Piense por un momento dónde hay alguna cabina de teléfono. Seguramente le costará recordarlo, a pesar de que posiblemente pase cerca de una todos los días. La falta de utilidad, sin embargo, ha convertido en casi invisibles a las cabina de teléfono especialmente si en lugar de la forma clásica tiene la más moderna de postes telefónicos. Pero siguen existiendo. Hay 59 en toda la provincia y 20 de ellas en la capital, según los datos de la compañía Telefónica, que ya está libre de poder irlas desmantelando progresivamente.

En España, al cierre de 2020, había 14.824 cabinas de teléfono, que registraron una media de 0,17 llamadas al día, lo que equivale a una llamada semanal de promedio. La causa principal de la caída en desuso de estas estructuras fue la irrupción de la telefonía móvil. Y es que ya en el año 2006 en España ya existían más líneas de teléfonos móviles que habitantes. Otro dato que refleja la poca relevancia que tienen las cabinas entre los españoles es que más del 88% de la población reconocía no haber usado nunca una cabina, según datos del Eurobarómetro del año 2014.

Es cierto que en los tiempos actuales, donde todo el mundo lleva un móvil encima, son de poca utilidad los teléfonos públicos. De hecho, como ha podido comprobar este diario, muchas de las cabinas de la capital ni siquiera tienen línea por lo que si alguien osara utilizarlas tendría desde luego poco éxito.

Interior de una cabina, totalmente vandalizada. | Emilio Fraile

Y eso que algunas se encuentran en relativamente buen estado. Bastante sucias, por la falta de mantenimiento, pero con el aparato telefónico intacto, quizá porque en los últimos tiempos se construían con técnicas antivandálicas que los hacían prácticamente indestructibles.

Las cabinas de teléfono constituían un servicio fundamental hasta el advenimiento de la telefonía móvil que se desarrolló muy rápidamente a partir de finales de los años 90 del pasado siglo. Eran el único medio para hacer una llamada fuera del hogar o del trabajo, los puntos donde solía haber acceso al móvil. Los lugares de mucho tránsito como las estaciones o las principales arterias de la ciudad tenían cada ciertos metros una de estas cabinas, las más modernas, del tipo poste telefónico con dos terminales que permitían ser utilizadas por dos personas a la vez.

Las cabinas servían además para comunicar urgencias, para hablar con la familia a los que estaban fuera, incluso para hablar más tranquilo, fuere del alcance de oídos indiscretos o para llamar a alguien sin que pudiera identificar el número desde donde se había establecido el contacto.

Un chico atiende a su teléfono móvil junto a la cabina de la plaza Alemania EMILIO FRAILE

Formaban, en fin parte del paisaje y de la cotidianidad, de tal forma que tenían un papel relevante por ejemplo en las películas: cuántos filmes de espías vivían algún desenlace en las cabinas de las estaciones de tren, el mismísimo Superman las utilizaba como vestidor donde cambiar el traje de oficinista por el de superhéroe. Y uno de los cortos más célebres del cine español tenía como protagonista, precisamente, a la cabina, con la historia de un hombre atrapado en aquella jaula de cristal sin que los viandantes acertaran nunca a averiguar el peligro que corría.

La mayoría de las cabinas que quedan son relativamente “modernas” ya que estaban adaptadas no sólo a las inevitables monedas, sino que ya permitían su uso con tarjeta.