El músico Bras Rodrigo actúa este sábado por primera vez en Zamora. Lo hará en el Teatro Ramos Carrión y acompañado de una banda. El maestro gaitero y el inventor de la gaita led presentará su último trabajo titulado “Remanecer”.

–Usted lleva toda una vida dedicada a la gaita. ¿Qué supone este instrumento?

–Es una pasión, un amor que convertí, afortunadamente, en mi modo de vida.

–¿Qué le movió a tomar esa decisión?

–Lo tuve muy claro desde muy pequeño. Empecé a tocar la gaita con cinco años. Yo soy de Perlora, un pueblo costero del concejo de Carreño y un día, yendo de la mano de mi abuelo, escuché algo que sonaba y supe que quería conocer eso que sonaba.

–Y ¿cómo fue el enamoramiento?

–Fue un amor a primera vista, bueno a primer oído. (Risas). Recuerdo que subimos unas escaleras y vimos que estaba dando clase “Chema´l de La Carriona” que fue mi primer maestro gaitero. Entonces la enseñanza era muy arcaica y basada en la tradición oral. Me dijo en asturiano que si era capaz de hacer tocar la gaita, podía ser gaitero. Soplé y me mareé, pero la hice sonar. Mi abuelo, al que estaba muy unido, me compró mi primera gaita. Empecé a tocar en 1983. Él falleció y lo dejé unos años y volví en 1988. Con unos doce años ya tuve claro que quería ser gaitero, poder vivir de la gaita tocando. Por entonces se podía dando clases, fundé la banda de gaitas de Corvera, que dirijo actualmente.

–Con ella ha tocado por medio mundo.

–Efectivamente. Estuvimos con ella en Nueva York tocando en el desfile de San Patricio. Durante 14 años fui el coordinador encargado de que siempre hubiera bandas de España, llevé grupos de Asturias, de Galicia e incluso una de Tarragona. Cuando fuimos por primera vez en 2005 quedaron maravillados con nosotros y me ofrecieron ese cargo no remunerado.

–¿A qué achaca esa sorpresa?

–Les sorprendió principalmente porque lo que se vende de España es el flamenco, los toros, la sangría y las castañuelas. Ellos vieron que lo que teníamos era una cultura homóloga a la suya. En España hay una línea divisoria invisible que cruza por Madrid. En la parte noroeste el instrumento es la gaita y la de abajo, es la guitarra. En España no somos conscientes de esta riqueza cultural que tenemos.

–Y desde su punto de vista, ¿existe conciencia de la singularidad cultural que presenta el noroeste?

–Hay comunidades que lo están haciendo mejor que otras, como Galicia, pero queda mucho por hacer. Todavía nos queda mucho camino porque es necesario apoyar las manifestaciones culturales que hay en cada sitio, desde la gaita sanabresa hasta la asturiana. Yo no pido que nos den subvenciones, simplemente que programen conciertos que son lugares seguros. La cultura es muy segura porque siempre se está con mascarrilla.

–En décadas pasadas han saltado a la palestra musical diversos gaiteros, ¿tiene más visibilidad la música interpretada con gaita que cuando empezó?

–Sí, sin duda, tiene más visibilidad ahora. Han ayudado mucho dos discos, “Tierra de nadie” de Hevia y “A Irmandade das estrellas” de Carlos Núñez publicados en 1998 y en 1996, respectivamente. Estos trabajos dieron visibilidad y demuestran que cuando las grandes casas discográficas apostaban por este tipo de música, se vendía.

–El disco que presenta en Zamora el sábado profundiza en los orígenes del celtismo. Explíquenos.

–Leí un artículo del genetista de la Universidad de Oxford Bryan Sykes quien se dio cuenta de que los habitantes del noroeste peninsular son los que fuimos a las islas británicas. A partir de esa lectura buceé en los orígenes del celtismo y al hacer este nuevo trabajo fusiono mi música con las músicas de diferentes leyendas celtas. Todo el disco lo integran temas propios en los que puedes encontrar desde piezas de rock, música electrónica o sones procedentes del norte de Marruecos, pues existe una cultura tumular, que mezclo.

–¿Por qué el nombre de “Remanecer”?

–No tiene nada que ver con la pandemia. El trabajo estaba ya en el año 2019. Remanecer es una palabra asturiana que significa volver a surgir, volver a mostrarse lo que nunca fue. Quería que la música celta volviera a salir, se volviera a mostrar. Es mi cuarto disco y es autoedición.

–¿En qué línea define su trabajo?

–Son todos temas propios, pues compongo, con flauta y gaita, y escribo las letras. Las canciones son tocadas y cantadas. Como no me gusta mi propia voz cuento con personas que cantan. En el concierto en el Ramos estaremos sobre el escenario un total de nueve músicos conmigo. Me acompañan un bajo, batería, guitarra, teclados, violín, voces así como percusión. La gente piensa que el concierto de un gaitero es solo gaita y tambor, pero lo que yo hago no tiene nada que ver. Yo no me identifico con el término de folk, me encasillan por el instrumento. Tengo variadas influencias, pero la gente aprecia un estilo distinto.

–Usted ha apostado por la innovación al crear la primera gaita led. ¿Por qué?

–Quería lograr una innovación estética para que a los profanos en la materia, para aquellas las personas a las que no les dice nada la gaita, el instrumento les entrara por los ojos, se sorprendiesen y valoraran si lo que está sonando les gusta o no les dice nada. Quería captar una primera atención y creo que, afortunadamente, lo conseguí. La gaita desde que yo empecé a tocar en 1983 ha tenido una evolución musical increíble, todas las gaitas en general y en especial la asturiana. Se atemperó la afinación, se hizo una gaita cromática, se metieron nuevos materiales o se cambiaron los fuelles que antes se hacían con piel de cabrito por nuevos materiales como Gore Tex. Los avances musicales han sido increíbles y yo quería hacer algo estético.

–¿Cómo fue el proceso hasta conseguirlo?

–Conté con el apoyo del artesano que me hace los instrumentos que se llama Miguel Alonso. Empezó siendo un prototipo con un armazón exterior de aluminio donde iban pegados los leds para poco a poco ir evolucionando. Lo único “bueno” que ha traído la pandemia es que le seguí dando más vueltas al proyecto y suprimí el armazón para que fueran los leds incrustados dentro el instrumento y que cambien de color al son de la música a través de una aplicación. Empezó como un prototipo y ya es una realidad.

–¿El cambio estético influye en la sonoridad?

–Suena exactamente igual. Es metacrilato, pero los punteros que uso son de un material plástico que aguanta mucho mejor los cambios de temperatura. Nosotros hemos tocamos con la banda en Estados Unidos, República Dominicana, en Cabo Verde, en Marruecos con estos punteros.

–Y ¿cómo aceptan en culturas tan dispares la gaita?

–Muy bien, les encanta. Además, siempre hago guiños a la cultura local. Como ejemplo en 2013 estuvimos en China y tocamos una composición muy popular que incluso ya incluyó Puccini en la ópera “Turandot”. La interpretamos en Shanghai y en Pekín y el público se puso en pie, fue emocionante.

–En el concierto en Zamora ¿hará algún guiño a la provincia?

–Habrá sorpresas relacionadas con Zamora que gustarán al público.

–Sus innovaciones ¿son aceptadas por sus compañeros de oficio?

–Hay una vertiente muy purista que considera que el instrumento no debe evolucionar sino que se debe de conservar tan arcaico como estaba. Por esa regla de tres la gaita nunca hubiera existido pues un buen día alguien que tocaba la flauta probó a poner un odre de cabrito o de oveja se conseguía no soplar todo el rato y además al tener fuelle, es el único que tiene continuidad de sonido.