Esther González lleva treinta años ejerciendo en Zamora y más de veinte como magistrada en la Audiencia Provincial. Antes de volver a su ciudad, la experimentada profesional pasó por el Tribunal Superior de Justicia y por las plazas de Verín y Toro. Además, durante estos años, ha compaginado su labor con la de tutora de la UNED en las áreas de Penal y Procesal. En esta entrevista, realizada el 25 de noviembre, aborda cuestiones relacionadas con los delitos de violencia contra las mujeres.

–En primer lugar, le quería preguntar por las palabras de la madre de Leticia Rosino durante el acto institucional del 25N. La familiar de la joven asesinada venía a cuestionar si era razonable que personas como la que mató a su hija tengan segundas oportunidades. Usted ha manifestado, en varias ocasiones, que el endurecimiento de las penas no conduce a una reducción de los delitos. ¿Qué opina de estas declaraciones?

–Yo las comprendo y tengo que tener una empatía. Son sus familiares y han sufrido hechos muy trágicos, que producen un dolor inmenso. Entiendo que, en estas circunstancias, se piense que lo mejor es el endurecimiento de las penas, la cadena perpetua o lo que en nuestro Derecho llamamos ahora la prisión permanente revisable. Pero yo creo que eso no conjuga con lo que técnicamente debe establecerse para reducir este tipo de delitos. En los países donde hay cadena perpetua y pena de muerte, no desciende esa clase de hechos. Está comprobado y lo dicen las estadísticas. Aquí, el Código Penal ya establece penas muy graves de prisión y luego las personas tienen que tener una segunda oportunidad. Lo otro tampoco conduce a nada, solo a librarnos de ellos para siempre y ya está. ¿Esta sociedad sería democrática y justa? Yo creo que no.

–¿Se eliminaría la posibilidad de la reinserción?

–Efectivamente. En la criminología se estudian mucho algunos sistemas como la justicia restaurativa, por ejemplo, y a veces da muy buenos resultados. Una cosa son las personas que tienen un problema psiquiátrico, que habrá que tratarlas, y otra distinta quienes pueden cambiar y rehacer su vida.

–¿Las mayores penas tienen más sentido en el caso de los reincidentes?

–La reincidencia es una circunstancia agravante en cualquier tipo de delito. El sistema penal no es baladí, no es un sistema facilón, no es un sistema levísimo. No se entra por una puerta y se sale por la otra, como se escucha decir.

–¿Hay discursos interesados que van por esa línea?

–Son discursos que tienen un trasfondo ideológico clarísimo, porque no se adecúan a la realidad. La realidad se estudia con datos estadísticos. Sí es verdad que también analizamos cómo a veces el sistema penitenciario no cumple con la función de rehabilitación, solo hay que ver el índice de reincidencia, pero tampoco es fácil. No es sencillo que una persona que sale de prisión pueda resocializarse de forma inmediata.

"El sistema penal no es baladí, no es facilón, no es algo levísimo y no se entra por una puerta y se sale por la otra"

–Volviendo al caso de Leticia Rosino, el hecho de que el condenado fuera menor en el momento de los hechos hace que su condena vaya a ser más corta. ¿Cree que ahí sí se deben endurecer las penas?

–No podemos comparar el sistema penal de menores con el de mayores. Intentamos identificarlos y no se puede. Yo he sido juez de menores durante una temporada de mi vida y estas personas no cumplen penas, cumplen medidas; no van a la cárcel, van a centros. Y en esos centros, lo que se intenta es rehabilitarlas, tratarlas para que no cometan un delito cuando pase el tiempo. No es comparable una cosa con la otra. Luego, la duración de esas medidas es la que establece la ley. ¿Se tienen que aumentar? Depende. Yo comprendo que familiares, allegados y muchas personas crean que sí.

–En temas de violencia de género, la cifra de asesinatos y agresiones asusta. ¿Está adecuado el Código Penal a esa realidad?

–Yo creo que sí. En España se ha recorrido un camino largo desde el año 2000 hasta ahora. Hay un hito muy importante que es la ley del 2004 y, a partir de ahí, lo que ha venido. Es verdad que todo esto llega porque hay una tendencia internacional que nos obliga. Esto se regula porque la ONU y el Consejo de Europa establecen una serie de protocolos y convenios que España asume. Pero fíjate cómo es esta sociedad tan esquizofrénica: vamos de la petición de agravamiento de las penas, hasta un punto máximo del todo, a llevar al Tribunal Constitucional la reforma del Código Penal que introdujo el delito de violencia de género.

–Hay gente que lo ve como un castigo para el hombre.

–Estamos hablando de que una parte de la sociedad está pidiendo que ese tipo de delitos se castigue de una forma grave y hay personas que, incluso manteniendo eso, dicen que la violencia de género no existe y que no estamos ante delitos específicos. Cuando esto se lleva al Constitucional, el tribunal te dice que estamos ante delitos especiales. ¿Por qué? Por el género, porque hay una serie de estereotipos estructurales que tienen su encaje en el propio poder.

–¿Es la consecuencia de vivir en una sociedad patriarcal?

–Efectivamente, tiene que ver con todos los estereotipos que hay desde tiempos inmemoriales. Hay un rol que han tenido los hombres y otro que ha sido para las mujeres. A mí me parece fatal cuando hay personas, que además son intelectualmente muy válidas, que dicen cosas como: no sé por qué las mujeres se quejan; en mi casa, mi madre era la que llevaba la voz cantante, la que administraba el dinero. Ahí digo: mira, por favor, de puertas hacia dentro ocurría eso, pero de puertas hacia fuera las mujeres eran invisibles. Poco a poco, esto ha ido siendo diferente, fundamentalmente gracias a los movimientos feministas.

–¿Por qué no desciende el número de crímenes y agresiones machistas?

–Hay que trabajar desde la base. Yo siempre he dicho que este es un problema de formación y de educación, y que hay que trabajar la igualdad desde pequeños. Los jóvenes tienen actitudes de este tipo, pero creo que, en su mayoría, identifican los roles de los hombres y las mujeres de manera totalmente diferente a hace treinta años.

Esther González. Ana Burrieza

–Aun así, hay casos de maltrato en parejas jóvenes.

–¿Sabes por qué? Porque es un tema de poder. Los hombres, en algunas ocasiones, no admiten que la persona con la que comparten su vida actúe en plano de igualdad con ellos o que pueda cambiar y tener otras relaciones. Esto puede provocar comportamientos que muchas veces se dan con posterioridad a la ruptura del vínculo, cuando la mujer ha tomado la decisión de separarse. Si además hay discursos públicos que victimizan al hombre porque te quitan los hijos, la casa, el coche, tu mujer...

–¿En Zamora, se ven delitos de esta índole con gente joven?

–Sobre todo a través de las redes sociales. Son delitos como el acoso. Primero, hay muchas personas que no consideran que sea un delito poner lo que les dé la gana en el muro de Facebook, en Instagram o en Whatsapp. Eso ofrece una pantalla de impunidad, te da la sensación de que no va a tener trascendencia y tiene una trascendencia enorme. El Supremo lleva unos años considerando que las sentencias tienen que tener una perspectiva de género y hoy mismo he visto que han condenado a un hombre que había enviado 170 mensajes a su expareja. La audiencia le había absuelto.

–¿Hay machismo en la Justicia?

–No lo diría así. Lo que sí diría es que está costando todavía juzgar con perspectiva de género. Sentencias como la de la Manada dejan ver que tenemos unos estereotipos metidos en la cabeza. Yo confío absolutamente en la imparcialidad y en la objetividad de mis compañeros, pero esos estereotipos te llevan a valorar la prueba de una manera determinada.

–Cada vez hay más condenas relacionadas con la violencia contra la mujer. ¿Han aumentado o es que antes no se denunciaban ciertos comportamientos?

–Mucha gente dice que las campañas no sirven para nada, pero sí sirven. También la formación en los colegios. Yo estuve durante mucho tiempo haciendo un programa sobre igualdad con alumnos de la ESO. Hacíamos sesiones con unos muñecos que parecían de Forges y que visibilizaban determinados estereotipos. Lo estuve haciendo durante mucho tiempo e iba bastante bien. Se dejó de hacer y, después de mucho tiempo, me llamaron de un instituto. Fui, pero cuando acabó la sesión me monté en mi coche y me puse a llorar, porque percibí un rechazo y una agresividad por parte de los chicos y de las chicas, que justificaban los estereotipos sin ningún complejo.

"Los delitos de agresión sexual son característicos de la violencia contra la mujer, y es lógico que se contabilicen así"

–La psicóloga Paula Santos se refirió en este medio a un estudio con chicas universitarias que consideraban que faltaba amor en las relaciones donde no existía control o celos.

–Son esas formas estereotipadas de pensar que te llevan a justificar cualquier cosa: que te digan cómo tienes que ir vestida, con quién tienes que hablar, que te insulten... ¿Cómo puedes justificar la existencia de un amor con una persona que te insulta, que te menosprecia, que dice que no vales para nada, que mejor que te calles?

–¿Esas actitudes son el preludio del delito?

–Sí, y se piensa que son tonterías que no tienen importancia, pero sí la tienen. Esas conductas manifiestan unas posibilidades de ir a más, de pasar del insulto a pegarte un bofetón. Ahí ya estamos en palabras mayores. Además, se tenía la idea de que este tipo de violencia de género se producía en unos estratos sociales de muy baja formación, poco nivel cultural, poco nivel social, y es que eso es absolutamente falso.

–¿Qué supone la creación del listado para contabilizar con más claridad a las víctimas de la violencia machista?

–El concepto que tenemos de violencia de género no se puede asociar con el que da nuestro Código Penal. No tiene nada que ver nuestro tipo delictivo con el concepto de delito contra la mujer que se establece en los convenios internacionales. Uno de los acuerdos punteros es el de Estambul, del que España es parte desde 2014, y que define este tipo de delitos como cualquier atentado contra la vida, la integridad o la libertad sexual que se comete contra las mujeres por el hecho de serlo. Esa es la razón por la cual el Gobierno está trabajando en la inclusión del delito de agresión sexual. No puede ser más característico de violencia contra la mujer. Ya en las ayudas y apoyos de la Junta de Castilla y León se añade esta idea. Por eso, que en las estadísticas aparezcan estos delitos es un paso bastante lógico. Las víctimas se tienen que sentir protegidas y el propio Estado debe garantizarlo.