“Salí del cuerpo de mi madre para meterme en el de mi padre”, bromea el zamorano Manuel Peláez, quien ostenta el récord de ser el guardia civil que más años —nada menos que cincuenta— ha estado vistiendo el uniforme. No fue por devoción, sino más bien por necesidad, lo de convertirse en miembro de la Benemérita. Corría el año 1971 cuando su padre, guardia civil natural de Moreruela de Tábara, sufría un infarto fulminante, dejando viuda y dos hijos, de 16 y 14 años. “Yo estudiaba en el instituto Claudio Moyano, pero sabía que mi hermano mayor era más listo que yo, así que, como desde siempre he tenido la cabeza bien asentada, le propuse a mi madre entrar en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro, un centro para hijos y huérfanos de la Guardia Civil, y no ser una carga”, rememora.

Allí se entraba con 15 años y el zamorano los cumplía el 27 de diciembre, así que obtuvo una gracia especial de la Guardia Civil para no quedarse fuera por tan solo tres días cuando echó la instancia en Tábara. “Era el más pequeño del colegio, pero eso a los compañeros mayores no les importaba, así que me tuve que espabilar”, reconoce el zamorano, quien asegura que aunque volviera a nacer mil veces, su decisión habría sido la misma.

El zamorano (izq.), recién llegado al Colegio de Guardias Jóvenes. | Cedida

Cincuenta años, tres meses y 17 días “exactamente” es el tiempo que ha estado sirviendo al cuerpo, con una trayectoria impecable que ni él mismo podría haber imaginado. Tras salir del colegio con 18 años, su primer —y único— destino fue Logroño. “Vine forzoso, porque no sabía ni dónde estaba. Yo había pedido Zamora y todos los lugares cercanos, como Salamanca, León o Asturias”, recuerda. Allí formó parte de la Móvil de La Rioja, donde compartía turnos con su amigo del alma, Leucio Revilla, natural de Benavente. Sus caminos se separaron cuando Peláez fue elegido para formar parte de una unidad antiterrorista para luchar contra ETA, el GAR (Grupo de Acción Rápida) y poco tiempo después, a su amigó le mató la banda en un atentado. “Yo podría haber estado con él en el coche, como íbamos tantas veces”, lamenta el zamorano, que, por desgracia, tiene una larga lista de amigos y compañeros asesinados por los etarras.

El guardia civil zamorano Manuel Peláez, en el cuartel de Logroño. Cedida

Corría el año 1978 y Peláez era uno de los treinta componentes del GAR que se enfrentaría en la guerra de guerrillas tan habitual de ETA en ese tiempo. “Se habían hecho los dueños del monte y a nosotros nos formaron en la Escuela Militar de Jaca para combatirlos”, explica. Una exhibición en el pueblo abandonado de Anguta (La Rioja) sorprendió tanto al por entonces director general de la Guardia Civil que Peláez y sus recientes compañeros se convirtieron en instructores para crear un equipo todavía mayor. “No nos dio tiempo a terminar la formación, los golpes de ETA eran tan continuos que el grupo se puso en marcha en Munguía, con posteriores compañías en Bilbao, San Sebastián, Navarra y, por último, Vitoria”, enumera, sentenciado orgulloso que finalmente terminaron con ETA.

Tras esa valiosa victoria, en sus 43 años en el GAR también ha tenido misiones en Afganistán, Irak o Bangui. “Estamos donde haya conflicto, los últimos tiempos contra el narcotráfico en Algeciras o combatiendo el terrorismo islámico”, añade. Sus últimos destinos han sido en las embajadas de Bogotá y Nicaragua, un “regalo” de su superior, el jefe del GAR Jesús Gayoso, fallecido por COVID, para que también ostente el título de guardia de mayor edad en una embajada.

El apoyo familiar

Ahora que se acaba de quitar el uniforme, no se cansa de agradecer el apoyo durante todos estos años de su mujer, María, “una auténtica crack con la que llevo desde los 18 años. La conocí cuando me destinaron a Logroño, llevamos toda la vida juntos”, señala con cariño. Con ella ha tenido dos hijos, Nuria y Alejandro. “Mi hija es más guardia civil que yo, pero prefirió ser profesora”, bromea, mientras que tiene la esperanza de su hijo, Alejandro, pueda entrar en el cuerpo para continuar la saga familiar en la Benemérita.

Manuel Peláez (sujetando la bandera, segundo por la derecha), con sus compañeros de AZAR. | Cedida

Orgulloso zamorano en la distancia, es fundador de la Asociación de Zamoranos en la Rioja (AZAR) y siempre que puede visita su tierra. Ahora que tiene más tiempo —“estoy retirado, no jubilado”, puntualiza— promete que sus viajes a la provincia serán más habituales para seguir disfrutando de sus raíces.