Cruz Roja es una entidad que está concebida como de voluntarios, no con voluntarios, que es una gran diferencia, porque ellos no son simples partícipes”. Sonia Manzano, directora provincial de voluntariado de Cruz Roja Zamora arrancaba con estas palabras la celebración del Día del Voluntariado en el salón de actos del Museo Etnográfico, donde se celebró ayer una mesa redonda para poner en valor la labor de todas estas personas, auténtico motor de la entidad. De hecho, cada año el número aumenta, alcanzando ya en Zamora las 1.102 personas. “Ellos son un pilar fundamental y gracias a su labor se pueden llevar a cabo tantos programas” reconocía.

Hombres y mujeres —la mayoría, el 66%— de diversas edades conforman este equipo humano que está en alza. “La población está siendo muy participativa, está muy motivada y tiene ganas de ayudar a los demás. Se están dando cuenta de que hay mucho tiempo que se puede dedicar al prójimo”, agradecía Manzano.

En la mesa redonda estaba Eulogia Centeno, voluntaria desde 2018 en la asamblea comarcal de Benavente. “Cuando me jubilé, quería seguir dedicando mi tiempo a cosas necesarias”, argumenta esta auxiliar, que siempre ha trabajado con personas mayores. Y es con ese colectivo con el que sigue en contacto, pero también con los niños, en las aulas de apoyo. “Es muy gratificante y siempre te llevas a casa mucho más de lo que das”, asegura.

Voluntarios de Cruz Roja Zamora. Ana Burrieza

Didia Liedo es una de las voluntarias que comenzó a colaborar con Cruz Roja en plena pandemia. “Estábamos confinados en casa sin nada que hacer y había una necesidad muy importante en la sociedad. Llamé para prestar mi apoyo”, resume, reconociendo que en esos inicios la dedicación era más amplia, “pero ahora es un poco más selectiva”, por esa vuelta a la rutina, que le ha restado tiempo libre. Aun así, sigue con el ánimo con continuar ayudando. “Sigue habiendo muchas necesidades en la provincia y además es muy fácil ser voluntario de Cruz Roja, porque no hay obligaciones, no nos sobrecargan y cada uno colabora en lo que más se identifica; además de que el ambiente es estupendo”, valora.

Desde Toro, Arístides Riesco cuenta su voluntariado de ida y vuelta con Cruz Roja. Comenzó colaborando cuando vivía en Fuerteventura hace años y ahora, con más tiempo libre, ha vuelto a la ONG. “Mi gran amigo es una persona a la que enseñé a hablar español”, pone como ejemplo de todo lo que enriquece esta colaboración. “El hecho de tener unas personas a las que has ayudado, no hay nada que lo pague”, afirma. Y para aquellos que todavía se están pensando dar el paso hasta el voluntariado, lanza este mensaje: “tienen que probar y verán que la satisfacción que sienten será la que les anime a seguir”, alienta.

Con el mismo positivismo se expresa Susana Fernández, de la asamblea comarcal de Fermoselle. A ella el “gusanillo” del voluntariado le picó tras el fuego sufrido en su comarca en 2017. “Disfruté tanto con la experiencia de ayudar esos días, que me hice voluntaria”, indica. Un tiempo para los demás que afirma que es posible tener. “Son pequeñas acciones que valen mucho, no hay que hacer grandes actos”, anima.