A sus 73 años, el médico y biólogo Vicente Larraga (Madrid) sigue en activo. De hecho, como investigador del CSIC, está implicado en el desarrollo de una nueva vacuna contra el COVID que tiene su horizonte en los últimos meses del año 2022. Hace diez días, este experto aprovechó el marco del III Congreso Internacional Silver Economy de Zamora para hablar acerca de los avances en el antídoto y para arrojar luz sobre el incierto avance de la pandemia.

–Con los datos que tenemos actualmente, ¿se puede concluir que las vacunas que se están administrando protegen contra la variante ómicron?

–Parece que sí. No se ha encontrado una pérdida significativa de la efectividad en este momento. La Organización Mundial de la Salud ha hecho ya una declaración en ese sentido, o sea que hay que tranquilizar un poco a las personas. Esto estaba previsto, e irán saliendo variantes que serán cada vez más distintas a las que se tuvieron en cuenta para hacer las vacunas. Eso forma parte del guion. Ahora, sabemos que hay muchas personas que no están protegidas, fundamentalmente en África, Sudamérica y Asia, y en estos lugares el virus se transmite libremente. Cuanto más se transmite, más se divide y más posibilidades hay de que mute. Pero eso no significa que las variantes nuevas sean completamente distintas; son bastante parecidas a las anteriores, pero con alguna modificación. Lo normal es que las vacunas sigan siendo efectivas, aunque haya que hacer alguna modificación en el futuro.

–¿Cree que países como España se han centrado demasiado en la vacunación de su propio territorio y han dejado de lado la inmunización de otros lugares desde donde ahora llegan las nuevas variantes?

–Exacto, lo más importante ahora es proteger a esos países. No solamente por una cuestión ética, es también un tema de egoísmo. Mientras no todo el mundo esté protegido, nosotros no estaremos seguros. Hay que considerarlo así.

–En todo caso, esa vacunación de los países más desarrollados protege a sus ciudadanos contra los efectos más graves de la enfermedad.

–Claro, es así. La única forma de protegerse frente a la enfermedad es la vacuna, no es más que eso. También hay que tener ciertos cuidados, como el uso de las mascarillas en los interiores o evitar las aglomeraciones; todo eso hay que hacerlo. Pero tampoco hay que asustarse.

–¿Las terceras dosis son necesarias?

–Sí, lo que pasa es que habrá que estudiar el proceso. Me refiero a que el año que viene habrá más vacunas de distintos orígenes y habrá que ir alternándolas para que funcionen. Para que el sistema inmune vaya bien, no se le puede dar siempre el mismo mecanismo, por decirlo así. Habrá que irlo modificando para que la respuesta sea mejor. Esa es la típica cosa que funciona y que se sabe, tampoco es que tengamos que descubrir el Mediterráneo.

–¿Existe una posibilidad cierta de que España pueda sufrir una ola similar a la padecida el año pasado después de Navidad?

–Estamos ya en una ola que va subiendo, lo que pasa es que si la gente no guarda las mínimas precauciones durante las fiestas, esa ola crecerá aun más. Eso sí, la situación es completamente distinta. Tenemos vacunado al 70% de la población general y prácticamente al 100% de los grupos de riesgo, y el año pasado no; teníamos solo a la señora de Guadalajara, que fue la primera, y a unos cuantos más. ¿Que tenemos una ola y, si no tenemos precauciones, subirá? No cabe la menor duda. Ahora, habrá muchas más personas que, aunque se infecten, no van a estar enfermas o van a estarlo en un grado más leve, y eso va a provocar que el sistema sanitario no se vea colapsado. Seguro que hay personas que sufren la enfermedad, y algunas que fallecen, pero la situación no va a ser la misma que el año pasado.

–¿Las olas del otoño e invierno pasados, con esas cifras de muertos, han quedado atrás?

–En principio, sí. De todas maneras, no hay que cantar victoria. En la última semana, hemos tenido 111 muertos, que no está mal. Lo que pasa es que ya nos acostumbramos y parece que es normal, pero no lo es.

–¿Usted es partidario de que haya restricciones a las reuniones masivas en Navidad?

–Sí, yo sí. Claramente. Si nos juntamos con otras personas y tenemos precaución, pues lógicamente iremos más seguros. Te estoy hablando de las cenas de Navidad y de nochevieja. Pero si vamos a ver las campanadas a la Puerta del Sol y nos quitamos la mascarilla, es hacer oposiciones a que nos infecten. Eso es sentido común y es lo que debe prevalecer, pero es difícil de conseguir.

–¿Hasta cuándo va a tener que estar la sociedad tomando este tipo de precauciones?

–Eso es difícil de prever, pero desde luego todo este invierno seguro. Ya veremos luego cómo se desarrollan los acontecimientos, pero este invierno seguro.

–¿Ve lejos la retirada de la mascarilla en interiores?

–Van apareciendo variantes que son cada vez más rápidas en la infección. Entonces, esas cuentas que se hicieron en su momento sobre la inmunidad de rebaño y demás no valen. El virus va cambiando y va a ser muy difícil que lleguemos a las cifras del 95% de la población vacunada. No puedes ir casa por casa pidiéndolo. Lo que hay que hacer es mantener la precaución, el cuidado en los interiores, no relajarse y ese tipo de cosas, que funcionan muy bien.

–Algunos gobiernos no van a llegar al punto de ir casa por casa, pero sí están tomando medidas para aislar socialmente a las personas que no están vacunadas. ¿Le parece una buena estrategia?

–Eso es lo que están haciendo los alemanes y los austriacos, y con sus cifras yo lo haría. Si en lugar de tener la incidencia que tenemos, tuviéramos 1.700 contagios por cada 100.000 habitantes, la gente que no estuviera vacunada no debería salir a la calle. Punto.

–Yendo a la vacuna del CSIC, ¿tienen esperanzas de que esté lista en 2022, tras el buen recorrido previo que está siguiendo?

–Sí, en la fase preclínica estamos yendo muy bien. Lo que pasa es que ahora entramos en una parte que ya depende menos de nosotros. Estamos terminando un proceso que finalizará en muy poquitos días, y ya hemos hablado con la Agencia del Medicamento, pero nos van a pedir una prueba con macacos. Eso tiene muchas dificultades logísticas, porque resulta que los únicos que tienen macacos son los chinos. Hay que ponerse en la lista y eso te puede retrasar meses, ya no depende de ti. Uno desearía empezar el experimento pasado mañana, pero en esa situación estamos.

–¿Cuánto duraría esa fase con macacos y cuándo pasarían al ensayo con humanos?

–Las pruebas con macacos suelen durar dos meses y, con humanos, vienen a durar siete. El plazo más optimista sería a finales de 2022. China favorece a sus investigadores, que tiene su sentido, pero vamos a intentar que sea lo más ágil posible.

–Llevamos año y medio de pandemia y habrán tenido bastante presión. ¿Cómo ha sido el proceso hasta llegar aquí?

–Sí, de hecho teníamos reuniones semanales con las autoridades, e incluso el presidente del Gobierno se ha interesado en varias ocasiones. Ha sido un periodo muy duro. En año y medio hemos hecho lo que antes se hacía en tres o cuatro años y eso supone un gran esfuerzo. Pero tampoco hay que exagerar, había que hacerlo y ya está.

–Aunque su trayectoria ya es dilatada, ¿está siendo este uno de los momentos más estimulantes de su carrera?

–Sí, desde luego, y muy reconfortante. El saber que las personas creen que estás haciendo un trabajo importante es muy reconfortante para los investigadores, que a veces nos sentimos un poco dejados de la mano de Dios.

–¿Con el COVID ha llegado el reconocimiento social?

–Sí, eso es así, y también tiene su lado positivo, lógicamente.

–Ahora viene la segunda parte: ¿qué es lo que va a aportar a la lucha contra el coronavirus la vacuna que ustedes están desarrollando?

–Vamos a ver, ahora hay cuatro vacunas principales junto a alguna más que forma parte de un conglomerado que funciona bien. En los sitios donde se vacuna se está controlando la epidemia. Pero luego hay que ofrecer algo que no se tenga, que sea un valor añadido a lo que hay ahora. Nosotros hemos optado por que nuestra vacuna sea estable a temperatura ambiente, durante dos meses y al menos a 60 grados, y eso quiere decir que la puedes distribuir muy fácilmente, porque hay países en los que la cadena de frío es un problema. Entonces, si tienes una vacuna que estás seguro que va a funcionar durante dos meses y no necesita nevera ni nada por el estilo, estamos hablando de un modelo que facilita mucho la distribución. Va a ser un valor importante. También vamos a intentar que sea más barata que las de ahora, que son muy caras, pero hay que cumplir con la protección del 90% o del 100%.

–Entiendo que, con las características que me da, esto va a ser importante para los continentes con más problemas económicos.

–Es la que mejor funcionaría. La mandas en un avión o en un barco y llega. No hace falta que la metas en la nevera. Llevas las cajas a los centros de salud, las vas desempaquetando y vas vacunando. Eso sería una gran cosa.

–¿Vamos a seguir vacunándonos durante mucho tiempo, a pesar de que la pandemia se controle?

–Al menos, unos cuantos años. Tres o cuatro seguro, pero pueden ser más.

–¿Cree que, cuando la vacuna llegue a más personas y más lugares, dejaremos de pensar tanto en el virus?

–No soy adivino, pero cabe esperar que la sociedad pueda llevar una vida relativamente normal. Lo lógico es que vaya bajando. Aunque dure un año esto de las mascarillas, que esperemos que no llegue a tanto, habrá que llegar en algún momento a la casi normalidad.

–Tras esta experiencia, ¿la humanidad está preparada para una pandemia potencialmente más destructiva que esta?

–No sabíamos cómo iba a ser, pero sabíamos que venía una pandemia grande. Además, lo comentábamos: va a venir una que ya verás. Sabíamos que sería un virus, pero no teníamos claro de qué características. Dentro de quince o veinte años, vendrá otra, porque ha sido así desde que se tienen registros, que es desde 1894. No hay razones para  pensar que vamos a cambiar el mundo.