El 24 de octubre de 2020, Zamora estrenó el toque de queda a las diez de la noche. El avance imparable de la segunda ola del COVID llevó a la Junta de Castilla y León a tomar esta medida para restringir la movilidad nocturna y devolver a la ciudadanía a un escenario de fuerte limitación de la libertad en aras de favorecer el bien común. En principio, la regla debía durar dos semanas; al final, fueron 197 días, hasta el 9 de mayo.

Durante ese amplio periodo, el toque de queda se mantuvo prácticamente inalterable mientras otras medidas iban y venían en función del volumen de positivos. La Junta apenas concedió un alivio del horario en un par de fechas concretas durante la Navidad y apretó las tuercas de los ciudadanos con el estallido de la tercera ola en enero. Ahí, durante varias semanas, la hora del encierro se adelantó a las ocho de la tarde.

Después, entre febrero y mayo, apenas hubo variaciones. Solo el fin del estado de alarma y el avance de la vacunación terminaron por enterrar el toque de queda, aunque su fantasma resucitó como una posibilidad cierta tras el estallido de la quinta ola. Las dudas jurídicas evitaron el regreso de la temida restricción antes de que la inmunización fuese ganando terreno y despejara esas ideas durante el transcurso del verano.

Lo cierto es que ese proceso de vacunación ha dado forma a un otoño mucho menos amenazante que el pasado para Zamora y para el resto de España. En un escenario sin apenas restricciones, más allá del uso obligatorio de mascarilla en interiores y del imperio de la distancia de seguridad como cuidado principal, los contagios aparecen ahora con cuentagotas. El virus está lejos de formar parte del pasado, pero su peligro se ha diluido.

Mejoría con respecto al año anterior

Como ejemplo, basta con echar un ojo a las cifras de contagios actuales con respecto a las del curso anterior. En el día en el que se activó el toque de queda, justo hoy hace un año, la provincia registró 180 contagios por coronavirus; son los mismos que acumula Zamora en las 50 últimas jornadas, desde el pasado 3 de septiembre.

Eso, a pesar de que la incidencia ha repuntado ligeramente en los últimos días. De momento, nada preocupante. Zamora mantiene sus indicadores principales en riesgo bajo y presenta cifras de nueva normalidad en lo referente a la trazabilidad y a los hospitalizados.

De hecho, en estos momentos, tan solo hay cinco personas ingresadas por coronavirus en Zamora. Ninguna de ellas en la Unidad de Cuidados Intensivos. Esa aparente calma se quiebra un tanto si se tiene en cuenta que la cifra de fallecidos sigue aumentando de forma paulatina. La protección contra el virus ha aumentado, pero la enfermedad sigue hallando espacio para ofrecer su lado más cruel.

Tercera dosis

Con el objetivo de limitar ese impacto, Sanidad tiene en marcha el proceso para administrar la tercera dosis a la población que así lo requiera. De hecho, ya hay casi 5.000 zamoranos que han recibido ese pinchazo extra. Muchos de ellos son usuarios de las residencias de mayores, cuya vulnerabilidad les ha puesto de nuevo en la parte delantera de la fila para contar con una mayor protección.

A partir de ahí, las personas mayores de 70 años irán acudiendo a sus centros de salud para recibir también la dosis de refuerzo, en paralelo a la campaña de la gripe. Zamora afronta, por tanto, una nueva etapa clave para seguir resistiendo al virus en este periodo de convivencia con la pandemia que busca hallar el equilibrio entre la protección razonable y la vida. Nadie quiere más toques de queda.