“Cada vez me cuesta ver un poco más, así que he decidido aprender braille para poder desenvolverme mejor en un futuro”. Una razón de peso es la que ha animado a Rosa Sánchez Ferrero, de 35 años, a comenzar el pasado noviembre sus clases de lenguaje braille en la agencia de la ONCE en Zamora. “Yo creía que iba a ser más difícil, aunque es verdad que estamos empezando”, confiesa animada esta usuaria, que forma parte del colectivo desde que nació, cuando le diagnosticaron cataratas congénitas. Lleva cerca de quince de vendedora del cupón y aunque reconoce que, “de momento”, puede hacer vida normal, las dificultades que encuentra para manejarse en lugares muy luminosos y sitios que apenas conoce ha hecho que dé el paso. “Era algo que siempre he querido aprender”, confiesa, animando a todos aquellos que se lo estén pensando “porque les va a ayudar mucho en su día a día”.

El tacto es imprescindible para aprender a leer braille. Jose Luis Fernández

Como Rosa, más de una veintena de personas aprende en Zamora el sistema braille, impartido por las profesoras Asun Hernández Romero y Ana Sánchez España, que se mueve por toda la provincia enseñando a alumnos que van desde los seis hasta los noventa años. Con varias décadas de experiencia profesional a sus espaldas, explican que aunque el sistema no cambia, sí lo hace la forma de impartirlo, para lo que reciben desde la propia ONCE diferentes formaciones. “Antes la enseñanza se basaba en el papel, la máquina Perkins y las cartillas, pero ahora se han incluido las nuevas tecnologías”, comparan. Una metodología que sobre todo absorben sin problema las generaciones más jóvenes, que se desenvuelven con el ordenador en muchos de sus ámbitos, tanto educativos como de ocio. “La metodología se suele adaptar a la edad de cada alumno y de para qué necesiten aprender este lenguaje”, apuntan las profesoras. “En la provincia hay alumnos de diferentes características, pero tan solo cinco o seis se comunican exclusivamente por braille. “El resto aprende antes de perder la visión por completo, adelantándose a lo que pueda suceder”, aplauden.

Ejemplo de fichas para iniciarse en la lectura del braille. Jose Luis Fernández

Lo que sí que caracteriza a todos sus alumnos es la pericia con el tacto, algo “fundamental” a la hora de aprender este código. “Las primeras sesiones son para hacer una especie de prelectura y estimulación del tacto. En el caso de los niños es más fácil, porque es más progresivo por su nivel escolar. Con los adultos, dependiendo de su nivel, se avanza más o menos rápido”, comparan. “Pero si se tiene interés, sí que se avanza”, animan.

Rosa Sánchez, entre sus profesoras Ana Sánchez y Asun Hernández JOSE LUIS FERNANDEZ

Además de la lectura —tanto libros de texto durante la etapa escolar como volúmenes literarios— el braille es un método que ayuda a desenvolverse en las tareas diarias, con etiquetas en las prendas que descubren su color, el piso del ascensor al que hay que llamar o el medicamento que hay que tomar. “Es un lenguaje que hay que potenciar”, aseguran las profesoras, encantadas con un trabajo “motivador y nada rutinario” con el que ayudan a normalizar la vida de estos usuarios de la ONCE.