La escritora Laura Riñón, autora de varias libros, entre ellos “Todo lo que fuimos “, ha participado recientemente en un encuentro con lectores en la librería Semuret.

–¿Cómo llegó a la escritura?

–Escribir lleva conmigo desde pequeña, pero nunca tuve ambición literaria. Siempre he sido una gran lectora, escribía para mí y me parecía que yo no podía publicar hasta que un día te atreves. Lo compartes, te leen y gustas un poco a alguien.

–Ese gustar ¿es lo que le movió a publicar?

–No solo gustar, es provocar algo en el lector. Quería que no me leyeran como un testimonio personal sino como una historia de ficción. El fin de la literatura es provocar algo, una pregunta, un sentimiento, unas ganas de huir o de regresar. Al descubrir que yo con mis letras conseguía eso en los lectores, me animé.

–Cuenta con una serie de títulos a sus espaldas, ¿ha cambiado la forma de provocar esa emoción?

–Sí, ha cambiado mi manera de relatarlo. He conseguido que mis historias no se repitan. Es muy peligroso caer en el tópico y contar siempre lo mismo de la misma manera. Cada una de mis historias es distinta, aunque tienen el denominador común de las segundas oportunidades que nos da la vida, que siempre hay una puerta abierta para empezar de nuevo que es lo que me mueve a mí y a mis personajes. Soy una persona optimista que nunca se ha rendido y creo que los sueños se cumplen. Estamos en un tiempo de eslóganes repetidos que hacen que suene vacío cuando lo dices, pero si de algo estoy orgullosa es de no haberme rendido nunca y haber creído que podía estar en una librería como librera y en una librería como escritora.

–Y precisamente, ¿cómo dio el paso de montar su propia librería?

–Es una mezcla entre valentía y locura. Estaba escrito, pero es literal, pues la librería sale en mi novela “Amapolas en octubre”. Dos años después de su publicación, decidí sacarla que las páginas y reproducirla en el mundo real.

–¿El proceso fue difícil?

–Me encantaría decir que fue complicado, pero no lo fue porque llevaba 22 años con esta idea en la cabeza y en el momento en que estaba preparada para dar el paso estaba ya todo casi hecho. Fue un camino de mes y medio. Un agosto me despedí de mi trabajo (era azafata) y en octubre estaba en marcha la librería.

–Su propuesta dista del concepto tradicional de librería, ha optado por un espacio cultural donde hasta tienen su propio ámbito los autores para escribir.

–Yo he viajado mucho por todo el mundo, he visto muchas librerías y me he inspirado en estos lugares. Nunca quise una librería tradicional, quise que fuera un espacio de encuentro de autores, de lectores, de personas de la cultura… un hogar desde el momento en el que traspasas el umbral de la puerta.

–¿Su propuesta conecta con el lector?

–Mi apuesta hace que el lector regrese. Estamos en un tiempo de relaciones sociales muy raras. Las relaciones personales están en desuso, todo es muy frío y a través de la pantalla. Creo en las cualidades curativas, de entretenimiento y solución de muchos problemas de la literatura. Mucha gente viene a una librería en busca de una respuesta, no quieren un libro sino lo que les va a provocar. Para darles aquello que necesitan tienes que crear un vínculo, que no tiene que ser muy íntimo, pero sí una relación que va más allá del simple saludo y de recomendaciones frías.

–Y precisamente usted realiza recomendaciones a través de las redes sociales, donde tiene miles de seguidores, y de su web.

–Las redes sociales a mí no me gustaban, pero por culpa del confinamiento las descubrí. Son un escaparate que llega a todos los lugares del mundo y el secreto para que funcionen es que seas tú, es decir mi librería, como eres en el mundo real. Yo lo que hago en la librería, lo hago a través de las redes. Recomiendo libros casi todos los días que no son novedades, que son clásicos o bien que son títulos que estimo que hay que leer. Lo hago de una manera muy distinta, ya que intento descubrir nuevas voces literarias o dar a conocer autores a personas que nunca los han leído. Desarrollamos encuentros con autores. Abrimos muchas ventanas para facilitar que el lector que llegue a los libros.

–Con la pandemia se aumentó la lectura. ¿Se sigue notando?

–Se leyó más durante ese tiempo y hemos ganado un nicho de lectores: aquellas personas que no tenían tiempo para leer y de repente reconectaron con la lectura. Las personas que leemos seguimos haciéndolo, aquellos que nunca leen siguen sin hacerlo y esa gente que leía antes y que por trabajo o por los hijos no tenían tiempo, han vuelto.

–Algunas personas optan por comprar libros a través de Amazon e incluso por editar a través de esta firma.

–Amazon no fue un enemigo de las librerías durante la pandemia porque fue, muchas veces, la única forma de poder adquirir un título. No tenemos la infraestructura de Amazon, pero la venta de títulos de manera on line se ha disparado en las librerías independientes como la mía. Desde mi punto de vista el enemigo real de la lectura son las plataformas digitales. Es mucho más fácil ver algo en la televisión que sentarse y concentrarse en la lectura. En cuanto a la edición, yo mi primer libro fue una coedición, luego estuve en una gran editorial y finalmente he pasado a una pequeña.

–Dado que lo conoce en sus carnes, valórenos del fenómeno de la autoedición.

–Cuando yo lo hice lo efectué a modo de regalo. Me ofrecieron la oportunidad de volver a imprimirlo y no quise. No estoy a favor de la autoedición y en la librería no tengo libros autoeditados. Creo que un libro tiene que pasar unos filtros, hay que realizar una corrección, una maquetación... Además, no todo es publicable ni tiene calidad literaria. Desde que están en las redes sociales pensamos que todo es publicable.

–¿Qué opinión le merece que tras el seudónimo de Carmen Mola hubiera tres autores varones?

–No me parece ni mal ni bien. Son libros que pueden gustar o no. No encuentro la polémica. Las mujeres ahora podemos escribir y firmar con el nombre que nos da la gana. Tenemos mucho que trabajar por la igualdad, pero no creo que podamos juzgar el pasado con lo que estamos viviendo en el presente. Ahora publicamos más las mujeres y venden más. Lo que han hecho es una herramienta de marketing. Yo no saqué a Carmen Mola de mi librería por estar en contra, sino que nunca estuvo porque no encaja con nuestros gustos literarios.

–Y los bestsellers...

–Yo no los tengo en mi librería porque me gustan más otro tipo de literatura, la Literatura. Entiendo que ahora las grandes editoriales son empresas de marketing que buscan escritores en las redes sociales. ¿En qué cabeza cabe? Que seas capaz de escribir tus emociones es muy bueno, pero de ahí a que seas capaz de escribir un libro o una novela, que conlleva un proceso muy largo... Yo estuve con una gran editorial y lo agradezco. Soy una romántica, pero prefiero estar día a día con mi editora de una firma pequeña. Yo quiero escribir mejor en cada libro, no vender más ejemplares.

–¿Qué tiene que tener un libro para que usted lo incluya en su fondo?

–Tiene que estar bien escrito, lo primero de todo. Tiene que provocar algo, que te emocione, que te haga sufrir. Un libro en las primeras páginas puedes saber si es bueno o malo.