El mal olor en el interior del vehículo en el que abandonó Las Llamas en Zamora y la mancha que tenía en la parte trasera del pantalón levantó las sospechas de los policías nacionales, “pensamos que podía tener droga oculta” en su cuerpo, como así resultó ser, explicó un policía en el juicio por tráfico de drogas celebrado ayer en la Audiencia Provincial. Un testimonio que confirmó el otro agente que había seguido a los dos individuos detectados cuando salían del principal punto de venta de drogas de la capital el 22 de diciembre de 2019. El hombre acabaría expulsando dos paquetes de 50 gramos de heroína introducidos en el conducto rectal cuando se le condujo al Hospital Virgen de la Concha, aunque en el juicio volvió a insistir en que solo uno era suyo y que lo había comprado para consumo propio, ante la proximidad de las fiestas de Navidad.

El acusado, de iniciales F.G.S., no logró convencer a la Fiscalía de Zamora, que mantuvo la petición de 8 años de cárcel para los dos imputados (4 años para cada uno de ellos) por tráfico de drogas y al pago de 20.000 euros de multa, el duplo de los casi 10.000 euros que podrían haber ganado con la venta de la heroína. La detención de los imputados se produjo de vuelta a Valladolid, en las inmediaciones de la Cistiérniga. La mala suerte quiso que el turismo en el que los dos acusados de tráfico de drogas se habían desplazado desde Valladolid se parara en plena autovía A-11 y que la Policía Nacional viniera acechándoles, ante las sospechas de que hubieran comprado droga en Zamora para venderla en su provincia de origen.

Aunque en el Rover 420 matriculado en Valladolid que los sospechosos ocupaban los agentes no hallaron rastro de drogas y el conductor, de iniciales F.J.M.C., les había entregado una papelina de una “migra” de cocaína, la conducta de su acompañante, de 63 años de edad, que viajaba en la parte de atrás del turismo en lugar de ir como copiloto; su forma de caminar al salir del turismo y la suciedad de su pantalón terminaron por incrementar el recelo de los policías, que les detuvieron. El de mayor edad, toxicómano desde los 17 años y con una condena anterior por tráfico de drogas no computable, acabó en el Virgen de la Concha. Mientras permanecía esposado y tras moverse en la silla de forma extraña, “dejó caer al lado de su pie un envoltorio manchado de heces por la pernera del pantalón”, recogido por un policía. “En el tracto rectal, el médico le halló otro y le dejó ingresado porque su salud corría riesgo”.