El bullicio es el mismo de siempre, pero tan solo hace falta fijarse un poco para comprobar que la pandemia ha cambiado la situación en los patios de los colegios. Los grupos de niños se mueven en un espacio concreto, sin mezclarse con compañeros de otras aulas, ya no se oye botar un balón ni los gritos de “gol” con los efusivos abrazos de victoria, los pequeños corrillos y las grandes distancias entre ellos son habituales, la mascarilla es un complemento más, que solo se baja a cada mordisco del almuerzo, y los juegos tradicionales han vuelto a conquistar las horas de ocio de los pequeños. Esta es la imagen de los patios desde el pasado curso, una nueva normalidad a la que los niños se han acostumbrado sin problema y con la que, una vez más, han dado una lección de adaptación a padres y profesores.

Desde el colegio Santísima Trinidad-Amor de Dios de Zamora, su director pedagógico, Luis de Mena, destaca que para que esta adaptación fuera un éxito en septiembre de 2020 y se haya mantenido en el inicio de este curso, han sido fundamentales tres ejes. “En primer lugar, la capacidad camaleónica del profesorado para acomodarse a la nueva realidad, también la Dirección Provincial de Educación, porque dan unas instrucciones muy precisas para la redacción del plan de inicio de curso, y, por supuesto, los alumnos y las familias, que cumplen con las nuevas normas”, agradece.

Sobre estas líneas, filas de alumnos en el patio y un grupo de niñas jugando. | Ana Burrieza

La gestión del patio queda bien concretada en el documento del Protocolo de Organización y Prevención en los Centros Educativos de Castilla y León para el curso escolar 2021-2022, que cada colegio adapta a sus características propias. Además de reforzar la vigilancia en los recreos y la limitación, “en todo lo posible”, de los juegos de contacto “o aquellos que impliquen intercambios de objetos”, la normativa también ofrece unas pautas para la organización del os accesos y actividades, donde se tendrán en cuenta aspectos como salidas y regresos del recreo de forma escalonada, minimizar el cruce en pasillos y escaleras entre el alumnado en ese proceso, “respetando la distancia de seguridad de 1,5 metros”. A esto ayuda la vigilancia de los profesores. “Nosotros tenemos bien marcadas las direccionalidades de subida y bajada de escaleras, con compañeros en puntos estratégicos, controlando que no se produzcan esos cruces y que el proceso se haga con regularidad”, explica De Mena.

Además, se adaptará o reducirá el tiempo de recreo en función de las necesidades específicas del centro y se evitará la interacción entre el alumnado de diferentes grupos estables de convivencia. La norma también contempla la adaptación si la situación mejora en los próximos meses: “En el caso de que la transmisión sea muy baja, estado de nueva normalidad, se permitiría la interacción de los grupos estables de convivencia con otros grupos del mismo curso, sobre todo al aire libre”, se contempla.

Los patios particulares de la pandemia

Por último, otro de los puntos que se visibilizan más alrededor de este cambio están en la distribución de los estudiantes en el patio “mediante señalización por zonas”, lo que ha obligado a delimitar el espacio del estas instalaciones y marcarlo de la misma manera que los están aulas y pasillos. Unas rayas, marcas, flechas y señales de diferentes colores a los que los alumnos están más que acostumbrados. “Cada curso tiene asignado un espacio que no comparten con otros, son muy respetuosos con esta medida”, asegura el director pedagógico sobre esta nueva normalidad.

A todo esto hay que añadir que continúa ese uso obligado de la mascarilla. “En nuestro caso, decidimos, consensuadamente con las familias, que el almuerzo se realizara al aire libre en vez de en sus clases. Es el único momento en el que se quitan la mascarilla. Hacerlo en el aula implicaba quitarse la mascarilla en un espacio cerrado y como además estamos en pleno impulso de actividades al aire libre, no supuso ningún esfuerzo para nosotros”, reconoce De Mena.

Con estos puntos bien fijados, la realidad en los patios de los colegios ha ido modificándose y quizá lo que más llame la atención es cómo ha cambiado la forma que tienen los niños de pasar esos minutos de ocio con los compañeros, al no poder jugar a actividades de contacto ni intercambiar materiales. “Eso quizá ha sido lo más curioso de esta situación, porque ha obligado a desarrollar otro tipo de juegos”, analiza el director. De esta manera, hay niños que sacan sus cuadernos y lápices de colores para pintar, otros piden música para poder bailar en el patio o se inventan nuevos juegos, como un taller de tatuajes, que tiene mucho éxito en el colegio Santísima Trinidad. “Han crecido las alternativas que ellos mismos han sabido buscarse, pero siempre respetando las normas”, subraya el profesor sobre la actitud de los niños.

Los patios particulares de la pandemia

Los juegos tradicionales son otra alternativa y la comba o la goma vuelven a tomar los patios. “Los compañeros del área de Educación Física han colaborado mucho en potenciar estos juegos que antes no se veían y eso además ha enriquecido la convivencia en el recreo”, asegura, puesto que algunos niños han reconocido que han entablado amistad con compañeros con los que antes no compartían aficiones en el patio.

En este sentido, al romperse de esa manera tan drástica la dinámica habitual del juego, en el centro prefirieron adelantarse y buscar alternativas “en vez de dejar que los niños se hundieran en el pesimismo. Les instamos a que ellos nos sugirieran alternativas y nos las dieron. Ellos mismos se dieron cuenta de que las cosas iban a cambiar, así que fue una buena idea el escucharlos”, asegura el director.

Los patios particulares de la pandemia

Por otra parte, atentos a las situaciones que se podrían generar en el patio con los cambios, en este colegio se trabajó de manera especial en el plan de convivencia. “El índice de incidencias en el recreo, afortunadamente, no ha crecido como podríamos haber pensado, pero lo que sí se ha incrementado es la interrelación entre el grupo de clase”, señala. Y es que en el seguimiento que han realizado se ha descubierto que los grupos “se han enriquecido” , destaca.

El equipo directivo también decidió retocar su Reglamento de Régimen Interno, “sobre todo para ser punitivos si pasaba alguna incidencia como, por ejemplo, que algún alumno se negara a ponerse la mascarilla en clase y así darnos una mayor seguridad”, argumenta. Un cambio que no ha producido ningún tipo de castigo. “Los alumnos nos han dado una lección a todos, al no contabilizar incidencias”, presume Luis de Mena, quien resume que los colegios “hemos sido un muy buen ejemplo del buen uso de los protocolos de actuación”.