace dos años con el papel higiénico, al inicio de la pandemia, y lo traemos a la actualidad, juega un papel más importante el comportamiento de los consumidores. El temor a un posible desabastecimiento es incluso más importante que luego el hecho en sí. Hay que tener en cuenta, y ese es un tema que es importante remarcar, que hemos visto cómo las cadenas de suministros, las industrias europeas, han tenido una gran capacidad de adaptación y resiliencia ante estos eventos sobrevenidos, como puede ser una pandemia o un conflicto bélico. La cadena es robusta. España es el segundo país del mundo que menos roturas de stock ha sufrido después de Canadá. En cuanto a desabastecimientos a corto plazo, no habría ningún problema. A medio o largo plazo, si el conflicto se alarga y si las medidas que se toman no son efectivas o llegan tarde, sí se podría empezar a temer.

–¿Conviene mantener la calma y no hacer acopio excesivo de los productos cuya compra se está limitando?

–A ver, yo creo que sí. Lo que pasa es que, teniendo en cuenta el tema de los precios y jugando un poco con los comportamientos de los hogares y de la ciudadanía, siempre viene un poco el temor y el decir: voy a comprar “X” unidades de este producto porque sé que la semana que viene me va a costar 20 céntimos más. Ese puede ser el problema. Pero en cuanto a tener reservas y la cadena de suministros, es un asunto que no debe preocupar a corto plazo.

–¿Está Europa preparada para activar los mecanismos precisos y limitar el impacto de esta crisis en las empresas y en los hogares?

–Sí, además lo podemos ver. En esta crisis actual, juega un componente importante el tema energético, y la Unión Europea ha anunciado ya un nuevo paquete de acciones para luchar contra la escalada de los precios, que está afectando a todos. La respuesta de la UE ante situaciones como la que estamos viviendo ha sido buena, en cuanto a ser rápidos a la hora de imponer sanciones o a adoptar medidas en el ámbito energético. Además, también se ha pedido desde las empresas la reformulación de determinados productos. Por ejemplo, del aceite de palma o de coco. Son medidas que creo que la UE irá adoptando.

–¿Cómo se pueden concretar esas propuestas?

–El ministro Planas manifestó que una solución para sustituir el uso del aceite de girasol es usar otras grasas vegetales. La industria alimentaria ha instado a la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) que solicite a la Comisión Europea la flexibilidad temporal en la aplicación del reglamento sobre etiquetado ante la sustitución por otros ingredientes de las materias primas afectadas. Este planteamiento busca la reformulación del aceite de coco o el aceite de palma para que sean alternativas al aceite de girasol. ¿Cuáles son los problemas? Que países como Argentina y Brasil, grandes mercados de ciertos productos agrícolas, están sufriendo la sequía y las existencias mundiales de cereales son bajas. Asimismo, existe un problema con el uso de productos fitosanitarios y de transgénicos que estos países utilizan en la producción de estas materias primas y que está prohibida en la UE, lo que conllevaría una flexibilización de estas normas para su implementación en el territorio comunitario.

–¿La idea es retroceder algunos pasos en la estrategia verde para priorizar el acceso de los consumidores al producto?

–Sí, de hecho es un asunto que el otro día trataron cuando presentaron el nuevo plan de acción en el ámbito energético.

–¿Cree que esta crisis se va a llevar por delante explotaciones o industrias del sector agroalimentario?

–Estamos viendo cómo un caso especial puede ser el sector lácteo, donde el incremento de los precios está afectando a las explotaciones ganaderas y, desde muchas organizaciones profesionales, se está hablando de cierres. Podría darse el caso. Yo creo que es importante tener en cuenta que los costes de producción se están viendo incrementados y las industrias van a tener que pagar más y traspasar los costes al consumo de los hogares. Los márgenes de las industrias son más pequeños, no lo pueden asumir y los traspasan a los hogares. Considero que se podría evitar que se pudieran cerrar las explotaciones con un incremento de los costes.

–O sea, que habrá que pagar más para que la cadena no se rompa.

–Sí, creo que puede ser uno de los efectos.

–Los ganaderos de la provincia denuncian que los intermediarios y las industrias tienen un margen mayor. De hecho, recientemente hablaban de una empresa láctea que había logrado beneficios anuales en España por encima de los 50 millones de euros mientras ellos estaban muy apurados para llegar. ¿Realmente, la situación es así o hay una visión sesgada por parte de los productores?

–Lo importante en este tema es tener en cuenta que el eslabón de la cadena está compuesto por el sector primario, por las industrias y el distribuidor, que es el actor que más peso tiene a la hora de fijar los precios, y el que condiciona tanto a las industrias como a los ganaderos. En este sentido, la distribución tiene un papel muy importante.

–Ya sé que no es adivino, pero si nos ponemos en la situación de que una persona paga un euro por su barra de pan en estos momentos, ¿cuánto podría subir el precio en los próximos seis meses?

–Viendo la tendencia alcista del precio, y las estimaciones que se están haciendo, se habla de que el IPC puede llegar al 10% en verano. Es factible que se alcance esa cifra. Creo que se pueden ver bastante afectados todos los precios. Se incrementará el precio de la barra de pan, de los productos básicos. De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los alimentos son ya, a cierre de febrero, un 21% más caros que hace un año. Hay que subrayar que están subiendo los precios de la cebada, el trigo y el maíz en las bolsas agrícolas más de un 30% respecto al año anterior y el del aceite de girasol un 37% para el mismo periodo. Como decía antes, lo que está generando esto es una subida de todos los derivados del trigo, como el pan y las harinas, y del aceite de oliva, como efecto indirecto y producto sustitutivo.