“Al principio me daba un poco de vergüenza contar lo que me había pasado, pero cuando me di cuenta de que podía ayudar a mucha gente compartiendo mi historia, que no era algo que tenía que esconder, ya que es una enfermedad como otra cualquiera, me decidí a hacerlo”. Este es el germen del libro “Ingobernable”, escrito e ilustrado por Aldara García Fernández, una joven de 17 años que abre su corazón en esta publicación, fruto de su estancia de más de un mes en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid. “Fue como una terapia escribir y dibujar en esos días”, confiesa. También un pasatiempo para que las horas no se le hicieran eternas.

La “flor oscura” o “ semilla minúscula”, como ella misma denomina a las primeras fases de su anorexia nerviosa, empezó a germinar mucho antes de su ingreso este verano. “Yo llevaba teniendo hábitos que realmente eran malos, pero no me di cuenta hasta un día en el que salí con mis amigas y comimos pizza. Me sentí tan mal que fui andando a casa para hacer más ejercicio. Me puse a llorar delante de ellas, pero ni sabían qué me pasaba ni yo era capaz de explicar exactamente lo que sentía”, recuerda. “Ahí supe que algo iba realmente mal, que no era normal lo que estaba pasando”, añade.

Era esencial pedir ayuda para salir del pozo en el que se estaba ahogando sin saberlo y ella fue capaz de presentar la situación ante sus padres. “Primero hablé con mi madre, yo estaba muy agobiada con los estudios y ese día sentía que no podía más. Fue cuando me comenzó a preguntar si tenía algún problema con la comida y acabé confesándoselo. Luego también se lo conté a mi padre y me apoyaron desde el principio. Y ese apoyo es algo fundamental para conseguir superar la enfermedad”, afirma.

Aun así, reconoce que le costó aceptar que algo estaba mal. “Incluso ya ingresada en el hospital pensaba que yo no estaba mal y así se lo decía constantemente a mis padres y a los médicos y enfermeras”, recuerda. Unos sanitarios que, con infinita paciencia y máxima profesionalidad, le ayudaron a salir adelante. “Para mí son auténtico ángeles, como los describo en el libro. Me trataron genial, fueron muy pacientes conmigo y me sirvieron muchísimo todos sus consejos. Lo que hicieron por mí en ese tiempo significó mi salvación”, subraya la joven.

Autorretrato de Aldara García Fernández con su gata Valentina. Cedida

Lo más duro de su estancia en el hospital, y así lo refleja en su libro, fue estar ingresada el día del cumpleaños de su hermano pequeño. “Además, coincidió con una época de pandemia en la que solo podías tener la visita de una persona y era mi madre la que venía normalmente, así que no pude estar con él”, lamenta.

En ese tiempo ingresada —más de cuarenta días— hubo algunas experiencias que le aportaron la fuerza necesaria para caminar hacia adelante, además del apoyo médico. “Una niña ingresó con el mismo problema que yo, era más pequeña, pero yo veía que estaba luchando mentalmente contra la enfermedad. Yo también lo estaba intentando en ese momento, pero no era tan fuerte, parecía que todavía no quería curarme del todo, por decirlo de alguna manera”. Pero la llegada de esa paciente a la planta le cambió totalmente la visión que tenía de la enfermedad y de sí misma. “Fue entonces cuando empecé a querer luchar y recuperarme”, confiesa.

Durante su estancia en el hospital vallisoletano entabló amistad con otros pacientes que estaban en su misma situación, a los que conoció y tuvo que despedir, pues le daban el alta mientras ella continuaba con el tratamiento. “Todos me ayudaron muchísimo con sus palabras de ánimo, siempre tan positivos. Creo que, en el fondo, nos ayudábamos los unos a los otros, compartiendo nuestros problemas ahí dentro, ya fueran trastornos de la conducta alimentaria como la mía u otras patologías o enfermedades mentales”, indica.

Interior del libro "Ingobernable" EMILIO FRAILE

Todas estas vivencias se plasman ahora en “Ingobernable”, con el que la joven escritora e ilustradora ha cumplido más pronto de lo que ella misma esperaba su sueño de publicar un libro. “Cuando salí del hospital, mis padres, que habían visto los dibujos que hice durante el ingreso, me animaron a seguir adelante y buscamos un editor al que le interesara el proyecto. Era algo que me hacía mucha ilusión”, reconoce, al tiempo que quiere que cale el mensaje de “concienciar sobre la importancia de la salud mental, porque a veces solo nos preocupamos por enfermedades físicas y dejamos estas otras a un lado”.

La experiencia también ha cambiado sus planes de futuro. “Desde que estuve en la unidad, por el gran trabajo que le vi hacer a todo el equipo médico, me enamoré de la profesión, de cómo ellos la viven y ayudan a las personas”, aprecia. Por ese motivo, su vocación ha pasado de cursar Bellas Artes a estudiar algún grado de la rama sanitaria. “Me gustaría cursar la carrera de Enfermería, aunque no descarto seguir con el tema de la ilustración de libros y la escritura”, advierte.

Esta es la historia de una joven de León pero, desgraciadamente, es un relato que se da en cualquier ciudad y a diferentes edades. Editado por Rimpego, el primer libro de Aldara se puede adquirir ya en las librerías zamoranas.