Es la mayor de siete hermanos y aunque solo ha tenido dos hijos biológicos, Montse Ruiz puede presumir de haber criado una familia de 23 menores más. Son todos los niños de acogida que han pasado por su hogar desde que comenzara en 2002 a participar en el programa de Acogimiento Familiar de la Junta de Castilla y León, gestionado por Cruz Roja Zamora.

“Recuerdo que mi primer acogimiento fue un bebé búlgaro de dos meses, cuando mis hijos tenían cinco y nueve años. Nos los preparé para nada, les dije que iban a darnos un bebé y solo gritaban que iban a tener un hermanito, porque a todos los que han pasado por esta casa los han considerado de la familia”, subraya. Una experiencia que los ha enriquecido. “Ahora ya son mayores y tienen un máster en cambiar pañales”, ríe, “pero nunca se sintieron relegados ni me pidieron que dejara de acoger. Solo el pequeño, al principio, me pedía que no fuera una niña, porque sabía que me encantaban y no he tenido”, bromea.

Mientras que Montse cuenta entre sus acogidos a menores de todas las edades —e incluso en la actualidad tiene una adolescente de 16 años con minusvalía en acogida permanente—, Río Casado ha acunado a 19 bebés desde que entró en el programa en 2007. “Para mí, cuanto más pequeños son, mejor me muevo y me defiendo con ellos, aunque las despedidas son muy duras”, señala, ya que la media de acogida es de dos años.

Reunión de familias de acogida en Cruz Roja. José Luis Fernández

En la actualidad tiene con ella a un bebé de diez meses y reconoce que se siente muy orgullosa de que “todos los niños que he tenido hayan encontrado una familia de adopción”. A cada uno de ellos lo ha querido tanto como si los hubiera tenido propios. “No se le pueden poner límites a ese amor, te dejas llevar y yo quiero incondicionalmente. No es cierto que los padres de acogida queramos de otra manera”, asegura. “El cariño es el mismo y cada uno de ellos es una lección de vida, de todos se aprende y te queda algo muy grande”, añade.

Puede ser de uno en uno o incluso en grupos de cuatro, como es el caso del matrimonio formado por Jaime Vega y Montserrat Martínez. Su historia comienza cuando, ya jubilados en Barcelona, deciden trasladarse a un pueblo de Sayago, de donde es él. “Vivíamos en una casa muy grande, demasiado para solo nosotros dos, así que, recordando lo felices que habían sido nuestras hijas de pequeñas en el pueblo, decidimos que podíamos dedicar todo el tiempo libre que ya teníamos a niños que pudieran disfrutar de este entorno tan maravilloso. De hecho, nuestras propias hijas nos animaron a dar el paso”, recuerda Montse.

También por casualidad este matrimonio se enteró del programa de acogida de Cruz Roja y después de tener a dos bebés, llegó la oportunidad de cuidar a cuatro hermanos de seis meses, año y medio, tres y cuatro años. “Llenamos en un momento la casa y no nos asustó que fueran de repente cuatro”, sostiene. Aunque en principio era una acogida de tan solo tres meses, antes de ser adoptados por separado, “se nos ofreció hacer una permanencia, aceptamos y ya llevamos nueve años”, calcula.

Familias de acogida de Zamora José Luis Fernández

El matrimonio asegura que la vida les ha cambiado por completo, “también a nuestra familia, porque nos ha unido más, es muy necesario su apoyo”, remarca. Sobre su día a día, “es una lucha y un trabajo continuo, porque estos niños vienen con sus carencias, pero tenemos fuerza y somos muy felices viendo que van avanzando poco a poco”, aplaude. Su marido, además, agradece la gran labor de Cruz Roja. “Sus técnicos siempre están ahí, nos escuchan y nos ayudan, son un gran apoyo”, subraya.

Una de las últimas parejas en participar en el programa es la de Ana Baladrón. Junto con su marido Quique han aumentado la familia, en parte porque su hijo, de doce años, insistía en tener un hermano. “Un compañero de trabajo de mi marido le habló de la acogida y nos acercamos a Cruz Roja, donde somos socios desde hace años, a informarnos”, recuerda. En julio hizo un año que son cuatro en casa y la experiencia no puede ser más positiva “tanto para el propio niño como para nosotros”. Su hijo tiene el hermano que siempre quiso y el menor la estabilidad de un hogar. “Es muy cariñoso, aunque en todo momento sabe que tiene un padre, al que ve todas las semanas. Tener una buena relación con la familia biológica allana mucho el camino”, admite.

Ana Baladrón y su marido Quique, padres de acogida.

Ana Baladrón y su marido Quique, padres de acogida. Cedida

No duda ni un minuto en recomendar dar el mismo paso que ellos dieron hace dos veranos. “Es muy gratificante, estás ayudando a un niño que lo necesita. Es algo que te llena, aunque en principio te dé pereza. Somos una sociedad muy cómoda, pero una vez que te embarcas en esta aventura, merece la pena”, anima.

En la actualidad, Cruz Roja Zamora cuenta con el apoyo de 36 familias de acogida en activo, pero la demanda es tan alta que necesitan más voluntarios para dar este servicio, que contará con el apoyo de los técnicos de la ONG. “Que nos llamen y concertaremos una cita para una entrevista informativa que no les compromete a nada”, explica la trabajadora social Rebeca Cabezas. Tras una valoración psicosocial y una fase formativa, se deja tiempo a la familia para reposar la información y encontrar el mejor momento de dar ese último paso. “Las familias se ofrecen para aquello que ellas creen que van a hacer mejor, es un voluntariado y es un trabajo que hay que poner en valor”, añade su compañera Patricia Samaniego.

Los participantes del programa no dudan en alentar a las familias zamoranas a vivir esta experiencia. “El acogimiento te hace ver la vida de otra manera”, apunta Río Casado, mientras que Montse Martínez finaliza señalando que “hay que pensar que si nosotros hubiéramos nacido en una familia como la de esos niños, también nos gustaría que hubiera gente que nos abriera las puertas. Eso es el acogimiento. A ellos les ha tocado esto en la vida, pero todo niño tiene derecho a una oportunidad”.