Eusebio Martín es uno de los fundadores del grupo Mayalde que hoy actúa en el Teatro Ramos Carrión en el festival Son de raíz.

–Mayalde regresa a Zamora gracias a la recuperación de “Son de raíz”.

–Tiene una gran importancia la recuperación de un festival en un tiempo como en el que estamos, que alguien apueste por seguir juntándonos a cantar porque la sexta ola está afectando mucho a las cabezas. Nos están bombardeando todos los días con depresiones y suicidios y yo creo que sí es verdad que la música cura y los músicos tenemos que dar un paso al frente y juntarnos a cantar, llámese como se llame el festival. Además, recuperar en estos momentos un festival es toda una hazaña.

–Vienen a un festival que apuesta por el reciclaje musical. Mayalde bebe de las fuentes, de los informantes, y pone en el escenario aquellas canciones que conocieron.

–Sí porque no hay muchas más fórmulas para enganchar a la generación que no lo contó porque creía que no le iba a interesar a nadie y la que no lo preguntó porque no lo conocía. En algo estamos todos de acuerdo y es que es algo nuestro, que crea identidad y que es necesario para la supervivencia espiritual.

–Y las actuales ¿lo preguntan?

–Si lo conocen sí. Nosotros cada vez hacemos más conciertos didácticos en los alrededores de Madrid. Si tienes un caldero de la mano y le dices a un muchacho de 15 años que está vivo, tiene unas zapatillas de 200 euros, que come tres veces y abre un grifo y le sale agua caliente gracias a que alguien no hace mucho tiempo fue capaz de dar de cenar a su familia con ese caldero que tu tienes… tiene que estar muy tonto para no entenderlo. Al final del concierto muchos se nos acercan y nos dicen que por qué nadie les había hablado de esto y eso sucede porque nos ha fallado la comunicación. En el momento en el que se dejó de contar en la cocina o en la fragua, entorno al fuego, tuvimos un fallo enorme como sociedad.

–Y coincidió con el inicio de la fuerte despoblación.

–Fue muy importante. Primero a Argentina, Suiza y luego a Cataluña o el País Vasco. La gente cogió la conciencia de que todo lo que estuviera relacionado con cavar patatas o segar trigo para otros era miseria y había que irse de allí y no acordarse de nada de aquello. Se relacionó la parte espiritual con la miseria y ahí teníamos que haberlo recuperado en la escuela o en los conservatorios o en los medios de comunicación donde se hace muy poco caso a la música tradicional.

–Hemos perdido la conexión con nuestro pasado, pero Mayalde, entre otros, nos conectan con ese origen.

–Nosotros y otra mucha gente. La primera generación de chicos de pueblo que tuvimos la oportunidad de ir a estudiar a la ciudad nos dimos cuenta de que estábamos perdiendo algo importantísimo. Ahí nació el movimiento folk. Llevamos 40 años demostrando que lo que hace 70 o 90 años era cotidiano, ahora es insólito porque se ha olvidado. De pronto descubres que es sorprendente que alguien fuera capaz de convertir cosas cotidianas, sobre todo elementos de cocina, en instrumentos con una calidad de ejecución increíble, que se olvidó y como ahora es insólito y asombroso, es mágico.

–Esa magia del folk la descubrió mucha gente a través grupo de Facebook “Rondadores contra el virus”, un fenómeno que contó con miles de seguidores de todo el mundo. ¿Este estilo goza de buena salud?

–Yo todavía no sé qué es el folk, pues un saco muy grande que engloba mucho. Se habla mucho de la raíz, mezclamos, fusionamos… yo creo que tocar un ajechao de Peñaparda con una sartén o un pandero cuadrado es muy complicado hacerlo con los niveles de ejecución y de pasión que tenían nuestros mayores. Si tú has hecho seis años de violín o de piano en el conservatorio como te mola la música tradicional te juntas con cuatro amigos y haces algo. No podemos hacer gratifis en las portadas románicas porque se lleve. Tenemos que quedar gente que sigamos las pautas heredadas.

–Por lo tanto, es purista.

–Absolutamente.

–¿Qué opinión le merece Rodrigo Cuevas o Tanxugueiras?

–Me parece genial lo que hacen. Lo que ellos hacen es muy difícil, lo hacen con una calidad impresionante. Tanto Rodrigo Cuevas como Tanxugueiras beben de la música tradicional y están poniendo en valor la música tradicional en un contexto totalmente distinto. Todo lo que es rompedor sigue siendo mágico. Todo aquel que sube a un escenario tenemos la obligación de emocionar. Cuando subes a un escenario tienes que hacer algo bueno ya sea con un violín, ya sea con un caldero, vestido de sanabrés o con unas medias o con braguitas rojas como sale Rodrigo Cuevas. Tienes la obligación emocionar.

–Y ¿creer mucho en lo que hace?

–Efectivamente. La música tradicional es algo muy testado. Cada generación ha servido de control de calidad y cada una ha intentado mejorar lo anterior, con lo cual nosotros hemos recibido joyas. Ahora hay que tener la fuerza escénica para mantener el nivel que heredamos. Si un tío que era pastor o que araba que no era músico fue capaz de marcar un nivel alto en las composiciones que hizo o que heredó, nosotros que nos dedicamos a esto tenemos que mantener el nivel.

–Y ¿qué joyas van a interpretar en el Ramos Carrión?

–Cualquier música de Salamanca es un guiño a Zamora pues estamos tan interrelacionados por la historia y por la Vía de la Plata. Nos parecemos muchos, pero mantenemos diferencias. Me preocupa mucho el folk que se está uniformando. He ido a algún festival en el que un grupo de Valencia suena igual que uno de Cuenca.

–¿Por qué?

–Porque les ha atraído meter una gaita irlandesa o un pandero cuadrado, que no eres folk si no sacas uno al escenario. Al final todo el mundo toca los mismos instrumentos, de tal forma que propuestas muy separadas geográficamente se parecen. Cuando se uniforma vamos en contra de fue la música tradicional que nace de la diferencia que había entre unas tierras y otras porque la manera de vivir en Sanabria la marcaban el tiempo, la orografía que condiciona la forma de cantar. Ahora la tierra no marca tanto las diferencias, pero deberíamos de seguir respetando en la medida de lo posible lo que hemos heredados. El caramelito hay que envolverlo de manera diferente a cada generación, de lo que a nosotros nos llegó a quienes nos ven en el escenario ha habido una gran diferencia vital, pero tienes que mantener la esencia.

–Su cambio es mínimo.

–Nosotros respetamos las fuentes porque empezamos con 15 años con el grupo Tronco seco y siguiendo al Mester y aquella gente. Pilar y yo luego seguimos y nos dimos cuenta de que mujeres de 80 años a nosotros nos hacían lloran. Intentamos emocionar con lo mismo que nos dieron y lo cambiamos lo mínimo posible. La música tradicional está hecha para compartirla si a la tercera canción la gente no canta, has fracasado. La gente humilde cantaba por compartir un canto, algo tan etéreo pero tan necesario, y es lo que seguimos predicando cada día.

–Una predicación que ha seguido durante la pandemia.

–Tuvimos 77 conciertos el año pasado porque era lo que se podía hacer con seguridad. Muchos pueblos han descubierto que programando estos conciertos tienen la plaza llena. La gente de todas las edades vibra con algo que parecía caduco, olvidado y anacrónico.