El artista Toño Barreiro desde mediados de los años 80 emplea distintos medios para cuestionar los límites del medio pictórico. Juega con elementos escultóricos y con la ruptura del marco tradicional de la pintura para generar sus piezas que ahora realiza sobre metales. En constante evolución, el zamorano está cosechando una excelente acogida en el extranjero.

–¿En qué momento creativo se encuentra?

–Sigo con el proyecto que empecé hace dos años y medio y que ha supuesto un giro en el método de producción y creación de las obras. En vez de tela empecé a trabajar sobre metales, en vez de trabajar soportes de madera comencé a emplear estructuras metálicas, pero sigue siendo investigación desde un punto de vista pictórico.

–Este cambio ¿qué ha implicado?

–Siempre he sido multidisciplinar. Siendo un adolescente dibujaba y pintaba y hacía mucha fotografía. Eso lo he seguido llevando en mi vida como un acompañamiento porque la fotografía tiene mucha relación con ver, observar, encontrar equilibrio, composiciones. Para mí son cambios progresivos. Es una investigación sobre la pintura, sus posibilidades, sus límites y tanto la obra que hacía antes, con contornos blandos o curvos, y lo que sucedía dentro de esa superficie no difiere tanto de lo que hago ahora. Muchas veces el cambio radical puede ser que antes utilizaba tela y ahora es metal, pero a lo largo de mi trayectoria he utilizado muchos metales, desde cobre, plomo, hierro ... para pintar encima de ellos y los combinaba con estructuras de madera y con lienzos. Cuando comencé a trabajar con una galería de Valladolid, que me llevó a ARCO, tenía muchos trabajos donde aparecían los metales. Muchas de las pinturas que hacía en aquella época, con unos 22 años, ya presentaban muchas texturas que recordaban a los metales.

–Por lo tanto sigue siendo fiel a sí mismo.

–Las referencias al metal y trabajar todas las superficies como si fueran superficies pictóricas son una constante en mi producción. Lo único que actualmente he adoptado una metodología de trabajo que me lleva a que muchos de los proyectos y maquetas que tenía en el cajón ahora los puedo realizar porque he encontrado la fórmula y me lanzo a colaborar con una serie de profesionales que me ayuda a llevar con máquinas y tecnología a donde yo no puedo en mi estudio porque no puedo alcanzar ciertas escalas ni realizar ciertos acabados.

–Lo cuenta como si fuera algo sencillo pero, sin duda, ha sido un largo camino lleno de ensayos y errores.

–Estuve año y medio hasta que conseguí sacar el primer proyecto de cara a una exposición individual para una galería de Valencia donde presenté “Black square folded” que parte de un cuadro negro doblado, una idea que remite a los inicios de la pintura abstracta y minimal. Fue una pelea con la sensación de que triunfar era someterse a un proceso de frustración y de error constante. Era caer y volver a levantarse para encontrar por dónde podía funcionar. Pregunté a muchos profesionales, visité muchos talleres por todos los polígonos de Valencia. Trabajo los materiales con una finalidad nada industrial y la industria no está preparada para trabajar tal y como les pido. Me ha costado conseguir los resultados que quería porque había que resolver incluso cuestiones técnicas. Lo que yo busco es que al público le emocione lo que hago, que le atraiga mi apuesta en términos de pintura o de aporte a la historia de la pintura abstracta con la reflexión sobre lo geométrico.

–A partir de la exposición en Valencia en la galería Shiras sus obras han comenzado a ser mucho más reconocida internacionalmente.

–Sí, ha sido básicamente gracias a las nuevas tecnologías y a las nuevas plataformas. Actualmente las galerías siguen cumpliendo una función de nexo con el cliente de calle, pero las plataformas, me refiero a tan dinámicas como Instagram, hacen que las piezas que acabas de publicar la quieran al otro lado del mundo. Es un sistema muy dinámico y flexible. Lo que me cuesta que valoren en España, pues ha empezado a funcionar en galerías que hacen de interlocutores con iniciativas multidisciplinares. Son más dinámicas, lo que hace que lleguen a clientes, a coleccionistas y a museos. Ahora en vez de exposiciones de muchas obras en un espacio físico, como es una galería, se tiende a un espacio virtual. Muchas de las gestiones que efectúo son virtuales. Confecciono dosieres, hago vídeos y estoy constantemente remitiendo información sobre mi trabajo fuera de España, fundamentalmente en el último año.

Toño Barreiro con algunas de sus obras. Cedida

–Este contacto virtual le obligará a realizar un trabajo que antes los artistas no llevaban a cabo.

–Tengo una página web muy completa y actualizada, donde también hay vídeos de mi trabajo. A través de ella, el público puede conocer qué tipo de artista soy. Una web ayuda a que el trabajo llegue mejor cuanto más completa sea y de más calidad. No obstante, puede que mi propuesta artística se entienda o no, pero hay tantos clientes en el mar digital que recibo muchas propuestas de fuera. La tecnología ha hecho que cambie mucho el modelo de cómo se conoce la producción de un artista.

–¿En qué lugares se ha materializado?

–En Dubái, La India o Londres. Algunos proyectos siguen abiertos como uno con una galería de Estados Unidos. En algunas ocasiones contactan directamente conmigo porque les interesa un trabajo en concreto. Esto me ha pasado y la obra iba para un coleccionista. Aquí los estudios de arquitectura y las galerías funcionan de manera independiente, pero en otros países están unidos. Me he encontrado con firmas de diseñadores de interiores que trabajan con arquitectos y también con artistas. Son formas de cooperación con las que estoy colaborando. Tengo ahora abierto un proyecto para Nueva Zelanda y Australia, posiblemente para finales de este año, con unos arquitectos que van a montar una galería y que tienen contacto con clientes finales, ya sean particulares o sean instituciones. También he acudido a un simposio a Austria.

–¿Qué nos puede contar de su experiencia en Austria?

–He participado en el IV Art Diagonale celebrado en Wels, Austria. Son una especie de talleres abiertos que concluyen con una exposición. Esta actividad, apoyada por instituciones públicas y grandes empresas, es impulsada por una serie de artistas que fueron los representantes de Austria en la Bienal de Venecia. Estos creadores, entusiastas del arte y del contacto entre los colegas, invitan a artistas de distintos países y austríacos. Este año conocieron mi trabajo y me invitaron. Trabajamos en una gran nave durante casi doce horas los que pudimos acudir físicamente, puesto que artistas de Estados Unidos y Japón que no pudieron desplazarse por las restricciones se conectaban de manera virtual. Durante las dos semanas que duró hice muchos dibujos y realicé trabajos de la colección de “Flexia”, unas piezas metálicas pequeñas que gustaron. Ha sido una buena experiencia realmente interesante.

–¿Qué tiene su obra actual que conecta con públicos tan distintos?

–No lo sé. Cuando trabajas, cambias y asumes ciertos riesgos, si lo haces bien, tiene su recompensa. En algunos espacios no hay lugar para mis obras, pero sí encajan en espacios más dinámicos que buscan frescura y novedad.

–¿La concepción de galería tradicional, de contacto directo de la obra con el comprador, desaparecerá?

–Realmente no lo tengo muy claro. Yo mantengo contacto con asesorías de arte de Madrid y gracias a ellas algunas de mías obras están en la sede central de Repsol. A través de ellas han llegado a esos fondos las piezas sin verlas. Eso no es el contacto tradicional, ni el trabajo tradicional de una galería. Llevo toda la vida trabajando con galerías en España, en mi país y todas mis experiencias han sido, a la larga, desagradables. En el sistema que hay en el extranjero se entienden los derechos de los artistas de otra manera y establecen unos principios que se cumplen.